Especiales Semana

La ‘Dolce Vita’

Julián González es uno de los miles de trabajadores que hacen posible que en 44 países, en los cinco continentes, la gente se regodee con el sabor del dulce colombiano.

Fabio Posada
28 de octubre de 2006

Hace casi 80 años, Hernando Caicedo tuvo la visión de convertir los excedentes de su ingenio azucarero en dulces y chupetas. No fue fácil. Nadie daba un peso por el futuro de su pequeña empresa. La idea de hacer caramelos se perfeccionó con el tiempo y hoy, Colombina es recordada por su nombre y su logo tomados de una muñeca que aparece sentada sobre la luna, como en la ópera italiana Payaso.

Para producir los dulces se necesitan 4.800 personas. En medio de la multitud se encuentra Julián González, un hombre de 41 años que ingresó a Colombina hace 17 años. Actualmente, maneja una de las calderas en el complejo industrial que la compañía tiene en La Paila, Valle.

El cargo de este hombre, nacido en Alcalá, Valle, no dice mucho, pero González lo explica a su manera: "Cocino el jarabe que se convertirá en mentas y bombones que vendemos a Estados Unidos, Australia, España, Japón, Inglaterra, Dinamarca, Portugal y China". Ese es su oficio, sin embargo, conoce al detalle todo el proceso detrás de la fabricación del Bon Bon Bum, que catapultó a Colombina al triplicar sus ventas en tan sólo un año y abrir las puertas del mercado internacional.

Hace 17 años, cuando se puso el overol por primera vez, era un operador en la mesa fría. "Recogía el caramelo caliente y lo esparcía sobre una mesa que le baja la temperatura, mientras tanto se revuelve la masa", recuerda González. Fue rotando por todos los puestos que la planta industrial ofrece.

¿Todavía le gustan los dulces? es la pregunta obvia. Julián acepta que ya casi no los come, pero replica contando anécdotas en las que los vecinos, sus hijos y hasta su mamá se enojan si no les lleva algo de la fábrica. "Uno ya se acostumbró, pero al principio no falta el que se engorda".

Mientras se quita el uniforme comenta que aún sueña con graduarse como ingeniero mecánico. Aunque no está estudiando, cree que nunca es tarde. "Así como alguna vez empecé acá, así mismo puedo con cualquier cosa que me proponga", dice resuelto este hombre que fue capaz de dejar atrás las rutinas del campo y adaptarse al dinámico mundo corporativo.