Especiales Semana

El voto de confianza

El nombre del general Óscar Naranjo siempre ha estado asociado a grandes hazañas contra el crimen, porque si a alguien le han tocado todas las batallas, es a él.

27 de agosto de 2011

El nombre del general Óscar Naranjo siempre ha estado asociado a grandes hazañas contra el crimen, porque si a alguien le han tocado todas las batallas, es a él. Hizo parte de la persecución a Pablo Escobar y ha participado en la desarticulación de los grandes carteles de la droga: el de Medellín, el de Cali, el del Norte del Valle, y su rúbrica siempre está en los grandes golpes contra las Farc: la captura de Simón Trinidad, los ataques contra Raúl Reyes y el Mono Jojoy, entre otras. Pero lo que mejor lo define como policía no son esas hazañas, sino su vocación de servicio público. Por eso, a pesar de las dificultades que hay en la seguridad ciudadana, Naranjo siempre está en los primeros lugares de confianza, credibilidad y buena imagen del país.
 
Fue el arquitecto de la Dirección de Inteligencia de la Policía (Dipol), en la cual se han formado varias generaciones de oficiales de élite, con gran nivel intelectual, capaces de actuar de manera estratégica y de largo plazo, lo que ha redundado en los mayores éxitos operacionales contra las mafias. Como director de la Dijín, se preocupó especialmente por fortalecer un sistema de información sobre el crimen en el país, que iluminara el diseño de políticas públicas.
 
Lo que más lo destaca como director general de la Policía es su visión de la seguridad ciudadana. Naranjo es un convencido de que la institución debe ser civilista, desmilitarizada y con una fuerte vena democrática. No en vano a lo largo de su carrera ha logrado establecer diálogo abierto con todos los sectores de la sociedad. Ahora, su apuesta es cerrar la brecha entre el alto nivel de oficiales dedicados a la persecución del crimen organizado y el policía de la calle, que le sirve al ciudadano de a pie.