Especiales Semana

En el principio...

Las culturas indígenas de Colombia tienen explicaciones muy particulares acerca del origen y del sentido del universo. Casi todas ellas se basan en una estrecha comunión entre el hombre y la naturaleza.

Mauricio Pardo*
25 de junio de 2005

Los pueblos indígenas colombianos poseen complejas concepciones sobre el universo que se expresan en exuberantes narraciones míticas, algunas de ellas de gran extensión. La intervención del mundo blanco con el dominio colonial y misionero primero, y ahora a través del mercado, la escolarización y los medios de comunicación, han causado sensible deterioro sobre este valioso patrimonio oral. El conocimiento de los mitos requiere de una memoria prodigiosa y del conocimiento de técnicas orales narrativas y en algunas ocasiones de formas lingüísticas secretas, herméticas o de exclusivo uso mitológico. Estas cosmologías generalmente conciben un universo de varios niveles en el centro del cual está el mundo en que habitan los humanos. El origen de la gente y de los usos sociales y culturales con frecuencia se narra como un paso desde la animalidad inducido por la acción de deidades creadoras y por héroes culturales que van ejerciendo su labor civilizadora mientras protagonizan fantásticas aventuras a través de los diversos niveles del universo.



El mundo y el cosmos lo pueblan diferentes fuerzas sobrenaturales que de diversos modos los chamanes pueden influenciar a través de rituales, ofrendas, cantos, bailes, recitativos, o de estados extáticos para mantener o reparar el equilibrio del mundo o para favorecer a las personas y los recursos naturales.



Para el pueblo tule, que habita en el golfo de Urabá, conocidos por los españoles como cunas, el cosmos, obra de Paptumat el creador, está integrado por 12 mundos superpuestos en el centro de los cuales está el de los seres humanos. Los niveles inferiores son el lugar de los muertos, en los mundos de arriba habitan los seres celestiales. En un principio la humanidad no se diferenciaba de los animales y todo lo que existía era de oro. Ibeorgún es la deidad que fue dotando a los humanos de su condición de personas y les fue entregando la cultura y estos elementos iban dejando de ser de oro. El creador dejó a 11 neles, o chamanes legendarios muy poderosos para que acabaran de dotar a los tule con la cultura. En el cosmos hay lugares de gran poder llamados kalu en los que se encuentran entidades espirituales. Estos lugares están también en la Tierra en sitios prominentes como cerros o cuevas. Los chamanes tule o innatuledi entran en contacto con Ibeorgún y con otros seres primordiales a los cuales representan mediante figuras talladas en madera llamadas nuchu.



Los innatuledi conducen laboriosas y prolongadas ceremonias de curación en las que los cantos que ejecutan son uno de los principales aspectos del poder chamánico. Los rituales de paso femeninos son eventos ceremoniales de gran importancia entre los tule.



En las selvas del Pacífico y en las estribaciones cordilleranas aledañas se encuentran los grupos embera. El mundo fue creado por el padre primigenio Tachizeze o Ancoré. Un hijo de este padre conocido como Karagabí sostiene una serie de combates con su



adversario maligno Tutruica y finalmente triunfa y puede crear el mundo y engendrar de su saliva a los hombres. Por encima del mundo de los hombres está el mundo de los muertos dominado por los reyes gallinazos. Por debajo existe un mundo en donde residen algunos espíritus y seres humanos imperfectos, producto de relaciones sexuales prohibidas. En un principio los animales eran como hombres pero no tenían agua pues la guardaba la hormiga conga en un árbol gigante. Los animales derribaron ese árbol del cual nacieron todos los ríos. Distintos elementos de la cultura como las plantas cultivadas les fueron dados por un héroe cultural que nació de la pierna de un hombre. El mundo está poblado por espíritus y algunos de estos son dueños de las especies animales. Varios de estos espíritus pueden causar enfermedades a la gente. Los chamanes embera o jaibanás ofician rituales para controlar los espíritus especialmente para restituir o fortalecer la salud de las personas.



Para los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, ika, kogui, wiwa y kankuamo, descendientes de quienes los españoles conocieron como tayronas, el universo está centrado en la Sierra, la cual es la gran madre Haba. La Sierra está en el centro de un cosmos de varios niveles que se superponen integrando la forma cónica del caracol hacia arriba y hacia abajo. Este cosmos está orientado por las deidades de los cuatro puntos cardinales y se reproduce constantemente en la cultura indígena: el telar, las casas, los templos, los fogones, los diseños textiles reiteradamente expresan en la mentalidad indígena esta representación del universo. La Sierra se concibe como un gran organismo y los chamanes sacerdotes o mamos deben velar continuamente por la salud de este gran ente viviente por medio de numerosas ofrendas rituales. Los picos nevados, las lagunas, los ríos y otras marcas notables del paisaje son sitios sagrados de profundo significado mitológico y cualquier alteración de la naturaleza tiene consecuencias catastróficas para todo lo existente.



