Especiales Semana

Estamos a kilómetros

Colombia está perdiendo la oportunidad de aumentar sus exportaciones, pero las soluciones van más allá de las obras. Se necesita cambiar varios procesos.

23 de octubre de 2010

Nuevo puerto en el Pacífico
La obra se complementa con un plan ferroviario.

Las obras de infraestructura, en especial de transporte, tienen un papel significativo en la construcción de un país. Colombia es de regiones y necesita integrar su territorio para que pueda responder como un verdadero Estado. También debe integrarse con el mundo, lo que demanda una conectividad vial, férrea, aeroportuaria, puertos fluviales y marítimos; y de conexión a las redes informáticas que faciliten la inserción real a la sociedad del conocimiento y al desarrollo de actividades de alto valor agregado.
 
Es necesario un nuevo puerto sobre el Pacífico para conectar con Asia, en cuya dirección se mueve hoy el centro de gravedad del mundo, así como el puerto en Urabá, además de un plan ferroviario nacional y el uso intensivo de la electricidad en la movilidad. Pero lo fundamental para adelantar estas obras es adoptar la institucionalidad apropiada, como la tiene el sector eléctrico.

Carlos Felipe Londoño Álvarez
Rector de la Escuela de Ingeniería de Antioquia (EIA)

Revolcón en el Mintransporte
Se dedicaría únicamente a diseñar la política.

Colombia sería un mejor país si contara con una mejor infraestructura para el transporte de las personas y las mercancías. Una buena infraestructura propicia el desarrollo económico y social, en la medida en que permite que los productos puedan competir más fácilmente en los mercados externos, el mercado interno crezca, el país sea más atractivo para la inversión extranjera y la población esté más integrada sin necesidad de desplazarse a las ciudades.

Buena parte de nuestro atraso en este campo se genera por fallas institucionales, carencias técnicas y poca claridad de las normas. Hay una muy baja capacidad de ejecución de grandes obras, se desperdician recursos y no hay responsables porque las competencias de las entidades interfieren entre sí.

A pesar de las dificultades, creo que hay salida, si se hacen modificaciones relativamente sencillas con los siguientes principios, que, por cierto, han funcionado más o menos bien en otros sectores, como es el caso de los servicios públicos.

El primero es que el Ministerio de Transporte se debe dedicar exclusivamente a diseñar la política, a definir prioridades y a pensar en lo macro. El segundo principio consiste en crear una comisión de regulación para reglamentar en el marco de la política que le defina el Ministerio. Tal como sucede en otros sectores, debe garantizarse que sea una comisión de muy alto nivel técnico y que tenga claro que lo más importante es que los usuarios de la infraestructura y del transporte tengan mayor cobertura, mejores servicios y menores costos.

El tercer asunto tiene que ver con la existencia de un ente que haga o contrate las funciones de la banca de inversión. Éste debe ser un estructurador financiero de los proyectos prioritarios e idearse las formas de obtener los recursos.

El país no debe tener temor de dar concesiones por largo tiempo; si financiar una obra prioritaria requiere una concesión por 50 años, debe hacerse, por supuesto, en las mejores condiciones posibles, pero sin olvidar que la peor condición es no tener infraestructura.

Creo que si a la mejora de la infraestructura se le adiciona un trabajo aún más intenso para incrementar la calidad y la cobertura de la educación y, además, se ponen en marcha medidas para que la justicia opere de manera ágil y eficiente, tendríamos un mejor país, con mayor bienestar y más credibilidad, respeto y seguridad frente a la institucionalidad.

Luis Carlos Villegas
Presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi)

Simplemente planificar
Un país entrelazado y conectado por dobles calzadas.

Bien vale la pena soñar con un país donde los trenes van y vienen repletos de mercancías y también de pasajeros sonrientes. Donde el río Magdalena recobre su condición de arteria fundamental de la red de transporte, con sus riberas debidamente protegidas de la depredación ambiental.

Un país entrelazado por dobles calzadas que propicien, no solo el crecimiento de la economía y la competitividad nacional, sino también el bienestar de los usuarios; articulado por carreteras adornadas con estaciones de servicios, hostales turísticos tan hospitalarios como estéticos, parques de diversiones y frondosos corredores de arbustos y vegetación a manos llenas.

Un país donde los puertos y los aeropuertos despidan de manera amable y oportuna al emigrante, y exoneren al que llega de la claustrofobia, el sofoco y la neurosis que producen la estrechez de algunas terminales y las filas kilométricas que esperan una requisa grosera o el simple sello de un burócrata mal encarado.

Un país cuyo sistema de transporte funcione como un relojito suizo con precisión ejemplar, y donde las autopistas, los túneles y los puentes no sean estigmatizados por cuenta del mal proceder de unos cuantos: los funcionarios que contratan mal las obras o quienes las construyen con negligencia descarada.

Dependerá todo, sin duda, de la disciplina, la honradez y el buen sentido de la planificación con que manejemos la infraestructura actual y construyamos las obras que aún nos hacen falta.

Juan Martín Caicedo
Presidente de la Cámara Colombiana de Infraestructura (CCI)