Especiales Semana

¡INCREIBLE! LOS COLOMBANOS SOMOS FELICES

Encuestas del Centro Nacional de Consultoría revelan que, a pesar de todo, los colombianos estan satlsfechos con lo que les ha tocado en suerte

27 de julio de 1987

Es increíble. A pesar de los dos millones de hogares sumidos en la pobreza absoluta de que hablan los asesores del presidente Barco; a pesar de la inseguridad y la violencia, que cobran más víctimas mortales que la malaria y la disentería; a pesar del desempleo que afecta a un millón doscientas mil personas en las zonas urbanas del país; a pesar de todo, del caos del tráfico urbano, de los despeñamientos de buses intermunicipales, de los estragos de los inviernos, de la actitud de los políticos, de la proliferación de las mafias, del alza del costo de la vida, de la escasez de vocaciones sacerdotales, de la crisis financiera, de la baja de los precios del café, de los datos espantables del Instituto de Bienestar Familiar sobre mujeres apaleadas, niños abandonados, ancianos mendicantes, familias deshechas... a pesar de todo, los colombianos somos un pueblo prácticamente feliz. O por lo menos "satisfecho o muy satisfecho" que es el criterio más parecido a la felicidad que se emplea en las encuestas de opinión.
Porque es una encuesta de opinión la que acaba de entregar tan asombrosos resultados. La realizada, bajo el nombre engañosamente modesto de "encuesta sobre el amor y las relaciones entre parejas", por el Centro Nacional de Consultoría en la segunda mitad de noviembre del año pasado. Basta con recordar la época: reinaba uno de los más crudos inviernos de los últimos años, se cumplía un año de la matanza del Palacio de Justicia y de la erupción del nevado del Ruiz, estallaba el escándalo de los sobornos de la Ericsson, la mafia de la coca asesinaba al coronel Ramírez, los conservadores le armaban zambras en el Congreso al ministro Cepeda y el costo de la vida aumentaba sin cesar. Y sin embargo, de acuerdo con los hallazgos de la encuesta, los colombianos están satisfechos (o al menos estaban entonces) con absolutamente todo. Con su país, con la casa en donde viven, con su barrio y sus amigos, con su pareja, con su sexo, con su trabajo, con sus hijos, con su futuro, con su apariencia física, con su estado de ánimo, con su vida. Y están satisfechos (o muy satisfechos) absolutamente todos: los jóvenes y los viejos, los casados y los solteros, los ricos y los pobres, los que tienen educación universitaria y los que no. Son poquísimos, de entre los interrogados, los que se muestran descontentos con algo: el 5% de las mujeres encuentra que las relaciones sexuales con su pareja no son satisfactorias. A un 4% de los pertenecientes a estratos bajos no le gusta el barrio en que vive. Un 1% (¡un uno por ciento!) de todos los encuestados se considera feo. Si no para nada más serio, la encuesta del Centro habrá servido por lo menos para darle carne y sangre a esa respuesta tan enigmática que reciben los colombianos cuando le preguntan a otro colombiano que cómo está: "Bien por lo conforme"..
Se podría pensar también que no se trata de una encuesta seria. Que los llamados a responder las preguntas fueron cuidadosamente pre-seleccionados entre reinas de belleza recién coronadas, parlamentarios en viaje de placer, señoras que anuncian detergentes en la televisión y uno o dos doctores Pastrana: entre gente, en suma, contenta de profesión, por así decirlo. Pero no. Se trata de una encuesta rigurosa, realizada sobre una muestra de 680 personas (lo cual, según los especialistas del ramo, basta para reducir a un mínimo los márgenes de error) hombres y mujeres de los 17 años en adelante y pertenecientes a los estratos sociales bajo, medio y alto, habitantes de zonas tanto urbanas como rurales y provenientes de todo el país, para lo cual éste fue dividido en cinco regiones: zona paísa, zona Bogotá, zona atlántica, zona pacífica y zona centro-oriental. Una semana tomó realizar la encuesta, y más de un mes tabularla y organizar sus resultados, que ocupan un pesado legajo de páginas de computadora.
Y las conclusiones están ahí, en blanco y negro, para asombro de los encuestadores mismos y estupor de las generaciones venideras.
Así, en este país de paros cívicos y de protestas ciudadanas por la carencia de agua y de alcantarillado, de pobladores estafados por los urbanizadores piratas y de niños arrastrados por las crecientes del Tunjuelito o envenenados por la cercanía de los basureros a cielo abierto, resulta que un 92% de los hombres y mujeres interrogados están "satisfechos" (49%) o "muy satisfechos" (43%) de la casa en donde viven. Es apenas un ejemplo, pero como ese hay veinte más.