Estas sociedades indígenas de la Sierra Nevada se consideran a sí mismas como los hermanos mayores de la humanidad encargados del cuidado de toda la tierra a través de la atención y conservación de la Sierra como centro vital universal. Pocas sociedades están marcadas de manera tan generalizada por su cosmología, su actividad ritual y la poderosa influencia de sus chamanes como estos aborígenes.



En la Sierra Nevada del Cocuy, en la cordillera Oriental, habitan los indígenas u'wa, conocidos por los españoles como tunebos. Según este pueblo el universo se asimila a una gran casa de cuatro pisos y el mundo de la humanidad está en el segundo piso. El mundo fue creado por Ruracá, la madre primordial. La actividad creadora de esta deidad está asociada a la masticación de coca. De esta forma se origina su hijo Sira, de quien descienden los seres mitológicos que van creando los distintos elementos de la naturaleza y los animales. Mediante el consumo de miel, ají, coca, tabaco y yopo, algunos de estos animales surgen de las lagunas transformados en personas. El consumo de estos recursos es uno de los elementos centrales de la actividad de los chamanes u'was llamados wedheya para la continuidad de la sociedad y de la naturaleza. Los u'wa consideran que su territorio y sociedad están en constante peligro de contaminación. Personas y elementos foráneos deben ser evitados y el contacto con estos debe ser purificado por los rituales de los wedheya. La fragilidad de la naturaleza frente a la contaminación y a la intervención y las consecuencias catastróficas de alterar los complejos equilibrios espirituales, sociales y naturales del universo u'wa son la razón de la contundente oposición de este pueblo a lo que consideran profanación de sus territorios sagrados por las perforaciones de compañías petroleras.



En el área del Vaupés habitan los indígenas del grupo tukano oriental, conocidos de esta forma a causa de una de las lenguas nativas que generalizaron los misioneros como medio de comunicación. Son en realidad un grupo que comparte elementos culturales, mitológicos y territoriales pero que se dividen en unos 17 grupos que hablan lenguas distintas pero fuertemente emparentadas. Es un tipo de organización social única en el mundo en el que estas diferencias lingüísticas operan como identificación de grupos locales que tienen intercambios matrimoniales. Estos grupos han sido conocidos por los hablantes del castellano son bará, barasano, carapano, cubeo, desano, macuna, papiwa, piratapuyo, siriano, tatuyo, taiwano, tucano, tuyuca, uanano, yurutí y dos grupos que hablan lenguas del grupo arawak pero que comparten los demás aspectos culturales: los cabiyarí y los tariano.



Estos grupos comparten una cosmología en la que el origen de la gente y de los distintos grupos provienen del viaje por el río primordial de oriente a occidente de una boa anaconda la cual se fue segmentando en varios trozos de cabeza a cola originando los clanes especializados de estos grupos de chamanes, guerreros, cantores, capitanes, bailadores. Esta división se reprodujo en los distintos ríos del Vaupés en donde están asentados los grupos. Cada grupo tiene su propia versión del viaje de la anaconda la cual les da una contundente pertenencia a un territorio fluvial específico. Otros aspectos como las plantas cultivadas, las técnicas de caza, la preparación de los alimentos, la construcción de viviendas, están originados mitológicamente por la gesta de unos hermanos héroes civilizadores, quienes van siguiendo el trayecto del río primordial marcado por el curso del sol de oriente a occidente por encima de la tierra y de occidente a oriente por debajo de ella en el mundo de la oscuridad. Los ciclos míticos, en especial el origen de los roles masculinos y femeninos, los intercambios matrimoniales y las alianzas entre los grupos se renuevan en los prolijos rituales de yuruparí. Los chamanes conducen bailes y cantos y los hombres portan las trompetas sagradas que no pueden ver las mujeres.



Los nasa de las montañas caucanas, conocidos como paeces, han sufrido desde la Conquista la explotación en las haciendas de los terratenientes caucanos.La cosmología de este pueblo contiene episodios de la resistencia indígena desde la época colonial. Los conocimientos y los principios sociales que guían a los nasa provienen de los emisarios enviados por K'pish, el trueno, quien es un ser primordial que ejerce un gran poder desde su residencia en las altas montañas. El emisario más memorable fue Juan Tama, también conocido como Lliban, quien llegó a ser un gran cacique en los tiempos coloniales. Nació de una quebrada de donde fue tomado por los te'walas, como ellos denominan a los chamanes. Juan Tama fue un líder político y militar que guió a los nasa en luchas contra otros vecinos indígenas y logró del rey de España el reconocimiento de sus territorios mediante títulos coloniales. Fue también un te'wala muy poderoso que dejó numerosas enseñanzas rituales y médicas y marcó el fin de sus días al sumergirse en una laguna en las altas montañas. La narración sobre Juan Tama muestra cómo en el cosmos de los nasa están integrados de manera indisoluble los aspectos políticos e históricos de la lucha de este pueblo por sus tierras y su libertad con las fuerzas sobrenaturales y el poder chamánico.