Especiales Semana

GASTRONOMIA

4 de septiembre de 1989

Desayuno con jugo de naranja, caldo, dos huevos revueltos, arepa queso, pan, mantequilla, mermelada y café con leche. Esto para empezar, si es un día entre semana. Si se trata de sábado o domingo, añádale a la lista un tamal o un bollo.
Tres horas después se interrumpe cualquier actividad académica o profesional para darse de lleno a los encantos de las mediasnueves. Tres más adelante, organismo y mente deben estar ya en disposición de enfrentarse a una porción generosa de la fruta de la temporada, un buen plato de sopa, un suculento seco con repetición incluída y, por supuesto, un postre casero, preferiblemente con almíbar.
A eso de las cuatro de la tarde la mesa se alista nuevamente, en esta ocasión para ofrecer unas colaciones o una tajada de mantecada, con queso y café con leche, una taza de chocolate o incluso una aguadepanela bien caiente.
Al llegar la noche vuelve a sentirse el revuelo en la cocina. Las últimas pruebas se aceptan o se corrigen de inmediato, se alistan cubiertos, se secan los platos y se botan las plumas del par de gallinas que ahora yacen en el horno. Llega la comida con todo su bombo y luego una sobremesa donde todos participan, hasta cuando la voz mayor anuncia que el Santo Rosario está próximo a comenzar.
Como si fuera poco, antes de dormir habrá que enfrentarse a otro par de platillos, porque -así lo aconsejan las abuelas- no es bueno acostarse con el estómago vacío.
Frente a la descripción anterior tal vez no existan sino dos reacciones: nostalgia o carcajadas.
Nostalgia, en efecto, para quienes fueron protagonistas de esa diaria odisea gastronómica...
Carcajadas para quienes hoy en día han signado sus esperanzas estomacales en la comida rápida que se anuncia con luces de neón.
Pero para unos y otros, probablemente se trata de un tiempo ya pasado, y no por eso, necesariamente, mejor. Eran otras épocas y, con seguridad, eran otros aparatos digestivos. Elásticos al máximo. Incansables trituradores de alimentos.
Ciencia, estética y economía, entre otros factores, se han encargado de que las cosas hayan cambiado radicalmente en cuanto a gastronomía se refiere. Porque la verdad es que son pocos los estómagos, pocos los cuerpos y pocos los bolsillos que hoy podrían resistir algo semejante.
Lo cierto es que las costumbres alimenticias han dado un giro de 180 grados, y asímismo han cambiado las demás costumbres. ¿Cuál fue el primero?, no interesa... En todo caso, han ido de la mano.
Muchas abuelas se han resistido al cambio. Para ellas, cuya vida giraba en buen medida alrededor de la cocina, pendientes del caldo, la gallina, las galleticas crocantes, los duraznos en almibar, la sopa de indios, los buñuelos, las colaciones, los jamones de cordero... para ellas no es fácil entender que sus nietos almuercen con una hamburguesa o coman con un perro caliente.
Los tiempos han cambiado, es cierto. Pero las abuelas deben comprender que la universidad y la oficina quedan, en la mayoría de los casos, a hora y media de la casa. También deben imaginar que esposo y esposa trabajan, y no es fácil llegar a casa a preparar tal cantidad de manjares.
También habrán oído que buena parte de los negocios de hoy se cierran en la mesa de un restaurante... ¡ y buena parte de los romances, por supuesto!
RESTAURANTES RECOMENDADOS
Bogotá:
Café Granada: Definitivamente se trata de un restaurante muy original. O acaso, ¿dónde más se encuentra un deshuesado Pollo Plebiscito, una Sopa Coquibacoa -con la receta de las abuelas fronterizas-, una Ensalada Salvación Nacional -con muchos ingredientes, por supuesto- una tentadora Tortilla Hinojosa o un selecto Steak Canasta Familiar.
Café Royal: Tan especial como el Hotel Bogotá Royal, donde está ubicado. La atención es 5 estrellas. La carta ofrece un jugoso recorrido por la cocina internacional y, con una tendencia hacia la nouvelle cuisine aparece llena de exclusividades. Aún fuera de la carta, pueden degustarse platos tan aclamados como los Langostinos maracuyá.
