Especiales Semana

La cumbia

Durante las últimas décadas esta música ha pasado de ser un fenómeno regional a convertirse en una manifestación cultural que trasciende? fronteras e identifica nuestra patria dentro y fuera de ella

Guillermo Carbó Ronderos*
24 de junio de 2006

La cumbia es uno de los símbolos más representativos de Colombia. Para muchísimos colombianos, prescindiendo de su región de origen, estatus social o pertenencia étnica, y sobre todo para quienes viven en el exterior, la cumbia es símbolo de identidad nacional, a pesar de la saturación mediática de diversos otros géneros que abundan en Colombia.

La cumbia -cuya etimología, aún controvertida, parece derivar del término bantú 'cumbé', ritmo y danza de Guinea Ecuatorial- nace en el Caribe colombiano, región prolífera en diversas formas musicales. Los orígenes de la cumbia se disipan en el encuentro pluricultural que tuvo lugar en estas fértiles tierras. Su epicentro se disputa entre afrocolombianistas, quienes le atribuyen 'cuna de piedra' en Cartagena, e indigenistas, que lo ubican en el país del pocabuy, región de Loba y los alrededores de El Banco, Magdalena. Desde el siglo XVI, a los numerosos grupos indígenas se unen gran cantidad de españoles y miles de africanos, todos quienes traen sus propias tradiciones. Además del inevitable mestizaje biológico, se produce otro de tipo cultural que caracterizaría más adelante el alma mestiza del pueblo colombiano. Con su magia hipnótica, generación tras generación, la cumbia gana lenta y progresivamente terreno, hasta convertirse, según varios especialistas, en síntesis musical y cultural del pueblo colombiano, precisamente por el mestizaje triétnico de donde se deriva.

Desde las primeras grabaciones en acetato, a mediados del siglo pasado, se consolida la cumbia clásica o tradicional, manteniendo grosso modo los mismos instrumentos y su forma danzaria original, y la cumbia moderna, que se adapta a nuevos formatos instrumentales y corrientes estéticas. En la cumbia tradicional, el sincopado golpe del llamador se proyecta de principio a fin, mientras la tambora lo acompaña con sutiles ornamentos, en forma robusta y profunda. El cuero tendido sobre el tronco hueco del alegre se repica con las manos, extrayendo sonoridades inusitadas de virtuosas improvisaciones extemporáneas. Numerosas semillas golpean la maraca de totuma que resuena mientras la caña de millo, las gaitas o inclusive el acordeón, esculpen tonadas de aire sabanero.

Esta sonoridad irradia movimiento e invita inexorablemente a la danza: elegante, sensual, con desplazamiento circular, en forma suelta y en pareja. La mujer guarda una postura serena, el cuerpo erguido y, con el brazo extendido, sostiene el extremo de la pollera mientras la otra mano reposa en su cintura o mantiene un manojo de velas encendidas. Arrastrando los pies, balancea las caderas acentuando el contratiempo de tambores en vaivén. Con el suave desplazamiento lateral de su pollera, avanza con paso muy corto y en forma natural. Él la persigue con el tronco a veces inclinado y otras erguido firmemente, girando en torno a ella, cortejándola siempre con sombrero vueltiao en señal de conquista.

En la cumbia moderna se reemplaza la caña de millo, las gaitas o el acordeón por el clarinete y aparecen otros instrumentos de metal acompañados de piano, contrabajo y percusión. A mediados del siglo pasado, Lucho Bermúdez exporta la música de la costa norte colombiana hacia Buenos Aires y México. Más adelante, Francisco 'Pacho' Galán crea el merecumbé -fusión de cumbia y merengue- y La Pollera Colorá casi se convierte en Himno Nacional. La cumbia viaja, se adapta y se transforma. Lentamente se abre paso en muchos países del continente, identificando siempre sus raíces colombianas. Músicos de variadas corrientes estéticas experimentan con ella (Mingus, Zumaqué, Carbó). En México aparecen, entre otras, la cumbia ranchera, techno cumbia y cumbia rock. En Colombia, una nueva generación de músicos presenta novedosas sonoridades urbanas impregnadas de folclor. Mientras Cabas se inspira en sus raíces costeñas para su original propuesta pop, Shakira hace lo suyo al vaivén de las caderas y polleras, mezclando reggaeton y cumbia con hip-hop.

La cumbia tradicional no deja de sonar. Basta una mirada en Barranquilla a la Plaza de la Paz durante la Noche de Tambó, víspera del inicio del Carnaval. Allí, gente de todas partes, hombres y mujeres, gira incesantemente en sentido contrario a las manecillas del reloj, en torno a la caña de millo, la gaita, y el tambor. La cumbia, mágica e impetuosa, es sello de nuestra música, de nuestra cultura y de nuestra tradición. Por eso, Colombia es cumbia y la cumbia es, a mucho orgullo, colombiana.

* Compositor, Berklee College
Ph D. en Musicología, Universidad de la Sorbona.