Especiales Semana

En busca del colombiano perfecto

El mestizaje se convirtió en una forma de exclusión social que aún perdura.

Carl Henrik Langebaek*
28 de octubre de 2006

Colombia se imagina como un país libre del problema del racismo, víctima del desprecio extranjero, pero rara vez culpable de comportamiento discriminatorio. Pero la verdad es que en este país existen efectivos mecanismos de exclusión. Para entenderlos, es necesario remontarse a finales del siglo XVI, a la Europa de Colón.

En ese entonces, el mundo se entendía como creación divina. Cada grupo humano se caracterizaba por virtudes y defectos. La idea de raza era ajena a la Europa premoderna, puesto que el carácter de la gente era determinado por el medio geográfico y los astros. La esclavitud, que había estado en boga en la antigüedad, era en Europa una institución en decadencia, pese a que los musulmanes seguían activos en la trata de negros, y algunos cristianos comenzaban a aventurarse en el negocio.

A partir del siglo XVI, el Nuevo Mundo se convirtió en el continente de confluencia de negros, blancos e indígenas, los cuales, desde el principio, comenzaron a mezclarse. Después de poco tiempo, sin embargo, las mezclas probarían ser peligrosas para el dominio español. El mestizo, hijo de indígena y blanco, terminó siendo sinónimo de peligro social y resumía los peores defectos de sus ancestros. A lo largo de los siglos XVII y XVIII, la sociedad creó mecanismos de exclusión social que, aunque negociables (la pureza de sangre se podía comprar), aspiraban a que mestizos, gente de color o judíos no ocuparan cargos importantes. Aun así, a finales del siglo XVIII, la mayor parte de la población era mestiza.

En esta época el criollo justificaba las diferencias mediante explicaciones científicas que hacían del negro un individuo libidinoso; del indio, un perezoso; del blanco, un civilizado. Ilustrados europeos, como el Conde Buffón o Cornelius de Pauw, habían acusado al continente americano de ser muy joven y malsano. En respuesta, los criollos atribuyeron las diferencias entre ellos a los contrastes geográficos de la nación. Aunque el indio fue utilizado como excusa para la guerra contra las españoles, la verdad es que el criollo, incluido Simón Bolívar, asumía la inferioridad del indio.

No obstante, desde 1850 y debido a la literatura sobre la supuesta incapacidad de la raza blanca para sobrevivir en el trópico, el criollo desarrolló una nueva idea: el mestizaje lograría que la fortaleza del indio y del negro se unieran a las cualidades intelectuales del blanco para lograr una raza mestiza, capaz de alcanzar la civilización. La idea tuvo contradictores. Algunos insistieron en que la raza blanca garantizaba el futuro civilizado. Para otros, el progreso sólo se alcanzaría con la conformación de una raza homogénea.

Cuando en la segunda década del siglo XX se inició la polémica sobre la degeneración de la raza colombiana, se concluyó que la estirpe racial nacional no había tenido suficiente tiempo para confundirse en un solo tipo adaptado al trópico. De allí la necesidad de mejorar la raza nacional mediante campañas higienistas, pero también la política de evitar la inmigración, desde luego, de razas indeseables pero, así mismo, de gentes 'civilizadas' que no ayudarían a formar un tipo adaptado al clima.

No es sorprendente que Colombia fuera una de las naciones más hostiles a la inmigración. A los inmigrantes japoneses se les acusó de ser una raza "muy inferior física y moralmente". Incluso los inmigrantes alemanes fueron señalados de atentar contra las buenas costumbres católicas. Pocos meses antes de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno impartió órdenes de no recibir judíos.

En la primera parte del siglo XX, el pensamiento 'racializado' sobre el país invadía muchos de los aspectos de la vida nacional. Pensar el problema racial fue sinónimo de reflexionar sobre el futuro de la patria. Desde el liberalismo, el mestizaje era positivo y servía como arma contra el imperialismo. Además de ser una herramienta de muy dudosa validez, de alguna manera reforzaba la exclusión interna. Por ejemplo, cuando José María Vargas Vila, famoso paladín de la lucha contra el imperialismo norteamericano, atribuyó la facilidad de la penetración capitalista a la "raza aborigen inerte y fatalista".

Desde la perspectiva conservadora, la visión sobre el mestizaje era pesimista e igual de excluyente. En 1928, Laureano Gómez consideró que los aportes españoles a la civilización no eran gran cosa; que los negros eran "rudimentarios" y que los indígenas tenían el "rencor de la derrota". Además, que las mezclas eran "fisiológica y sicológicamente inferiores". Y, por último, que el extranjero era un elemento que atentaba contra la nacionalidad.

En ambos extremos se asumía erróneamente que la gente valía por su herencia biológica. En esa coyuntura, el Estado decide apoyar la antropología, el estudio de las razas y culturas de Colombia. Pero en el curso de los siglos, la ideología del mestizaje en Colombia había pasado de ser rebelde a ser una estrategia más de xenofobia y negación de la diversidad.
 
* Profesor del departamento de antropología. Universidad de los Andes.