En este país en el que la Iglesia se vive quejando porque nadie se casa como es debido, en el que el abandono del hogar en las clases bajas y el segundo matrimonio en Panamá o en la Nunciatura Apostólica en las clases altas son la regla, y no la excepción, resulta que el 90% de los encuestados manifiesta estar satisfecho o muy satisfecho con su pareja (y solamente un 1% de los hombres dice estar muy insatisfecho), al tiempo que el 89% o está convencido de que su unión es "estable" o "muy estable".
Y, si se comparan los datos obtenidos por el Centro de Consultoría con los diagnósticos hechos por los hombres políticos o con las descripcianes dejadas por la literatura, no hay más remedio que concluir que es mucho lo que ha cambiado Colombia en los últimos veinte o treinta años.
De otra manera no se explica que éste que el presidente López Pumarejo llamaba "un país mal tirado" produzca un índice de satisfacción en las relaciones sexuales exactamente del 90%, que dejaría turulatos a Masters y Johnsons, los más minuciosos contabilistas del orgasmo que haya conocido la ciencia de la sexología. Y no se entiende que en ese paísaje de desolación y de depresión generalizada que han pintado los autores de novelas urbanas, en este país de los "guayabos negros" de Efe Gómez y de los "siervos sin tierra" de Caballero Calderón un 76% de los participantes en la encuesta, hombres y mujeres, declare que sólo muy de tarde en tarde lo asalta la tristeza: "a veces", reconoce un 31%; "casi nunca", manifiesta un 19%; "nunca", asegura, casi con jactancia, nada menos que un 26%.
Pero hay más. Se equivocan los promotores de los programas de "Colombia eficiente", que creen que el cuello de botella del desarrollo está en la ineficiencia; se equivocan los "críticos negativistas" de la prensa que denuncian el mal funcionamiento de las instituciones, de la economía, de los artefactos electrodomésticos; se equivocan los ciudadanos que se quejan de las colas inútiles en las oficinas públicas, de las alzas ladronas en las tiendas de la esquina, de la incompetencia de los choferes de buseta. Porque a todo eso responde la encuesta del Centro Nacional de Consultoría con una cifra que sólo cabe calificar de espeluznante: un 97% (entiéndase bien: noventa y siete por ciento) de los encuestados afirma sin la sombra de una duda que "hace su trabajo bien". "Siempre", declara la mayoría absoluta del 57%. "Casi siempre", matiza, sin duda recordando los "martes de Emiliani", un 33%.
Y hay todavía más. Los que resultan confundidos y dejados en rídiculo por la encuesta no son solamente los sexólogos y los literatos, los quejumbrosos y los agitadores de siempre, sino también, y a la vez, los estadistas de la derecha y los teóricos de la subversión, que temen los unos y esperan los otros, con igual vehemencia apocalíptica, el hundimiento del país en el caos. En opinión de los colombianos rasos nada de eso va a ocurrir. El país, según ellos, está divinamente. Nada menos que un 76% de los interrogados se declara "satisfecho" o "muy satisfecho" con la situación actual de Colombia, y apenas un exiguo 3% la ve tan mal como para considerarse "muy insatisfecho": ningún político que sepa hacer cuentas con los dedos va a volver a pensar, de ahora en adelante, en explotar la insatisfacción de las masas, puesto que semejante cosa no existe; y la consecuencia lógica debería ser que las "rehabilitaciones" y las "luchas contra la pobreza absoluta" de que tanto se habla ahora dieran paso de nuevo a las sonrisas de "complacencia patriótica" que conocimos antaño. Y eso no es todo. Pues no sólo una mayoría -dentro del total sin discriminar de los interrogados- piensa que el país, además de estar bien, va a seguir mejorando, y ellos mismos con el país (un 77% tiene "muchísimas" esperanzas en el futuro, y un 14% "muchas"); sino que los más jóvenes son los más entusiastas: un abrumador 78% de los interrogados entre los 18 y los 24 años lo manifiesta así. Y no sobra subrayar que se trata precisamente de los jóvenes en edad militar, o sea, los que en teoría deberían sentirse más inquietos personalmente sobre lo que les puede reservar el porvenir, de ser ciertos los análisis de los políticos y comentaristas profesionales.
Habría la posibilidad, que las preguntas diseñadas por la encuesta no contemplaron, de que esa satisfacción asombrosa que reflejan las respuestas y esa confianza verdaderamente primaveral en el mejoramiento futuro de todas las cosas fueran el fruto de una reflexión más bien sombría: la de que todo va a ser mejor porque es imposible que sea todavía peor. Pero no es esa la atmósfera que se respira a todo lo largo de las respuestas, sino la de un auténtico optimismo. De manera que la conclusión que hay que sacar es la de que todos los lugares comunes, las frases hechas, las ideas recibidas, los diagnósticos de cajón que se tenían sobre los colombianos tendrán que ser revisados a la luz de esta encuesta, porque ninguno corresponde a la realidad tal como es percibida por sus propios protagonistas.
Salvo, a lo mejor, uno solo: el que afirma que todos los colombianos somos unos mentirosos.