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Infancia, hora de las decisiones

En los últimos años el conflicto, la crisis económica y la despreocupación estatal han producido un retroceso en la protección de la niñez y la juventud en Colombia. Este año, con un nuevo Plan Decenal y una ley marco, el país puede retomar el liderazgo.

13 de abril de 2003

El cuidado y protecciOn de los niños y los jóvenes en el país han vuelto a quedar en pañales. Desde los años 70, pero en especial desde comienzos de los 80, Colombia logró desarrollar una serie de programas para la protección y mejoramiento de las condiciones de la infancia, que no sólo fueron aplaudidos y difundidos en otros países sino que pusieron al país a comienzos de los 90 casi a niveles de cualquier país desarrollado. La Escuela Nueva, las jornadas de vacunación, las madres comunitarias y el programa Familia, Mujer e Infancia (Fami) fueron algunos avances que beneficiaron a millones de niños.

Pero la falta de continuidad de estos programas, el descuido estatal, el empobrecimiento de la población y la intensificación del conflicto hicieron que el país cayera del puesto 55 dentro del Indice de Desarrollo de la Infancia en 1993 al lugar 118 en 2001.

Parte de esta caída se explica por el aumento de la mortalidad materno-infantil, la disminución de la inmunización (que por fortuna se ha reactivado), el aumento de la desnutrición infantil y de la morbimortalidad. Por eso, si hay una palabra que hoy puede definir el estado de la protección de los niños y jóvenes en Colombia sería indefensión.

No cabe duda de la realidad compleja que afronta el país. Desde hace años está inmerso en un conflicto armado que hace de los menores las personas más vulnerables. No sólo son asesinados sino que son los principales afectados con el desplazamiento interno, se ven obligados a abandonar el sistema educativo, su salud corre serios riesgos por las condiciones bajo las cuales deben vivir, el acceso a los sistemas de protección social se les dificulta y además llegan a vivir en zonas urbanas donde deben trabajar para ayudar al sustento de la familia, exponiéndose a la explotación y al abuso.

El Informe sobre los Derechos Humanos de la Niñez en Colombia, realizado por la Defensoría del Pueblo, advierte también que la grave crisis económica hace cada vez más difícil el cumplimiento de los derechos de los niños porque no hay sector que no haya sido afectado y porque, sumado a las grandes desigualdades, la pobreza generalizada y las pocas perspectivas de mejoría, hacen de los menores los sujetos más vulnerables.

Al parecer el gobierno está empeñado en mejorar la protección para la infancia. El año pasado, dentro de los acuerdos internacionales firmados por Colombia, el país se comprometió a diseñar un plan decenal para la protección y el desarrollo de la infancia, que aún se encuentra en proceso de construcción. Este se unirá a un posible nuevo marco regulatorio y de intervención en favor de la infancia que deberá ser aprobado este año y que sin duda, debe buscar el mejoramiento del bienestar de casi un millón de bebés que nacen cada año, o de los 4.800.000 menores de 5 años que habitan el país, o de los 14 millones de menores de 15 años, o de los 16 millones de niños y jóvenes que habitan Colombia. Desde donde se le mire, la infancia cubre a todas las personas menores de 18 años, más de un tercio de la población nacional.

Si bien la coyuntura actual es difícil el país no debe olvidar que ha tenido una larga experiencia positiva en el mejoramiento de las condiciones de los niños, y que ahora debe sacarla para superar las dificultades. Por eso una fecha como la del Día del Niño debe ser un motivo de celebración, pero también de reflexión sobre las condiciones en las que están naciendo y creciendo los nuevos colombianos.

Buscando futuro

Isabel Cuadros, presidenta de la Asociación Afecto contra el Maltrato Infantil, dice que una buena parte de los niños vive no sólo atemorizada por la realidad del país sino por las personas con las que comparten sus vidas. Los aterrorizan, les muestran un país peligrosísimo en el que no se puede vivir, ni se puede salir ni a la puerta de la casa. Les venden la idea de que esta Nación no es viable ni promete un mejor futuro, incluso aunque sean los hijos de las clases más favorecidas. Todo con el fin de controlarlos.

Pero parte de esa desesperanza también se debe a la realidad. En un país donde 59 por ciento de la población infantil tiene necesidades básicas insatisfechas y 9 por ciento vive en la absoluta pobreza, donde sus padres se han visto empobrecidos y las oportunidades de estudiar o trabajar son pocas, es difícil tener una actitud optimista frente al futuro.