Casa Medina: Ubicado en la hermosa construcción que fue declarada Monumento Nacional, el restaurante Casa Medina, con su ambiente clásico y su decoración tan especial, es muy buscado por los ejecutivos, desde la hora del desayuno. Un menú internacional, con énfasis en la cocina francesa, presenta variedades muy apetecidas, al estilo de la nouvelle cuisine.
Casa San Isidro: Este restaurante se ha convertido en uno de los símbolos de Bogotá, no sólo por estar ubicado en el Cerro de Monserrate, a 3.190 metros de altura, sino también por constituir una oportunidad para realizar un plan totalmente original. A San Isidro se llega en teleférico, que funciona hasta pasada la medianoche, y allí se encuentra una carta gastronómica muy exclusiva. Además de la cocina francesa, la gran especialidad es la langosta, que se ofrece en más de 10 variedades.
Casa Vieja: Con una completa selección gastronómica de las diversas regiones colombianas, Casa Vieja es el restaurante típico por excelencia. En cualquiera de sus cuatro sucursales, la decoración colonial y los conjuntos de música vernácula ofrecen un ambiente decididamente acogedor. Las picaditas y los acompañamientos -también muy típicos- son sensacionales.
Crema y Lujuria: Ya son tres. Los de Unicentro y Metrópolis conservan ese estilo tan especial que los hizo inconfundibles: una excelente combinación de restaurante de comida internacional, salón de té y heladería. El de la Avenida 19 con 114, conservando esa magia del ambiente, entre informal y elegante, se especializó en las carnes al carbón.
Crepes and Waffles: Nació hace algunos años como una nueva opción de comida informal para la gente de hoy. Los resultados fueron arrolladores. Su estilo diferente y cómodo, y su cocina de exquisito sabor, con salsas de sal y de dulce muy especiales, los ha llevado a crecer. Ahora son 4 en Bogotá: 85 con 11, Centro Internacional, Bulevar Niza y Avenida 19 con 120. Uno en Cartagena, en El Laguito, y desde esta semana uno en Cali, en la Avenida 5 Norte.
Daríus: La cocina de mar tiene un sabor muy especial en Daríus. El comensal escoge su pescado directamente en la nevera, o se inclina por alguna de las variedades de cazuelas -de mariscos, de langostinos y mixta- que han recibido los mejores comentarios gastronómicos. En Bogotá están el tradicional de la Avenida de las Américas y el de la 94 con 12 -próximo a cumplir un año-, con bar independiente, reservados y musica viva. Y en pocos meses Daríus estará en Cartagena con todo el sabor caribe.
El Café de las Plantas: Si de cocteles se trata, en este bar acogedor y original de la Avenida 15 No. 101-07 las opciones no tienen fin. Con un ambiente informal, El Café de las Plantas ha hecho más alegres las noches de los bogotanos.
El Taller de Clément: Especialidad en comida francesa, por supuesto, con Clément a la cabeza, que se trajo las mejores recetas de su abuela. Ya son muy conocidos los festivales gastronómicos que organiza cada año, reviviendo costumbres de siglos pasados. En El Taller siempre hay notas originales: desde las salsas y los platos de la carta, hasta la llamativa decoración de la casa.
Hatsuhana: Auténtico y exclusivo restaurante japonés, con tres salones separados: el Tatamy, el Teppanyaki y el Sushi bar. El ambiente es definitivamente acogedor y llamativo, bien sea para reuniones de negocios, para cenas románticas o para reuniones informales. La comida japonesa, que en Hatsuhana ofrece todas las especialidades, es muy apetecida.
IL Forno Romano: El típico restaurante de comida italiana, atendido por sus propios dueños, en un ambiente informal. IL Forno Romano reproduce en Bogotá, en su sede de la Avenida 19 con 124, un menú tradicional de los hogares romanos, con toda la sazón, en platos tan especiales como Quattro punti cardinali in pasta Scaloppe alla parmigiana, o Spaghetti al cartoccio.
Il Giardino: Apenas un par de años en el norte de Bogotá y es uno de los restaurantes más buscados por los amantes de la buena mesa. En el menú internacional de Il Giardino no es posible encontrar un plato que no brille por su tratamiento original: desde ingredientes poco comunes hasta recetas que exploran lo más sofisticado de la gastronomía.
