Especiales Semana

La energía de las artesanas

Historia de un grupo de mujeres colombianas que teje los corazones de los motores de Siemens, empresa que abastece de electricidad a varios países de América Latina.

22 de abril de 2006

Las manos de María Fabiola Camargo Bonilla se mueven con destreza, ternura y paciencia, atributos propios de la legendaria herencia artesanal de las colombianas. Sin embargo, ella no teje fique ni elabora telares. Sus dedos manipulan brillantes hilos de cobre hasta construir las bobinas que servirán de núcleo a los motores que producen una parte de la energía que mueve a América Latina.

María Fabiola es una de las 78 mujeres que trabajan en la planta de motores de Siemens, una de las compañías más rentables en el mundo y de mayor éxito en la industria eléctrica y electrónica. En ese universo de 461.000 empleados que tiene esta empresa en 190 países, el trabajo de ella brilla con luz propia como el de aquellas mujeres de apartadas regiones que a partir del barro logran vistosos objetos.

"El trabajo es muy similar. La diferencia es que el producto de las artesanas tradicionales sirve para decorar mientras que el de nosotras va adentro, queda guardado para siempre", dice. En efecto, ella trabaja en el departamento de bobinas donde se fabrica el estator de los motores. Esto es el conjunto formado por el núcleo, los devanados y los aislamientos.

A pesar de los avances de la tecnología para la elaboración de los motores que producen energía, esta sección de mujeres se mantiene intacta en la zona industrial de Bogotá donde Siemens tiene su planta principal en Colombia. "Su habilidad es maravillosa. Es un orgullo para nosotros porque sus manos simbolizan el tacto con el que nosotros trabajamos", explica Heinz Consul, presidente de Siemens para la región andina. Y no se trata de un alarde de romanticismo sino de un cuidadoso análisis de resultados económicos. Los balances de la empresa muestran que el trabajo manual de estas mujeres es más rentable que si se hiciera de manera automática. Además se garantiza una alta calidad del trabajo y la experiencia ha demostrado que hay menos daño en los materiales.

"Las mujeres somos más delicadas, más cuidadosas y tenemos un alto grado de concentración", argumenta María Fabiola al explicar que por la configuración del núcleo de los motores en el que se insertan las bobinas se requiere de un trabajo manual y minucioso como el que ella hace.

Ella es una de las mujeres más experimentadas de esta área de Siemens. Va a cumplir 20 años continuos de labores cotidianas. Varios años atrás había llegado de Subachoque (Cundinamarca) en busca de trabajo. Tocó una y otra puerta y en todas halló los mismos interrogantes: "¿Qué sabe hacer? ¿Qué experiencia tiene?". Después de andar para aquí y para allá, se presentó en esta multinacional con la respuesta adecuada: "Sé usar mis manos". Y así con esas cualidades innatas que los artesanos colombianos llevan en su sangre empezó a tejer los hilos de cobre alrededor de los bloques de acero que forman el corazón de los motores.

"No es un trabajo rutinario, dice. Al contrario, tenemos que estar concentradas cada minuto, cada segundo". La atención que deben prestar, sin embargo, no es un obstáculo para que durante las jornadas mantengan las conversaciones de sus vidas personales. Y así, mientras se escucha el rumor de las charlas en las que hablan de sus hijos, de sus hogares, de sus sueños se oye la sinfonía industrial que producen los atornilladores, las guías plásticas, los martillos, las máquinas cortadoras de cables, los equipos de soldadura.

De los más de 2.014 empleados directos que tiene Siemens en la región andina, el grupo de estas mujeres llama la atención porque semejan una pintura de artesanas como aquellas que se reúnen en los solares de San Jacinto a tejer sus hamacas y chinchorros. La diferencia es que este grupo trabaja en el elemento fundamental del crecimiento industrial como es la producción de energía. De las 78 mujeres, 69 trabajan en la sección de bobinado, cinco en la de prensas operando troqueladoras y cuatro en el área de montaje realizando el preensamblaje de las partes de motor.

"No es un lugar común sino una realidad: las manos de las mujeres producen cosas fascinantes", dice Diana Vargas Maldonado, quien a sus 23 años es una de las trabajadoras más jóvenes en este departamento. Además de tejer a diario con los hilos de cobre ella estudia segundo semestre de sicología. "Tenemos una mezcla perfecta de delicadeza y fortaleza", añade, mientras da inicio a lo que será otro motor monofásico o trifásico. Y vuelve a sus labores que en el proceso final iluminará de energía los más lejanos y exóticos lugares. Allí donde los seres más sensibles son los artesanos.