Especiales Semana

La gesta antioqueña

Una historia que se puede resumir en una frase: lucha contra la adversidad. Naturaleza agreste y enfrentamientos políticos son parte de la construcción de esta región.

Juan Luis Mejía
20 de octubre de 2007

La primera población española en territorio del actual departamento de Antioquia fue San Sebastián de Urabá, fundada por Alonso de Ojeda en 1509, en cercanías del actual municipio de Necoclí. Unos meses más tarde, ante la hostilidad indígena, el poblado fue trasladado al otro costado del golfo y fue encomendado a la imagen de una Virgen gótica que había sido trasteada de la antigua a la nueva catedral de Sevilla; de allí su nombre: Santa María de la Antigua del Darién.
Desde Urabá, los españoles recibieron noticias de pueblos ricos en oro asentados en las montañas al oriente de la costa. De allí surgió el mito de Dabeiba, tal vez el primero de los del Dorado.

Primeras guerras

Los conquistadores ascendieron a la Cordillera Occidental, donde encontraron una férrea resistencia indígena. Derrotados los indígenas, y para tener el territorio, Jorge Robledo fundó, el 4 de diciembre de 1541, un poblado cerca de la actual cabecera de Peque, al que bautizó Antioquia. En junio de 1546, fundó otro, entre los ríos Tonusco y Cauca, llamado Santa Fe. Unos años más tarde, Gaspar de Rodas reunió a los habitantes de las dos poblaciones bajo el nombre de Santa Fe de Antioquia.
Dos hechos marcaron el siglo XVI antioqueño: el primero, la disputa del territorio por parte de Cartagena y Popayán, y el segundo, el exterminio de los pueblos indígenas.
Ante la ausencia de mano de obra indígena, se introdujeron los negros esclavos. Sin embargo, estos eran costosos. De manera que a los blancos españoles no les quedó más remedio que trabajar manualmente.

Culminado el reconocimiento del territorio y el sometimiento de los pueblos indígenas, tres centros se consolidaron en la minería durante la primera parte del siglo XVII: Santa Fe de Antioquia, Cáceres y Zaragoza. Al promediar el siglo, y ante el agotamiento de los yacimientos, los mineros empezaron a explotar minas en el “Valle de los Osos”.
Para surtir de alimentos las regiones mineras, se establecieron centros agrícolas y ganaderos de cierta relevancia. Uno de ellos fue el Valle de Aburrá, donde fue posible el cultivo de caña de azúcar, maíz y plátano, y la formación de hatos ganaderos. En este valle existía Aná, convertido en Villa de la Candelaria de Medellín en 1675.
Al concluir el siglo XVIII, Santa Fe de Antioquia había perdido importancia porque el camino de Espíritu Santo, que unía el interior de la Provincia con el río Magdalena, había perdido influencia ante el surgimiento de la vía de Nare, que poco a poco fue convirtiendo a Rionegro en un centro comercial de importancia. Lo mismo ocurría con el Valle de Aburrá, que se fue consolidando como epicentro agrícola y comercial. Ante el alto poblamiento de estos dos valles, se iniciaron procesos migratorios en busca de nuevas tierras cultivables en Amagá y en la meseta del oriente, hacia el valle de Sonsón.

Guerras internas

Luego de consolidada la independencia, Antioquia no fue ajena a la agitada vida política del país durante el siglo XIX. La primera gran sacudida la produjo el levantamiento de José María Córdoba contra el régimen impuesto por el general Bolívar, luego de la conspiración de 1828. Un año después, en septiembre del 29, Córdoba regresó a Antioquia, se levantó contra Bolívar y proclamó la vigencia de la Constitución de Cúcuta. El 17 de octubre se enfrentaron las tropas de Córdoba con las del general Daniel Florencio O´Leary. Herido, el héroe de Ayacucho se refugió en una casa del Santuario y allí fue rematado por el capitán irlandés Ruperto Hand. Con Córdoba murieron 148 de sus inexpertos combatientes.

En 1828 arribaron a Antioquia tres extranjeros que formaron el núcleo definitivo para la consolidación de una verdadera industria: Carlos Segismundo de Greiff, Pedro Nisser y Tyrrell Moore. Se instalaron en el Valle de los Osos y allí formaron a toda una generación, en los secretos de la tecnología minera. La meseta del norte antioqueño se constituyó, por la influencia de los mineros extranjeros, en la escuela de formación técnica en Antioquia. En Santa Rosa se creó el primer establecimiento para fabricar molinos de pisones que permitían triturar la roca aurífera. En Anorí, las minas de la Constancia y Santa Ana se convirtieron en modelo de explotación industrial. Los extranjeros fueron enseñando el manejo de las aguas, la construcción de socavones, la transformación de los minerales por el fuego, los procesos de recuperación de las jaguas, etcétera. El posterior desarrollo industrial de la región no se puede explicar sólo por los excedentes económicos que generaron el oro y el café. La formación de una mano de obra capacitada para resolver problemas técnicos tuvo su origen en los socavones y los hornos de las minas.

En 1835, el gobierno otorgó a Tyrrell Moore la concesión para construir un camino desde la meseta del Norte hasta las llanuras del bajo Cauca. Como contraprestación recibió autorización para instalar una colonia de ingleses en territorio antioqueño quienes se entroncaron con familias tradicionales antioqueñas.

Al promediar el siglo XIX, las minas de la meseta del Norte empezaron a mostrar agotamiento y un nuevo foco minero inició su desarrollo en el suroeste, en el municipio de Titiribí. La mina del Zancudo se convirtió en el arquetipo del gran establecimiento minero. La cercanía con el Valle de Aburrá dio un nuevo impulso a Medellín, que se convirtió en el epicentro comercial de la región. Por otra parte, la gran cantidad de obreros que ocupaban los establecimientos de Titiribí permitió el desarrollo de la agricultura en las tierras contiguas al cañón del río Cauca.