La Biblioteca: De entrada, su nombre marca la pauta del ambiente que se vive en este restaurante del Hotel Charleston. Encantador y diferente, se ha caracterizado por sus desayunos ejecutivos y una carta internacional, con énfasis en la cocina francesa y especialidad en truchas y langostinos.

La Casa de la Paella: Su especialidad -la paella, lógicamente- conserva las más exigentes recomendaciones de la cocina española. El ambiente revive un tipico restaurante de la Madre Patria, y cuenta con espacios reservados para reuniones sociales y de trabajo. La carta esta complementada con deliciosos platos internacionales. La atención es inmediata y hay un eficiente servicio a domicilio.
La Cascada: Con una carta que se renueva cada seis meses, este restaurante del Hotel Tequendama ofrece lo más auténtico de la cocina italiana. Su nombre obedece a una verdadera cascada que se proyecta en el salón, y que lo dota de un especial ambiente de tranquilidad. Una excepcional barra de antipasto, y platos tan buscados como el Spaghetti alla pirata, la Pizza Lombardy y el postre Tiramisu, lo han posicionado en los primeros lugares.
La Fragata: Ambiente de mar por donde se le mire. Con sus especialidades gastronómicas tantas veces destacadas, con su ambiente tan acogedor, su decoración que hace olvidar del todo el peso de la ciudad, y sus cinco lustros de experiencia, La Fragata es una verdadera institución. Sus platos son muy buscados, y poseen una sazón caracteristica que le da más sabor al mar.
La Terrine: Restaurante informal y tienda de delicias gastronómicas para llevar, de ingredientes poco comunes, de salsas tradicionales con el toque inconfundible de La Terrine. Si de sánduches se trata, en cualquiera de las tres sucursales de La Terrine se puede preparar y comer el más delicioso.
Le Chalet: Los fondues hicieron famoso a este restaurante acogedor y diferente del norte de la ciudad. Con platos típicos de la cocina suiza, y algunos muy especiales de la francesa, Le Chalet ofrece increíbles combinaciones para los amantes del buen comer. Algunas exclusividades, como la crema de cangrejo de río o las ostras de ciénaga sobre hielo, dan una idea de la calidad gastronómica de este lugar.
Le Pavillion: El ambiente clásico y sobrio de este restaurante del Hotel Bogotá Plaza se ajusta excepcionalmente a su menu internacional -con especialidad en comida francesa-, que ofrece platos exclusivos y un tratamiento muy especial para los platos tradicionales. En Le Pavillion se han vuelto famosos los desayunos buffet y los festivales gastronómicos .
Le Poivre: Con especialidad en comida francesa, este restaurante se ha caracterizado por las exquisitas salsas que acompañan sus platos. Fiel a su nombre, se recomienda el steak pimienta y los diversos platos que han convertido a la pimienta en el condimento especial, en diversas presentaciones. Le Poivre cuenta con los salones rojo, verde y rosado, en donde se atienden grupos, recepciones y cocteles.
Le Toit: Pionero en la organización de festivales gastronómicos, este restaurante del piso 41 del Hotel Bogotá Hilton ofrece no sólo una excelente panorámica sobre la ciudad, sino también una experiencia de varios años al servicio de destacadas personalidades del país, y del público en general, que en una ocasión lo escogió como el mejor restaurante de Bogotá. Decorado al estilo Luis XV, la especialidad de Le Toit es la comida francesa.
Longaniza: Si de carnes se trata, Longaniza tiene la palabra. Con el sabor especial de su parrilla, la carta ofrece un recorrido por las más diversas variedades de carne de res y de cerdo, principalmente. La barra de ensaladas llama la atención por ser una de las más completas.
Romano Gallico: Diez años en Bogotá lo han catalogado como uno de los restaurantes más destacados de la cocina italiana. Más allá de la oferta tradicional de pastas y pizzas, Romano Gallico explora la enorme diversidad de carnes y productos de mar tipicos de este país y cuenta con una gama de exclusividades muy apreciada. Los reservados del restaurante son muy buscados para reuniones sociales y de trabajo.
