Especiales Semana

Historia de un fracaso

Después de 15 años de experimentos, el cierre de Focine convence a muchos de que no debe haber cine colombiano.

1 de marzo de 1993

Historia de un fracaso
MUY POCOS SE SORPRENDIERON CUANDO se dio a conocer la decisión de cerrar para siempre las puertas de Focine. Al fin y al cabo esa medida se estaba esperando desde hace varios años, y no hubiera resultado lógico que el Gobierno dentro de sus planes de modernización del Estado- mantuviera en funcionamiento una de las entidades públicas más ineficientes del país.
Y es que la historia de Focine, prácticamente desde su aparición en 1978, ha sido una cadena interminable de fracasos. Durante sus 15 años de labores la compañía realizó 31 largometrajes, de los cuales solamente uno obtuvo ganancias. La película afortunada fue "Tiempo de morir", que por ser basada en un guión de Gabriel García Márquez logró venderse para la televisión de algunos países y recibió utilidades de dos millones de pesos.
El resto de las producciones, sin embargo, dejaron un promedio de pérdidas del 80 por ciento de la inversión. En efecto, de los 2.327 millones en pesos de hoy, que invirtió Focine en las distintas producciones y coproducciones, sólo recuperó 570 millones en tre taquilla y amortización de deudas Es decir que sus pérdidas fueron de 1.757 millones de pesos. El ejemplo más dramático de este descalabro es la película "María Cano", cuya producción costó 210 millones en pesos de hoy, y no alcanzó a recuperar ni siquiera dos millones. El balanee de este filme no podría ser diferente, pues durante el tiempo que estuvo en exhibición apenas reunió 7.500 espectadores.
Esta no ha sido la única película nacional en vivir una verdadera catástrofe de taquilla.
De hecho el promedio de entrada en los últimos años no ha llegado a los 40.000 espectadores, lo que indica que la mayoría de producciones colombianas ha pasado por la misma situación. Películas como "Caín", "Pisingaña" o "El día que me quieras", que tuvieron inversiones superiores a los 200 millones de pesos, no alcanzaron a tener más de 15.000 espectadores. En realidad el único momento en que los colombianos acudieron a ver su cine fue durante los primeros años, cuando películas como,"El taxista millonario" o "Padre por accidente" lograron taquillas de más de 800.000 espectadores.
Pero esto no duró mucho. Cuando se acabó la novedad de ver el país reflejado por primera vez en la pantalla grande, los teatros que exhibían cintas colombianas quedaron desocupados. Ha sido tal la indiferencia del público que películas como "Técnicas de duelo" - que incluso ganó premios en el exterior- no reunió ni 25.000 espectadores. Y la más reciente producción, "Un hombre y una mujer con suerte", del director Gustavo Nieto Roa, luego de dos meses de estreno no sobrepasa los 40.000 asistentes. Como consecuencia de esto, los 70 millones de pesos que prestó Focine para su realización se perderán en su totalidad.
Y ahí no acaba el viacrucis. Si con las producciones realizadas directamente por la compañía la catástrofe económica es inmensa, con los créditos dados a particulares para la financiación de películas el desastre es de iguales dimensiones. De los 36 créditos que se otorgaron desde 1978, 26 se perdieron casi en su totalidad. En otras palabras, en 15 años de historia el Estado colombiano invirtió miles de millones de pesos en películas que nadie vio y que no le produjeron sino pérdidas.
Como mecanismo para no tener que perseguir judicialmente a los deudores morosos, Focine optó por recibir como parte de pago los negativos de las películas que producían, cuyo valor real es igual a cero. Sin embargo este método le resultó tan mal negocio a la compañía, que decidieron descartarlo y exigir a los particulares cumplir con la deuda. En efecto, hoy en día más de 10 productores son objeto de cobro judicial.
Lo cierto es que si en Colombia las películas nacionales no fueron bien recibidas, en el exterior la situación fue todavía más dramática. Con la excepción de un par de estrenos que se exhibieron a las colonias colombianas en ciudades como Nueva York, ninguna película colombiana se ha estrenado comercialmente en los teatros del mundo. La única experiencia positiva internacional se dio a nivel de cinematecas, en donde cintas como "Rodrigo D-No futuro," han logrado buenos comentarios de la crítica.
Con todo este panorama, no hay duda de que el cine colombiano no tiene mucho futuro, pues ni las películas comerciales ni las realizadas con pretensiones artfsticas lograron sobresalir. De esta forma, la pregunta que cabe hacerse es si Colombia debe o no tener cine nacional. Y si se hace un vistazo a la situación mundial, la respuesta parece ser que no. En realidad los países que tienen actualmente un cine rentable se cuentan con los dedos de una mano.

