Especiales Semana

Fe, confianza y esperanza, parecidas pero no iguales

Aunque son valores semejantes pero no idénticos, es necesario recurrir a los principios fundamentales para superar la mediocridad y la desazón que se han tomado al país.

Alfonso Llano Escobar, S.J.*
21 de junio de 2009

Para todo colombiano el horizonte nacional e internacional presenta densos nubarrones que amenazan echar por tierra el edificio de la propia personalidad. Enumeremos algunos de estos nubarrones:

•La recesión económica mundial que afecta el bolsillo de ricos y pobres; recesión que se manifiesta en el descenso de la construcción, de la industria, del comercio, de las exportaciones e importaciones, entre otros.

• La pandemia gripal, con alerta amarilla para todo ciudadano que viaje al exterior o que prefiera encerrarse en las cuatro paredes de su habitación.

•Vida política agitada, oscura, indecisa, sin saber qué rumbos cogerán los destinos de la patria en manos de algunos políticos sin Dios y sin conciencia.

•Crisis aguda de la Iglesia católica, escándalos de curas y obispos, descontento generalizado frente al Papa y a sus medidas y pronunciamientos poco felices e impopulares, pérdida de prestigio de la Iglesia, disminución de la práctica religiosa, disminución de clero y de religiosos, entre otros.

•Desempleo con sus secuelas de robos,

desocupación, criminalidad, disminución del ritmo de crecimiento de la economía.

•Invierno y desajuste climático que hace que el tiempo sea variable e impredecible aun por los expertos. Intenso invierno, calamidades.

•Fracaso matrimonial en auge seguido de escape hacia un segundo y tercer matrimonio, con las consecuencias de descomposición familiar, deseducación de los hijos, adolescentes sin rumbo, parejas en continua pelea.

Y podríamos continuar la enumeración de más densos nubarrones que ponen a prueba la calidad y el temple de la personalidad de cada colombiano. Muchos seres humanos, hombres y mujeres, adolescentes y mayores, se derrumban ante los problemas y fracasos y entran en una etapa oculta y funesta de la vida, manejados por la depresión y por toda clase de dependencias, por el consumo de droga, como manera insensata de escaparse de los estados de ánimo absurdos, de huir de la responsabilidad, de la vida útil, plena y constructiva.

Se impone una pronta reacción, el recurso a los valores tradicionales de Colombia. Se impone el echar mano de actitudes propias de valientes: la fe, la esperanza y la confianza, valores parecidos pero no idénticos. Veamos:

Fe es agarrarse a lo firme, a lo estable y absoluto para no dejarse hundir.

Confianza es descansar sobre alguien más grande y más fuerte que uno, que me ayude a permanecer firme y a reconstruir mi vida.

Esperar es proyectarme hacia el futuro para construir el mañana con la siembra ciega de hoy pero esperanzadora de vida personal y de patria en el mañana.

Se trata de actitudes parecidas pero no iguales, de valores semejantes pero no idénticos.

Quiero poner de relieve la importancia de la fe en esta hora de crisis; la importancia de la fe para superar los momentos de crisis y salir de ellos más purificado y fortalecido.

En el momento en que pierda la fe en mí mismo, me hundo en la nada de un mundo interior caótico y vacío.

Se impone en este momento crítico darle un sí fuerte, rotundo y decidido a mi yo, a mi persona: debo creer en mí y, si soy creyente en Dios, debo darle un sí heroico y mañanero a Dios, el amigo inseparable que está siempre a mi lado, así no lo sienta, ni lo vea, como no veo el aire que respiro ni siento la luz que me circunda. Pero allí están a mi lado.

Un ser humano sin fe es como un barco a la deriva, como un avión sin rumbo, como un muñeco sin peso en la cola. Fe es pisar firme, es sentirme hijo de Dios, el infinitamente superior a mí y a mi conciencia; es sentirme agarrado por la poderosa mano de Dios, que me puso en la vida y me acompaña en cada paso. En esta hora oscura, necesito hacer un acto diario de fe en Dios, fe en mí mismo, fe en la patria, fe en los seres más cercanos, aquellos de quienes necesito para vivir y sobrevivir.

No puedo permitir que los estados de ánimo, adversos y absurdos, asalten mi yo y amenacen con hundirme en sus aguas negras y profundas. Debo distinguir mi yo de cualquier estado de ánimo absurdo que pretenda dominarme, y desde mi yo, como señor de mi mundo interior, sobreponerme a toda cavilación, a todo intento de asalto, de ataque contra la estabilidad y señorío de mi yo. En tiempos de crisis debe prevalecer la estabilidad de mi yo. Mi conciencia por encima de todo. Sólo Dios está por encima de mi yo y de mi conciencia. Aquí es cuando debo recurrir a la confianza. Ya dijimos: confiar es apoyarme en alguien mayor que yo, más fuerte que yo, que me ayude a sobreaguar. ¡Y quién más grande y más fuerte que Dios! Entra en el santuario de tu conciencia, entra en el silencio acogedor de un templo y dedica unos minutos a ejercitar tu fe y tu confianza en Dios y en ti mismo.

La hora presente constituye todo un reto a salir de la mediocridad. Sólo los valientes sobrevivirán. Sólo los esforzados, los creyentes en Dios, en la patria y en sí mismos, podrán superar la crisis presente y pasar a etapas más tranquilas y promisorias. Cree, confía, espera, y puedes estar seguro de que triunfarás.
 
* Director del instituto de bioética de la Universidad Javeriana