Especiales Semana

La migración no es como la pintan

SEMANA explica quiénes son las personas de carne y hueso que están detrás de los 3.500 millones de dólares en remesas enviadas al país en 2004.

20 de marzo de 2005

En el años 2004 aparecieron como por arte de magia -o más bien, de las remesas- los emigrantes en el radar del país. Con la entrada a Colombia de 3.500 millones de dólares por este concepto -la segunda fuente de divisas-, tanto el gobierno como los empresarios empezaron a voltear sus ojos hacia los colombianos en el exterior.

Los bancos entraron a competir con las casas de cambio en el negocio de giros para aprovechar el jugoso negocio de las remesas y las constructoras incursionaron en la venta de finca raíz a control remoto.

Pan Pa Yá abrió franquicias en Miami, la pizzería Archie's inauguró varios restaurantes en Estados Unidos, Crepes & Waffles atiende ahora en Ecuador, Panamá, Venezuela, México y España, Caracol diseñó una programación específica para las audiencias más allá de las fronteras y proyectos como Conexión Colombia surgieron para unir a los colombianos por fuera alrededor de causas sociales en el país.

¿Pero qué se sabe de las personas de carne y hueso que están detrás de las remesas? Casi nada.

Por ejemplo, no se sabe a ciencia cierta cuántos colombianos viven afuera. La Cancillería calcula que uno de cada 10 colombianos -cuatro millones- reside en el exterior, la mayoría de ellos en la Florida, Nueva York y Nueva Jersey en Estados Unidos, y cada vez más en España (ver mapa), país que se ha convertido en el principal lugar de recepción de colombianos.

Un estudio realizado hace un par de meses por la Cancillería y la OIM (ver recuadro) concluyó que dos de cada tres emigrantes colombianos viajan ahora a España, especialmente a Madrid y a Barcelona, mientras que en la década pasada lo hacían a Estados Unidos y en los años 70 a Venezuela.

En Estados Unidos hay 500.000 colombianos censados, pero se calcula que viven allí un millón y medio, un tercio de ellos en Miami. En México podría haber 20.000; en Italia, 100.000; en Gran Bretaña, entre 100 y 130.000; en Canadá, 28.000 y en Australia, uno de los nuevos destinos, 17.500 connacionales.

HISTORIA DE LA MIGRACIÓN

Aunque -según el estudio de la OIM y la Cancillería- ocho de cada 10 emigrantes han establecido su residencia afuera en los últimos 10 años, los colombianos han emigrado en tres grandes tandas.

La primera se produjo en los años 50, durante el período de la Violencia, cuando muchos obreros jóvenes y sus familias provenientes de Bogotá, Medellín y Cali viajaron a Estados Unidos en busca de oportunidades laborales.

Luego en los años 70 y principios de los 80 se produjo una segunda migración relacionada en parte con la consolidación del narcotráfico. Personas de todas las clases sociales de la zona cafetera, el centro del país y Barranquilla viajaron hacia Estados Unidos, donde se establecieron principalmente en barrios de clase media en Miami. Muchos llegaron en busca del 'sueño americano' y otros, escapando de amenazas relacionadas con drogas y violencia asociada a los carteles, lo cual marcó desde entonces a los colombianos con el estigma del narcotráfico.

En esa misma época llegaron en forma masiva los primeros compatriotas a Canadá atraídos por la nueva política migratoria de puertas abiertas de ese gobierno.

Durante la década de los 70, el auge petrolero en Venezuela también provocó una avalancha de migrantes, en su mayoría de la Costa Atlántica, en busca de trabajo en los campos petroleros de ese país. Pero este flujo de colombianos empezó a disminuir radicalmente con la caída del bolívar en 1984.

