Especiales Semana

La joven República

Durante el siglo XIX el país luchó por dejar atrás el legado colonial y por crear un modelo político moderno.

11 de diciembre de 1980

Desde que se inició el proceso independentista uno de los principales retos que se le presentó a la élite criolla neogranadina fue establecer la República nacional a través de un sistema político moderno, con ciudadanos (que antes eran almas), con un sistema representativo y con división de poderes. Fue una larga búsqueda para dejar atrás el legado monárquico y colonial.

Las fuertes identidades locales, sumadas a las diferentes tendencias ideológicas imperantes, hicieron de la unificación nacional un tortuoso camino lleno de guerras civiles y múltiples constituciones. Los sinsabores de esta tarea están representados en la Patria Boba, el fracaso de los Estados Unidos de Colombia y en la Guerra de los Mil Días. Durante este tiempo no se logra un consenso sobre la idea de la Nación.

Además de los conflictos políticos, al país se le sumaba la necesidad de insertarse a la economía mundial. El desconocimiento del territorio y la consiguiente inexistencia de un producto primario privó a Colombia de los beneficios económicos del libre comercio. Cuando la producción del oro decayó los exportadores encontraron en el tabaco y la quina una fuente inestable de divisas que sólo lograría con el café.

Con el propósito de aprovechar efectivamente la economía mundial Colombia trató de reformar las estructuras tradicionales heredadas de la Colonia. Con esta metauna parte de la clase dirigente, denominados radicales, intentó secularizar la sociedad. Esto produjo un fuerte choque con el sector tradicionalista, encabezado por la Iglesia. Este choque dejó en claro la importancia de aquella institución en nuestra sociedad. Con secularización o sin ella, los gobernantes trataron de modernizar la infraestructura del país, impulsando la construcción de ferrocarriles y caminos, entre otras obras, con el fin de facilitar la economía exportadora.

Uno de los grandes cambios ocurridos en el siglo XIX fue el surgimiento de un país de vertientes, que por medio de las colonizaciones antioqueña, boyacense y santandereana, miles de personas abandonaron las tierras altas para ocupar las medias. Esto incluiría nuevos espacios a la agricultura y facilitarían en un futuro la posterior integración física del país.

En esencia, buena parte del devenir del siglo XIX está marcado por las tensiones derivadas de la dualidad entre la modernidad y modernización. En la primera, una parte del país, representado por los liberales radicales, trata de acelerar la modernidad a través de la separación entre la Iglesia y Estado, la libertad de cultos, el matrimonio civil, el divorcio, la libertad de pensamiento o la imposición de la educación pública, pero esta imposición chocó contra una débil modernización del país, en razón de la precariedad del desarrollo económico y de la economía exportadora. En cierta medida la Regeneración restablece un orden tradicional en el que las mayorías estaban inmersas. La paradoja es que el café acelerará la modernización pero el sistema político pretende conservar la tradición.