Stephanos Club: En la Avenida Séptima con 134 se levanta una imponente construcción. Se trata de Stephanos Club. Discoteca con los más modernos efectos, casino elegante y un restaurante de primer orden, con la apetecida nouvelle cuisine de la cocina francesa. El ambiente es elegante y el ritmo lo marca un agradable grupo de jazz. Decorado en tonos pastel, es un estilo postmodernista griego muy adecuado para sus especialidades, que son los platos a base de crema de leche.
The Place: Cuando apareció este restaurante en Bogotá, hace varios años, los sánduches y las ensaladas adquirieron una nueva dimensión. En The Place las comidas más sencillas reciben un toque muy especial y se hacen más gustosas. La decoración original y el ambiente decididamente informal son notas predominantes. La nueva sede, de la calle 118 No. 26-56, ha sido decorada con motivos automovilisticos. Tiene un agradable bar y servicio a domicilio.
Medellín
Café Le Gris: Un completo menú internacional recibe en Le Gris un toque muy especial, gracias a la sazón y los ingredientes propios que le han dado fama en la Ciudad de la Eterna Primavera. Con un ambiente muy acogedor, Le Gris atiende desde sus tradicionales sedes de El Poblado y el Centro Comercial Villanueva.
El Castellano: Desde el séptimo piso del Hotel Intercontinental, de la Capital de la Montaña, este restaurante ofrece una hermosa vista panorámica sobre la ciudad. Su menú es internacional, pero tiene especialidad en la comida francesa y en los mariscos. Como especial atracción gastronómica, la carta ofrece un buen número de platos que se flamean directamente en la mesa. El Castellano cuenta con musica en vivo, gracias a la participación de la orquesta Alcatraz.
La Fragata: 25 años de tradición en cuatro sucursales de Bogotá fueron un factor decisivo en la gran acogida que le han dado los paisas a La Fragata. Con su ya conocida comida de mar, con el ambiente especial y la decoración agradable que los caracteriza, La Fragata de Medellín, desde el noveno piso del Centro Comercial Monterrey, ha sido la sensación en la Bella Villa.
Sierrablanca: A 10 minutos del Aeropuerto José María Córdova, en la carretera Llanogrande-Las Palmas, este restaurante bar se ha hecho famoso por sus truchas, que se cultivan ahí mismo desde hace 25 años, al igual que las verduras que se utilizan en los diversos platos. Muchos paisas han convertido en un agradable paseo familiar su viaje a Sierrablanca. Allí, además de saborear una de las mejores truchas del país, se puede pescar y disfrutar en grande del aire libre.
Cartagena
Capilla del Mar: Contrario a lo que muchos piensan, este restaurante no se encuentra en el Hotel del mismo nombre. Su ubicación -privilegiada por cierto- permite una hermosa visión de la bahía, desde un rincón de Bocagrande. Su tradición suma varios años y la calidad sigue siendo la misma. Los frutos del mar son su especialidad.
Doris: Este es un nombre que suena mucho en la Ciudad Heroica. Atendido por su propietaria, ha logrado escalar importantes posiciones en relativamente pocos años. Su especialidad es la comida de mar, aunque el menú ofrece también platos de la cocina árabe. La langosta al estilo propio de la casa, la fiesta marinera y el lomo siete hiervas, entre otros, hacen de Doris uno de los lugares más buscados en Bocagrande.
El Tinajero de Doña Rosa: Lo que primero llama la atención de este restaurante es la hermosa combinación de ser como una casa colonial típica de la Cartagena de siglos atrás, ubicada en el interior del moderno Hotel Cartagena Hilton. Los comensales son recibidos con minicarimañolas rellenas con camarón y despedidos con los tradicionales dulces del portal. Entre sus especialidades se destaca el delicioso Arroz del Pescador.
Gourmet: El exquisito sabor cartagenero cobra una dimensión especial en este restaurante del Hotel Capilla del Mar. Con menú de corte internacional, se destacan, por supuesto, los frutos del mar y, en especial, las variedades de langosta. Los buffets del Restaurante Gourmet se han vuelto famosos entre los turistas y los propios cartageneros.