Lucy Esperanza, madre de Wilson, no sabe si debe salir de nuevo a las calles de Bogotá para vender las muñecas que hace para sobrevivir. Su hijo Wilson, de 9 años, cree que la mejor forma de aliviarle la vida a ella y a sus tres hermanos menores es suicidándose. Ya lo ha intentado tres veces. La primera vez se lanzó del segundo piso del cuarto en el que viven y por el que pagan 70.000 pesos. No perdió la vida pero se quebró un brazo y debió estar en el hospital varios días. Después, infructuosamente, intentó cortarse las venas con una máquina de afeitar, y la última, ocurrida hace pocos días, cuando trató de ahorcarse con una media velada de su madre. Lo único que perciben las sicólogas y personas que lo ayudan es la desesperanza y un no futuro que sin duda comparte con muchos jóvenes de su generación.

Claro que frente a la adversidad, la hostilidad y las dificultades, hay mujeres excepcionales y valientes que, independientemente de las condiciones, luchan y se esfuerzan por darles a sus hijos una vida y un futuro mejores, y es allí donde el amor aparece como la única forma de sobrevivir.

"Las necesidades hacen virtudes. Los menores, en medios tan difíciles, descubren y desarrollan otras potencialidades. Tienen una oralidad impresionante, manejan códigos urbanos, maduran muy rápido y asumen responsabilidades desde temprano, pues a los 9 ó 10 años son responsables de los hermanos menores en ausencia del padre. Esta parte negativa crea seres más despiertos, inteligentes y recursivos que saben qué país viven y que luchan por mejorar", dice una profesional que trabaja con comunidades pobres.

Son miles los ejemplos de niños y jóvenes que están haciendo cosas por mejorar sus condiciones de vida en busca de una luz de esperanza. Un solo ejemplo es el de Yorneidis Camargo, quien se ha convertido en una líder de algunos barrios marginales de Sincelejo. Gracias a sus condiciones ha logrado orientar a cientos de jóvenes para que tengan una sexualidad más responsable y ahora también está ayudando a que los jóvenes de su generación tengan un mejor futuro a través de programas de convivencia y desarrollo juvenil.

Nueva escuela

Una parte de la búsqueda de un mejor futuro debe partir de la educación, pero desafortunadamente no está cumpliendo a cabalidad su papel. Cifras del Icbf muestran que dentro de los niños de 6 a 14 años, el 17 por ciento está sin recibir educación y 1.500.000 no asisten a la escuela, muchas veces porque no tienen recursos o porque no hay cupos en ella. Por eso la meta del Ministerio de Educación de aumentar la cobertura y de crear nuevos cupos es buena, siempre y cuando se mejore la calidad y se haga de nuevo atractiva para los menores.

Sin duda dice una maestra de Soacha, una de las causas de deserción escolar está en que las madres, muchas veces abandonadas, solteras o viudas, no tienen cómo mandar a sus hijos porque no consiguen para el desayuno. Probablemente porque en muchos hogares el hombre cabeza de hogar no está, porque está en la guerra, en la delincuencia, en la cárcel o simplemente porque decidió abandonar el hogar.

De todas formas los niños agradecen con una sonrisa o un abrazo lo bueno y lo malo. Alejandro Montes, quien trabaja con comunidades pobres en Bogotá, dice que "todos los días cientos de miles de niños del país no tienen la más mínima oportunidad de cumplir su sueño. Llegan a la escuela sin desayunar, muchas veces sin haber comido, y hasta el sólo hecho de tener que llevar un cuaderno se convierte en un drama. Eso es más común de lo que se piensa, pues la mayoría de la población colombiana vive en los estratos 1 y 2".

En San Cristóbal, los cinco niños mayores de Concepción, de 12, 9, 8, 5 y 4 años no van al colegio desde hace 10 días porque no tienen para comer y los dos menores, de 3 y 2 años, son afortunados, porque en el jardín oficial al que van les dan la alimentación.

Como estos dos bebés, hay cientos de miles que todas las mañanas van a instituciones públicas, privadas o financiadas con ayudas internacionales a recibir educación, atención y un suplemento alimenticio. Sólo a cargo del Icbf hay 5.2000.000 niños, de los cuales 723.000 están bajo su protección por maltrato, abuso físico, sexual o por delito. La meta para el cuatrienio es garantizar el desayuno a 500.000 niños más.

A la familia de Jenny, una niña de 7 años, la felicidad por haberle podido conseguir un cupo para estudiar en Bogotá, donde 7.000 niños se quedaron sin escuela, se convirtió en un drama. No había suficiente dinero para comprarle aunque fuera uno de los 15 cuadernos que le pidieron, pues lo poco que tenían alcanzaba, y con deudas, para los zapatos. La solución inicial la encontraron en que ella escribiera en las márgenes de unos cuadernos usados que le regalaron, pero frente a la dificultad y tras superar la vergüenza, fueron a una entidad pública para que la ayudaran. Al final una funcionaria le regaló los cuadernos de su bolsillo, pues por ley estas instituciones no pueden dar este tipo de ayudas.