La última etapa se dio en los años 90, cuando se produjo una estampida. Huyendo de la inseguridad y de la violencia producto del conflicto armado y de la grave crisis económica sufrida por el país, 2.605.000 colombianos abandonaron la patria entre 1996 y 1999. En 1999 -año pico, cuando las solicitudes de pasaportes se triplicaron-, de cada cinco colombianos que salieron sólo uno regresó. Los otros se quedaron a vivir principalmente en Estados Unidos, Canadá, España y Costa Rica. Y apelaron a todo para establecerse en esos países. Las solicitudes de visas de inversionista para Estados Unidos se duplicaron y las demandas de asilo se dispararon.

Según Acnur, 993 colombianos habían solicitado asilo en Alemania hasta diciembre de 2003, 7.696 lo habían hecho en España y 2.718, en Canadá. Así aparece en el mapa interactivo sobre la diáspora de Conexión Colombia.

Tras la elección de Álvaro Uribe y dada la disminución de los índices de violencia, el ritmo de migración se ha desacelerado y muchos colombianos han decidido volver. Aun así, todos los meses miles de colombianos le dicen adiós a su patria.

LA EXPERIENCIA DE LA MIGRACIÓN

Aunque tradicionalmente se concibe la decisión de migrar como el resultado de un cálculo racional, los pocos estudios realizados sobre migración de colombianos han encontrado que se planifica muy poco. La decisión de irse es más producto del 'efecto llamada', de las conversaciones con los parientes y amigos en el exterior y del imaginario proyectado por los medios de comunicación alrededor del boom de las remesas. Pero quienes se van muy pronto descubren que la migración no es como la pintan.

"Yo siempre deseaba irme para España en vista de que todo el mundo que llegaba de allá me hablaba maravillas", les dijo una mujer que se acogió al programa de retorno voluntario desde la tierra del Quijote a los investigadores del estudio de Migración y Remesas Internacionales, realizado por la OIM y la Cancillería. Ella se fue con la plata de herencia de su padre y vivió en Madrid durante año y medio pero encontró una realidad muy diferente a la que se imaginaba. "Uno cree que es muy bueno y que la vida es muy superior a la que se vive acá. De pronto las personas que tienen todos sus documentos sí, pero cuando uno está indocumentado la vida es demasiado difícil".

Y a ella le fue bien. Muchas mujeres terminan dedicándose a la prostitución y desafortunadamente otros terminan en la cárcel cuando no ahogados como los balseros que intentaron llegar a Aruba la semana pasada. Actualmente hay 15.430 colombianos presos en el mundo. En España, la mitad de los 1.985 presos actuales ni siquiera conocieron Madrid pues fueron detenidos con coca en el aeropuerto.

Es difícil incluso para aquellos que viajan con sus papeles en regla.

Al otro lado del charco no se encuentra el anhelado Dorado. Los emigrantes -con muchas excepciones, claro (ver recuadro)- encuentran o reproducen su Colombia en miniatura, menos insegura pero más solitaria; con su misma estructura clasista y regional, con un poco más de oportunidades económicas y con un poco menos de seres queridos alrededor.

El estudio de la Cancillería, realizado a partir de entrevistas con familias en Pereira, Dos Quebradas y La Virginia, en Risaralda -los principales lugares expulsores-, arrojó el perfil más completo realizado hasta ahora sobre el emigrante colombiano en España. No es un retrato feliz.

En la Madre Patria hay entre 430.000 y 480.000 colombianos, de los cuales 108.000 estaban empadronados hasta el año pasado. Aunque con la reciente legalización de miles de colombianos, esto podría cambiar pronto, un porcentaje alto se dedica al servicio doméstico, a la construcción y a la atención de ancianos.

En promedio tienen un ingreso de entre 600 y 800 euros, 50 por ciento por debajo del mínimo legal. Muchos mandan remesas a sus familiares y para lograrlo se ven obligados a reducir su consumo al máximo y a seguir viviendo en pesos.

"Se da el fenómeno de la cama caliente", explicó Luis Jorge Garay, asesor de la Cancillería para este estudio. Con el fin de ahorrar, muchos colombianos en España alquilan un cuarto pequeño entre dos y lo comparten, de tal forma que mientras uno trabaja de noche y duerme de día, el otro lo hace de noche. Las sábanas jamás se enfrían.

