Especiales Semana

Hablando duro

Mientras en campos como la literatura las mujeres tienen una lánguida presencia, en el debate público sobre espinosos temas de la coyuntura sus voces resuenan.

Marta Ruiz*
20 de noviembre de 2010

Ha sido muy celebrada la invitación que el Ministerio de Cultura de Francia les extendió a 12 escritores colombianos, lo más granado de las letras nacionales y todos traducidos al francés, para que en una extensa gira hablaran de sus libros y de Colombia en su país. No obstante, al ver la foto de los 12 majos, cualquier francés pensaría que por estos lares las mujeres no escriben o sus libros no tienen el mérito de ser traducidos, ni sus voces, de ser escuchadas. Cosa curiosa pues, en realidad, en el campo de la cultura, quizá no tanto en la literatura, las mujeres se han tomado la palabra. Para empezar, el periodismo, y destaco el género de la opinión, que es fuertemente femenino.

Algunas de las voces más autorizadas, que hablan con mayor coraje y autoridad en temas de política, en contra de la corrupción y valientes a la hora de las denuncias son de mujeres. Para empezar, Claudia López, la acallada columnista e investigadora, y todo un grupo de mujeres lideraron la vigilancia electoral a través de la Misión de Observación Electoral. Desde la prensa, las voces de María Jimena Duzán, Juanita León, Cecilia Orozco o María Teresa Ronderos han sido influyentes en asuntos del periodismo. Si vamos a la televisión, buena parte de los programas de opinión y de los debates han sido conducidos por mujeres de extensa trayectoria, como Clara Elvira Ospina, Vicky Dávila y Claudia Gurisatti.

En el campo de la cultura es aún más impresionante el papel que decenas de mujeres están desempeñando como curadoras, gestoras culturales, directoras de museos, etcétera. Y en el campo de los estudios de la violencia, nombres como el de María Victoria Uribe, que ha diseccionado las masacres hasta descifrar las más tenebrosas de sus lógicas, o el de María Teresa Uribe, que con su influyente y discreto trabajo en Antioquia ha sentado las bases para la interpretación de los brutales ciclos de guerra de la región. El feminismo ha pasado de la tribuna a la elaboración de verdaderos tratados sobre la mujer en nuestra realidad nacional, en cuyo papel ha sido crucial la voz de mujeres como Florence Thomas, que han logrado poner el debate sobre el tema a la altura de los escenarios académicos y políticos. En fin, es innumerable la lista, y cubre desde artistas tan influyentes como Doris Salcedo y Beatriz González, pasando por curadoras, directoras de museos, gerentes de proyectos culturales y, sí, aunque no gocen del reconocimiento aquí o en el extranjero, las mujeres escritoras.

Las mujeres ya no solo tienen liderazgo en la influencia en la opinión pública, y no desde ámbitos que eran tradicionales del universo considerado de manera discriminatoria como femenino, es decir, la educación, los niños o todo lo que atañe a la tarea de cuidanderas del otro. Las mujeres han descollado en el debate público justamente en temas tan espinosos como la violencia y la corrupción, y de manera muy interesante, porque es notorio que existen corrientes que han incluido toda una visión del género y la cultura en la explicación de nuestra realidad. El tema de la violencia contra las mujeres, por ejemplo, empieza a aparecer en las obras de arte, en la televisión, en la prensa, y no por milagro, sino porque hay artistas, activistas, docentes e intelectuales que han hecho un esfuerzo consistente en que esta violencia no sea opacada ni apocada por la magnitud de la violencia política.

Posiblemente en la literatura aún no hay una tradición con fuerza entre las mujeres, pero sin duda hay nombres, como el de Laura Restrepo o Piedad Bonnett, que merecen un lugar en la antología de las mejores letras colombianas. Queda por sentado, en todo caso, que en los temas de la dura coyuntura, las mujeres se han impuesto mucho más que en la literatura.
 
*Periodista, columnista de la revista ARCADIA e investigadora.