Violencia y abuso

Más importante que la violencia causada por el conflicto armado lo es la intrafamiliar. Según Medicina Legal, 4.077 niños murieron de forma violenta en 2001 y 69.681 fueron determinados como casos de violencia intrafamiliar. Si a esto se suma que el 40 por ciento de las mujeres son víctimas de la violencia, esto significa que miles de niños están creciendo en hogares en los cuales la violencia y la agresión son un mecanismo normal de interacción.

Incluso no sólo el maltrato físico es notorio, sino el sicológico, que va desde descalificaciones, insultos y golpes hasta el abandono por negligencia al que son sometidos los hijos de las familias de altos ingresos.

Para los expertos el abuso sexual es uno de los mayores delitos contra los menores porque al causante, cuando se le descubre, denuncia y condena, paga su falta con unos años de cárcel, mientras que el abusado lo paga toda su vida. Lo increíble es que éste no sólo es causado por miembros de la familia, como padres, padrastros, tíos, primos o hermanos, sino por personas que tienen acceso al círculo familiar.

Con la impresionante transformación de la actividad económica que ha vivido el país, que ha llevado a las mujeres a buscar cada vez más espacios en el mundo laboral, el cuidado parcial de los niños se le ha entregado a otras personas, abuelas, hermanos, tíos, familiares o profesionales que tratan de suplir con todo el cuidado la ausencia temporal de los padres. Pero también se les da a personas de las que se desconoce su pasado. "En Colombia no se verifica si la persona ha sido un abusador sexual, si tiene pasado judicial o ha sido culpado por homicidio", dice un siquiatra infantil.

Cuando Marcela*, una ejecutiva, encontró de nuevo trabajo, decidió contratar a una amiga de confianza para que hiciera de niñera. Y al parecer su trabajo tuvo pocos reproches hasta que varios años después, cuando Santiago* entró a la primaria se descubrió por su comportamiento lo que ocurría en la intimidad: la niñera invitaba a un amigo suyo, que abusaba sexualmente del menor. Eso ocurrió durante varios años sin que los padres lo descubrieran.

Frente a ciertas conductas hacia los niños, los adultos deben ser responsables pues "la salud mental de los infantes es un tesoro y todos días los mayores, por comportamientos equivocados, la van minando", dice Cuadros.

Además de las conductas a las que pueden ser sometidos los niños, ahora los jóvenes están sufriendo cada vez más presión sobre su vida sexual. Los hombres y mujeres menores de 18 años, considerados como menores por la ley, están empezando cada vez más temprano su vida sexual. El 16 por ciento de las mujeres de 14 a 19 años tienen una vida sexual activa y el 30 por ciento de las adolescentes desplazadas han sido madres o están en embarazo.

Sara, la hija de una empleada doméstica de Medellín que hoy no tiene trabajo, juega tiernamente a las muñecas con una amiga de un barrio popular. Desde hace dos meses está embarazada de un niño de 15 años que fue asesinado la semana pasada en las comunas. ¿Qué esperanza pueden tener una madre y un niño bajo estas condiciones? Por eso Beatriz Londoño, directora del Icbf, cree que el país requiere una nueva política integral de protección integral de la infancia, la niñez, la juventud y la familia que, en parte, afronte los cambios que están ocurriendo en la sociedad colombiana.

Nuevo rumbo

Esta semana, cuando se celebre el Día del Niño, es momento de tomar conciencia sobre su importancia, de establecer redes de amor, de respetarles su palabra y de garantizar que ellos tengan posibilidades de elección y libertad.

Para Roland Angerer, director de Plan Internacional Programa Colombia, una ONG que trabaja por el mejoramiento de la calidad de vida de los niños y su familia, "en este momento la infancia en Colombia está desamparada. Faltan las condiciones a nivel legal y práctico que les permitan a los niños gozar de sus derechos. El derecho a la vida está afectado, no sólo por el conflicto, sino por causas evitables como la mortalidad por la diarrea o la infección respiratoria".

Por eso varias entidades públicas y privadas están proponiendo que se modifique el Código del Menor y se cree una ley que ponga al país a tono con los cambios nacionales y mundiales que han ocurrido alrededor de la infancia. Esta modificación, según un estudio de la Fundación Restrepo Barco, llevará a la construcción de una política pública en infancia, adolescencia y familia, lo cual implica retos en la organización nacional, cambios y adecuaciones legislativas y financieras, aumento de la investigación, de la capacitación humana, de la descentralización y de la participación de toda la sociedad.

Frente al panorama de la niñez y la juventud el país debe asumir el reto de enfrentar los nuevos problemas y ser igual de creativo a como lo ha sido en las últimas décadas, que llevaron a los niños a tener niveles de vida cercanos a los de un país desarrollado.