CINE MUNDIAL: AL BORDE DEL ABISMO
En un solo país la industria cinematográfica pasa por un buen momento: Estados Unidos. Es el único que puede darse el lujo de hacer películas con la certeza de que no todas le van a dejar grandes ganancias. En efecto, el 80 por ciento de las producciones norteamericanas que cuestan en promedio 26 millones de dólares no superan la inversión, a pesar de que están respaldadas por empresas como la Twenticth Century Fox, Disney, Paramount o Warner Brothers. Sin embargo, con un solo superéxito que logren, al estilo de "Batman" o "Mi pobre angelito", obtienen utilidades superiores a 500 millones de dólares, con lo que recuperan los costos de 1O películas.
Definitivamente ese cine se tomó las salas del mundo. En Colombia el 99 por ciento de las cintas que se exhiben son norteamericanas, y en Europa la situación es casi igual. El 70 por ciento de las películas que hay en carteleras europeas también llegan de Estados Unidos. Para muchos este es el mejor ejemplo del famoso "imperialismo cultural" y por bueno o malo que sea, lo cierto es que los intentos de acabar con él no han tenido éxito. Y es muy probable que esto no cambie en los próximos años, pues los norteamericanos son los únicos que han logrado combinar la tecnología y la capacidad de inversión para sacar un producto que tenga demanda en todo el planeta.
Pero mientras Estados Unidos se consolida, el cine europeo se desmorona cada día más. Las películas francesas, inglesas, alemanas o italianas, que tuvieron su época dorada y que conquistaron el mundo, hoy no poseen más que consumo local. En Italia -donde el 75 por ciento de los ingresos se derivan de la exhibición de cintas estadounidenses- la crisis llegó a tal punto que las industrias no están recuperando ni la quinta parte de la inversión, y se han visto obligadas a entregar las películas a la televisión o al video, pues tampoco logran venderlas bien en el exterior.
Es tan grave la situación de la industria cinematográfica europea, que varios países tienen proyectado modificar la legislación vigente para impedir que su cine sucumba del todo frente al norteamericano. Pero aunque haya varias propuestas sobre la mesa, lo cierto es que es muy difícil acabar con el predominio de las películas estadounidenses, pues esta industria ya lleva mucho camino ganado.
Lo peor es que el cine europeo ni siquiera está teniendo acogida dentro de su propio público. Encuestas realizadas por empresas cinematográficas señalan que de cuatro espectadores, tres prefieren el cine norteamericano antes que el europeo. En Francia, sólo en los últimos cinco años, se redujo la taquilla en más del 50 por ciento.
Mientras en 1986, 74 millones de personas acudieron a ver cine francés, en 1991 esta cifra no llegó a los 35 millones.
Con todo esto, no es extraño que también se haya reducido la producción. Según un informe del sindicato Italiano de Trabajadores Cinematográficos, en los últimos años se está presentando una disminución constante del 23 por ciento en las taquillas de los teatros del Viejo Continente. Esto se comprueba al observar que la totalidad de países que conforman la Comunidad Europea producen al año menos número de filmes que Estados Unidos solo. Mientras en 1990 los países de Europa Occidental produjeron 457 filmes, Estados Unidos realizó en el mismo tiempo 480.
A tal extremo ha llegado la crisis europea, que varias industrias cinematográficas han optado por realizar coproducciones como única fórmula de ganar terreno sobre el cine norteamericano. Incluso algunos países han decidido asociarse con Estados Unidos con el propósito de alcanzar así un amplio mercado para sus producciones.
Esta estrategia permitió que cintas como "Cyrano de Bergerac", fueran un éxito rotundo a nivel mundial. Sin embargo, en la mayoría de los casos las coproducciones se están realizando entre países de la misma Comunidad Europea. En Francia, por ejemplo, el 50 por ciento de las películas estrenadas recientemente se han producido en asocio con Italia y Alemania.
Pero ni siquiera estas películas, con crédito italofrancoalemán, han tenido posibilidades. Aunque sean países del mismo continente, que están a menos de dos horas de distancia, las diferencias culturales y de idioma son un verdadero obstáculo. Y, como si fuera poco, ni siquiera el hecho de tener el mismo idioma constituye una ventaja.
De hecho, las películas inglesas que cuentan con el punto a favor de tener la misma lengua que las norteamericanas tampoco han salido de su declive y apenas representan el 10 por ciento del total de producciones europeas.
Lo mismo sucede con el cine español, que podría contar con público en toda Hispanoamérica pero que, por el contrario, cada dia pierde ms terreno. Y en lo que se refiere a América Latina la cosa es peor: ningún país tolera un acento que no sea el propio. En México no se exhiben películas argentinas, en Argentina no se exhiben películas mexicanas, y asi sucesivamente.
Es tal la dimensión del problema que en Venezuela resulta más fácil que el público vea una película colombiana doblada en inglés que en su idioma original.
En realidad el único país del Tercer Mundo que posee una industria estable es la India que, con 900 millones de habitantes, tiene la taquilla asegurada. Del cine brasileño, por ejemplo, que alcanzó a ser comparable con el europeo, sólo queda el recuerdo del éxito mundial que logró con la producción "Doña Flor y sus dos maridos". Y hasta la industria mexicana, que cuenta con medio siglo de historia, ha reducido notablemente su difusión. El mercado que poseia en años anteriores ha ido desapareciendo, sobre todo porque en Suramérica dejó de ser popular.
Ahora sólo cuenta con el público de su país, además del de las colonias mexicanas de Estados Unidos.
Sin embargo, aún con este público cautivo, la industria azteca atraviesa su peor crisis. Para que una película no pierda dinero, su costo no puede pasar de 100.000 dólares, que es en realidad la inversión promedio de las cintas mexicanas hoy. Por el contrario, hacer una película en Colombia no baja de los 300.000 dólares, y apenas cuenta con la quinta parte del mercado potencial del cine mexicano.
La verdad es que, aunque suele compararse con el arte o la literatura, el cine se asimila más a la industria y la alta tecnología. Un cuadro no tiene idioma, un libro puede traducirse. Sin embargo, realizar una película es un proceso tan sofisticado como hacer un automóvil, y Colombia está muy lejos de tener esos recursos. Pero esto no es una vergüenza. Si de los 234 países que hay en el mundo menos de 20 tienen un cine importante no hay razón para que Colombia forme parte de ese limitado grupo. Lo más razonable sería que estuviera dentro de los otros 200. -