Especiales Semana

Elvira Cuervo de Jaramillo

Es la gran responsable del resurgimiento del Museo Nacional y ha puesto grandes colecciones del arte universal al alcance del gran público colombiano.

Silvia Camargo *
3 de diciembre de 2005

En 1948, el Museo Nacional, que había sido fundado hacía ya más de un siglo, encontró por fin una sede propia en El Panóptico, una gran edificación ubicada en el corazón de Bogotá. Y al frente de los trabajos de la mudanza estaba Teresa Cuervo, su directora de aquel entonces. En ocasiones iba acompañada por su sobrina Elvira, una niña de 7 años que se entretenía recorriendo los recovecos del lugar y escondiéndose en los cuartos con rejas que recordaban lo que había sido una cárcel. Más de 40 años después, en 1992, Elvira Cuervo llegó al mismo lugar para ocupar el mismo cargo que había desempeñado su tía.  Aunque fue como regresar a casa, su primera impresión fue: "¡en qué lío me metí!", pues el estado del museo era deplorable.  Muchas salas estaban cerradas, las paredes tenían humedad y no había presupuesto. Hoy, después de un largo proceso de restauración, las instalaciones del museo nada les envidian a las más importantes salas de exhibición del mundo en cuanto a montaje, diseño museográfico e iluminación, elementos que garantizan la conservación de las obras y que el espectador pueda disfrutarlas. La transformación del Museo Nacional en los últimos 13 años se debe a su labor. Para poner orden en la casa, comenzó por lo más difícil: encontrar el patrocinio que asegurara el proyecto de la restauración. El Estado colombiano dio los recursos para arreglar el edificio, y el dinero para el montaje museográfico de las 17 salas lo otorgó la empresa privada.   Gracias a su gestión, muchos colombianos no han tenido que ir a España al reina Sofía para tener en frente dibujos de Pablo Picasso; ni ir a Francia a hacer lo mismo con las obras de Eugène Boudin, ni mucho menos al Rijksmuseum, en Holanda, para apreciar un Rembrandt. Exclusivas colecciones de estos personajes se han colgado en sus paredes, y en sus salas se han exhibido esculturas de Henry Moore y piezas arqueológicas de Egipto, entre otras obras que sólo los más reconocidos museos tienen el privilegio de mostrar. Una de las más recordadas es la de Rau, en 2001. Aunque la negociación para traer esta excepcional colección estuvo muerta en varias ocasiones debido al terrorismo desatado al terminarse la zona de distensión en el Caguán, su perseverancia y su empeño finalmente lograron que fuera posible. Del sitio húmedo y frío ya no queda nada. El museo es hoy un lugar con mucha vida y reúne a niños, estudiantes, familias enteras, investigadores... Cuenta con más de 300.000 visitantes al año que asisten no sólo a apreciar el arte, sino a participar de las actividades culturales que se desarrollan alrededor de las exhibiciones. Es un museo, además, dinámico, pues se ha trasladado con sus exposiciones itinerantes a prácticamente todos los rincones de Colombia. Con ello, Elvira Cuervo ha logrado que el Museo Nacional le haga honor a su nombre y se convierta en un lugar para todos los colombianos. *Periodista de SEMANA