Pero si la meseta del norte era el epicentro de la minería de veta, en la meseta del oriente, desde finales del siglo XVIII, se había iniciado uno de los procesos sociales más interesantes del continente americano: la llamada “Colonización antioqueña”. En efecto, los mazamorreros que empezaron a ver agotadas las minas de la quebrada La Mosca, y los mestizos iniciaron una larga peregrinación por la cresta de la Cordillera Central, en busca de tierras propias. En un continuo conflicto con los propietarios de las concesiones, los colonos buscaron tierras cada vez más al sur, y en su camino sembraron de pueblos la cordillera. Los cultivadores encontraron en las vertientes de la Cordillera Central, ricas en tierras volcánicas, el medio ideal para el cultivo.

Igual cosa ocurrió con la otra ruta de la colonización, la del suroeste. Desde Fredonia y Titiribí, colonos pobres bajaron hasta las riberas del río Cauca y desde allí ascendieron a la Cordillera Occidental, sobre la cual fueron fundando poblaciones: Concordia, Salgar, Bolívar, Betania, Hispania, Andes y Jardín. Entre el río San Juan y el río Cauca, comerciantes de Medellín a los cuales se les había concedido aquel territorio como compensación por la apertura del camino a Marmato, fundaron municipios del suroeste: Jericó, Tarso, Pueblo Rico, Támesis y Valparaíso. Las tierras bajas, ribereñas de los ríos afluentes del Cauca, fueron sembradas de la yerba Pará, lo que permitió el surgimiento de grandes haciendas ganaderas.

Rumbo al mar
El sueño de salir al mar, vía el río Magdalena, se empezó a convertir en un propósito colectivo. Primero se pensó en un carreteable, luego se decidió construir un ferrocarril que atravesara las selvas del Magdalena Medio. En 1874 se firmó el contrato entre el Estado Soberano de Antioquia y el cubano Francisco Javier Cisneros. Las fotografías de Benjamín de la Calle y Melitón Rodríguez sobre los cortes de montaña, en la construcción del ferrocarril de Amagá, constituyen un documento de la lucha de los antioqueños con su arrugada topografía. De la construcción del frustrado Ferrocarril Troncal de Occidente sólo nos quedaron los poemas de León de Greiff, escritos en Bolombolo, “región salida del mapa”, a orillas del Bredunco, “que otros dicen río Cauca”.
Otro hito del sistema de transportes en Antioquia lo constituyeron los puentes colgantes sobre el río Cauca, construidos por el ingeniero José María Villa. El más famoso de ellos, el Puente de Occidente, con una luz de 292 metros, fue construido entre 1894 y 1897 y permitió el paso hacia el Urabá antioqueño. Los otros puentes importantes fueron los de Pintada, Jericó y Pescadero.

Medellín, la ciudad
Terminada la Guerra de los Mil Días, se inició un proceso de estabilidad política y crecimiento económico. En Medellín, comerciantes y banqueros destinaron los excedentes del café y el oro, y aprovechando las caídas de agua, que bañan el Valle de Aburrá, generaron energía eléctrica barata, lo cual permitió consolidar el modelo industrial. En los rincones del valle, al lado de las trilladoras de café, aparecieron factorías de loza y cerámica, cerveza, textiles, fósforos y pequeñas fundiciones.
El impulso colonizador había concluido y un proceso inverso se presentó cuando Medellín empezó a necesitar mano de obra. Nuevos barrios demandaron servicios públicos. En 1956, las tres ramas de servicios fueron agrupadas en Empresas Públicas de Medellín, modelo de prestación de servicios en el continente.

En la segunda década del siglo XX creció el descontento por las dificultades que generaba el río Magdalena en los veranos. La circulación de los vapores se veía interrumpida y las mercancías de importación y exportación quedaban varadas en los puertos fluviales.

Se generó entonces un movimiento regional en busca de una salida autónoma al Caribe, que culminó en la construcción de la carretera al mar, que se inició en 1927 y llegó a Turbo en 1957. Esa carretera despertó el interés por las ricas tierras del Golfo de Urabá.
Luego de la crisis económica del año 29 y durante la Segunda Guerra Mundial, la industria textil antioqueña vivió su gran expansión. Durante el conflicto armado, buena parte de las tropas norteamericanas vistieron uniformes confeccionados con telas fabricadas en Medellín. En la década de los 50, el crecimiento de la industria fue consolidado por la masiva adquisición de acciones por parte del más variado público, lo cual fortaleció el modelo de Sociedad Anónima. El último símbolo del poder industrial lo constituyó la construcción del edificio Coltejer, inaugurado en 1972.

La gran crisis de los 80
En la década de los 80 se vivieron dos fenómenos concomitantes que afectaron de manera profunda la sociedad antioqueña: por un lado, la crisis del modelo industrial, y por otro, el surgimiento del poder del narcotráfico. La economía paralela desestabilizó por completo las estructuras sociales y la mafia impuso la ley del terror.
En 1991, la ciudad de Medellín rompió todos los récords mundiales de homicidios. El símbolo de esa época de terror lo representó el asesinato del gobernador Antonio Roldán Betancur. Desmantelados los carteles de la droga, el poder de la guerrilla ocupó su lugar e implantó otra época de terror, que culminó con los asesinatos del secuestrado gobernador Guillermo Gaviria Correa y de su asesor de paz, el ex ministro Gilberto Echeverri Mejía.

En los últimos años se recuperó el orden público, y el departamento respira un aire de mayor confianza, lo cual permite encauzar sus esfuerzos en la búsqueda del esperado desarrollo con equidad.