"Uno llega de trabajar al cuartico que rentó y espera a que amanezca para volver al trabajo", le dijo un colombiano que llevaba trabajando 10 años como obrero en Estados Unidos a la investigadora Diana Andrea Gómez, que realizó en 2000 un estudio sobre migración a la potencia norteamericana.

Son muy pocos los colombianos en España -o para tal efecto en cualquier lugar- que se integran verdaderamente a la sociedad del país receptor.

Por ejemplo, lo primero que hacen los colombianos indocumentados al llegar con sus maletas a Madrid es buscar a 'Cantinflas', un taxista de Soacha que maneja la Asociación de Colombianos de Madrid en el barrio de Usera. Su verdadero nombre es Pedro Pablo Ruiz y de él dependen unos 7.000 colombianos.

Él hace el mercado en el abasto de Madrid para 250 familias inscritas por 1,5 euros en su banco de alimentos. También les consigue trabajo y busca aliviar su nostalgia. Aunque en la calle Isabelita Usera se encuentran desde guascas para el ajiaco hasta lulos para un jugo. Todo más caro, eso sí.

'Sucursales' por el estilo abundan en el globo. En Jackson Heights en Queens, Nueva York, los colombianos hablan todo el día en español, desayunan con arepa y chocolate y consultan, si lo requieren, al Indio Amazónico, que tiene sucursales allí y en Los Ángeles. En Patterson, Florida, los costeños de Barranquilla y Cartagena comen bollo limpio. En Morristown, también en la Florida, viven los casi 2.500 colombianos de Montenegro, Quindío, y en Engelwood, Nueva Jersey, los emigrantes de Belén de Umbría, un pueblo diminuto de Risaralda, construyeron su réplica.

En España, donde se ha comenzado a dar un repoblamiento de zonas rurales abandonadas por los españoles, sólo en Jaca, un pueblo a cuatro horas de Barcelona, viven unos 300 vallecaucanos del norte del departamento. Cerca de Vitoria, en el país vasco, se celebra el Festival del Bunde. Y el Divino Niño -patrón de los colombianos indocumentados- tiene devociones en Miami, Los Ángeles, Beirut, Nueva York, Australia y España.

Los colombianos suelen ubicarse juntos según su estrato socioeconómico. Los de menores recursos en Miami, por ejemplo, viven en los barrios Hialeah y Fountainbleu en el condado de Southern Miami-Dade y trabajan en manufactura, servicio doméstico y agricultura. Las clases medias se concentran en Kendall, en Southwestern Miami-Dade, Doral, Miramar, Plantation, Pembroke Pines, Sunrise en el condado de Broward, Boca Ratón y Palm Beach. Las clases altas, la mayoría de ellos inversionistas y profesionales, viven en Key Biscayne, Miami Beach, Brickell, Bayshore, Coral Gables, Broward, Weston y Aventura.

Esta actitud de reproducir los estratos y las características regionales -junto con la desconfianza creada por el estigma del narcotráfico- ha impedido una verdadera alianza entre los colombianos en el exterior que redunde en beneficios políticos o económicos.

Aunque los colombianos constituyen la segunda comunidad hispana de Miami, y en comparación con otras colonias latinoamericanas tienen un nivel educativo más alto, muy poco han influido en la política estadounidense. No lograron sacar adelante el TPS, e iniciativas promovidas por el gobierno como la tarjeta consular -que tanto ha ayudado a los mexicanos indocumentados- van mucho más lento de lo esperado. Javier Marín, alcalde de Dover, New Jersey, y Carlos Manzano, que aspira a ser elegido en 2005 candidato demócrata para presidente del condado de Manhattan, intentan sacar la cara política por el país.

Tampoco influyen en los asuntos públicos de Colombia. A diferencia de otras diásporas como la haitiana, que se organizó desde Estados Unidos para solicitar el regreso de Jean Bertrand Aristide a la presidencia de su país, o la irlandesa, que propició los diálogos de paz con el IRA, los colombianos desde la distancia se limitan a votar en las elecciones, si acaso.

