Especiales Semana

La cuenta regresiva

El 2010 fue declarado por la ONU como el Año Internacional de la Biodiversidad. SEMANA presenta un balance de esa celebración para Colombia y hace un llamado de atención sobre ciertas especies en peligro de extinción. Por Eduardo Arias*

11 de diciembre de 2010

En 2002, durante la Cumbre de Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo, Sudáfrica, se determinó que en 2010 comenzara a disminuirse el ritmo de pérdida de la diversidad biológica en el mundo.

Sin embargo, el propósito se quedó en el papel y por esa razón 2010, más que un año de celebración o balance, se convirtió en una nueva oportunidad para reflexionar acerca de cuáles son los verdaderos esfuerzos que deben realizarse para revertir las actuales tasas de extinción de especies.

Se calcula que, por causas directas o indirectas relacionadas con el hombre, la actual destrucción de especies de plantas y animales es mil veces mayor a la que sucedería si solo ocurrieran fenómenos naturales. Pero lo que se vive en la actualidad puede ser poco si se compara con lo que se espera para las próximas dos o tres décadas. Los científicos consideran que el cambio climático acelerará la pérdida de especies y, peor aún, de ecosistemas completos si no se toman acciones urgentes para proteger los más vulnerables, como lo son (en Colombia) los páramos y los humedales.

El Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt, adscrito al Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, fue el encargado de coordinar en Colombia la celebración del Año Internacional de la Biodiversidad. Desarrolló una agenda académica a lo largo del año, a cargo de expertos nacionales y extranjeros. Además, dentro del marco de la celebración, el Instituto von Humboldt y el Museo del Oro organizaron el montaje Una mirada desde la biodiversidad, que consiste en agregarles unas fichas informativas a varias de las piezas que se exhiben en el Museo, con datos acerca de las especies (o familias) que las culturas prehispánicas representaron en las piezas zoomorfas de orfebrería y cerámica. De esta manera, una muestra arqueológica que recibe miles de visitantes al día resaltó la riqueza natural del país.

Sería un poco optimista pretender que la celebración tuvo una gran repercusión en Colombia. No es fácil abrirle espacio a un tema tan alejado de la gente del común. Quienes han oído que Colombia es un país de una gran diversidad en especies de plantas y animales por lo general consideran que de ello se ocupan expertos en la materia y que todo ello ocurre en parques nacionales naturales.

Sin embargo, y a pesar de los temas urgentes que dominaron la agenda noticiosa, el 2010 fue un año en el cual se le prestó atención a lo ambiental. Varios de los candidatos a la Presidencia manifestaron que el tema estaba presente en sus políticas y firmaron un pacto ambiental. La creación del Parque Nacional Natural de Bahía Málaga, en el Valle del Cauca, por encima de los intereses de quienes querían construir allí un puerto, fue una buena noticia para la diversidad biológica y cultural. El cambio climático sigue siendo un tema muy frecuente en los medios, y la fuerte ola invernal que padece Colombia pone de presente que es necesario tomar acciones inmediatas para restaurar los ecosistemas encargados de la regulación del ciclo del agua, como lo son los páramos, los bosques andinos y las ciénagas.

En los últimos años, la comunidad ambiental también ha reflexionado acerca de la efectividad de las estrategias adoptadas. La conservación a ultranza, en la que se prohíbe la entrada del hombre a ecosistemas considerados como valiosos o únicos, no es suficiente. La protección de la biodiversidad debe promoverse también en paisajes alterados por el hombre y en las mismas ciudades. La biodiversidad presta servicios invaluables al hombre en temas como salud, agricultura, calidad de la alimentación y disponibilidad del agua.

El concepto 'ecosistema inalterado por la mano del hombre' se revalúa cada vez más, a medida que la antropología y la biología trabajan más de la mano y descubren cómo el hombre, desde tiempos inmemoriales, ha moldeado los ecosistemas que hoy conocemos, aun los que consideramos más salvajes. Por ese motivo, el conocimiento de las prácticas de pueblos ajenos a la ciencia occidental son de gran importancia para aprender a convivir con ecosistemas frágiles, como las selvas de la Amazonia colombiana o la Sierra Nevada de Santa Marta, en los que en tiempos precolombinos habitaron poblaciones mucho más densas que las actuales, sin degradarlos.

El reto es muy grande; es mucho lo que aún falta por aprender. No todos los ecosistemas tienen la misma facilidad de recuperarse cuando se les sobreexplota. Los que se encuentren en buen estado de conservación tendrán más posibilidades de soportar los embates del cambio climático. Todavía es tiempo de enderezar el camino. Pero cada vez la capacidad de maniobra es más estrecha y lo que está en juego es la supervivencia de la especie humana.
 
* *Periodista experto en temas ambientales.