Aunque en la política la organización es incipiente, en otros campos han comenzado a unirse. Por ejemplo, en Barcelona, Patricio Reig, con más de dos décadas en España, abrió la galería Segovia Isaacs para apoyar el arte colombiano. También lo hizo Débora Arango en México, con una de las galerías más reconocidas en ese país.

Quizás experiencias como la de los artistas en España o los médicos en México, que han promovido la asociación de los colombianos, sirva de ejemplo para otros compatriotas, ya que en el exilio unirse sí que hace la diferencia.

¿VALE LA PENA EMIGRAR?

Una pregunta ronda siempre la mente de aquellos colombianos en el exterior: ¿me quedo o me devuelvo? La decisión se evalúa a veces a diario, a veces cada semana o cada año. El dilema es difícil porque por más trabajo que pasen los colombianos en el exterior, logran ganar más dinero que en Colombia. El estudio realizado por Diana Andrea Gómez en 2000 encontró que el ingreso familiar medio de los colombianos en Estados Unidos oscila entre 25.000 dólares y 30.000 dólares anuales. "De no haber emigrado hoy día sería otro sicario más de Medellín", le dijo a Gómez un joven paisa que trabaja como mesero en una pizzería de Nueva York.

Los colombianos tienen a favor que son considerados buenos trabajadores a donde llegan y por eso en muchos lugares los prefieren a otros inmigrantes. Por ejemplo, la prestigiosa firma de ingeniería G.P.O. en Barcelona decidió desde hace algún tiempo contratar sólo colombianos. En Italia se solicitan directamente al consulado obreros colombianos por su buena fama. En Argentina, a donde han viajado médicos y enfermeras de la Costa Atlántica, los profesionales de la salud colombianos son muy apreciados. Y campesinos son llevados cada año desde Guasca, Bojayá y otros municipios a trabajar durante la temporada de cosecha en Cataluña recogiendo frutas y hortalizas.

Vivir por fuera -sobre todo por hábitos de trabajo intensivo y de ahorro- permite a muchos colombianos progresar y sobre todo, sostener a sus familias en Colombia. Pero el costo emocional que tienen que pagar los emigrantes suele ser alto.

En Pereira, Dos Quebradas y La Virginia de 100 familias, 15 tienen al menos un miembro viviendo de manera permanente en el exterior y más de cuatro tienen un familiar que ha retornado. El estudio de la OIM y la Cancillería revela que 54 por ciento de los migrantes son mujeres. Por eso los más afectados en todo este proceso son los hijos, que terminan a cargo de las abuelas, las tías o las hermanas mayores. Los hijos de las remesas suelen tener un bajo rendimiento y una mayor propensión a desertar de la escuela, a la delincuencia y a la drogadicción.

"En los dibujos de los niños la mamá se va diluyendo", dice María Claudia Medina, experta en los impactos sicosociales de la migración. "Las fotografías enviadas por ellas ya no dicen nada".

El que emigra y envía plata es admirado por sus familiares e inmediatamente mejora de estatus. Sin embargo, este reconocimiento lo obliga a mantener una vida doble, "un juego de silencios", como dice Diana Andrea Gómez. Los que emigran rara vez pueden confesar a sus familiares la difícil situación que atraviesan, tienen que sostener la caña, conformarse al imaginario del exilio feliz mientras se aferran a lo más básico de la colombianidad.

Desde que Conexión Colombia abrió una línea para preguntarles a sus lectores qué extrañan de su país, los mensajes no paran de llegar: extrañan el manjar blanco en totuma, las arepas con queso, los diciembres acompañados de la novena junto al pesebre, los fotógrafos de los parques de Lourdes y Santander en Bogotá, el olor a tierra caliente cuando se viaja por carretera, los piropos callejeros, los diminutivos para todo, la tenacidad de la gente que no se achica por nada. Extrañan sobre todo sentir que pertenecen a algún sitio.