Especiales Semana

LA OTRA CARA DE LA MONEDA

Un oficial que persiguió a Pablo Escobar durante más de 10 años, escribe el perfil criminal del hombre más buscado del planeta.

28 de diciembre de 1998

La figura criminal de un hombre como Pablo Escobar Gaviria marcó un hito en la historia de la investigación policial en Colombia. Nunca antes la Policía había tenido que enfrentar a un delincuente que conjugaba tales características de comportamiento. De ladrón de lápidas y halador de carros a gran capo del narcotráfico. Carrera meteórica que creyó viable legitimar en la medida en que su entorno social alentaba la necesidad de ser alguien en la vida y la consecución de riqueza a cualquier precio, sobre todo en medio de una crisis social y económica, que vio en el narcotráfico una especie de bolsa de valores en la que por medio de pequeños aportes, conocidos popularmente como la 'apuntada', se podía invertir en embarques de drogas, que de llegar a su destino justificaban el riesgo y en caso contrario las pérdidas, asumidas por un número significativo de apostadores, eran asimiladas a las del juego de las loterías, en las que para aspirar a ganar se necesita participar sin perder las esperanzas.Parecía que Escobar fuera un personaje inspirado por las figuras del bajo mundo norteamericano de los años 20, que se consolidaron aprovechando la entrada en vigencia de la Octava Enmienda de la Constitución y la Ley Volstead, que prohibían el alcohol, o tal vez un personaje sacado de las novelas de Mario Puzo, o mejor quizás una mezcla explosiva de todos ellos. Realmente quería convertirse en un Al Capone, en todo un 'Padrino' de la mafia colombiana. De ahí el alias de 'El Señor' o 'El Patrón', como se hacía llamar, con lo que se mostraba como el símbolo de toda una nueva clase de patriarcas de la región que habían sido gestados en contrabandistas que operaban por el golfo de Urabá en los años 70, Traficando con marihuana y ahora se enriquecían con el negocio de la cocaína. Fue tal la fortuna que amasó y el nivel de penetración que alcanzó en las más altas esferas sociales y políticas que pasó de ser el instrumento emergente utilizado por otros, para convertirse en el director de los hilos de todo el poder que giraba en torno de él: autoridades, empresarios, políticos, reinas de belleza, deportistas, periodistas, miembros del clero, gente del común, cayeron en sus redes, en principio atraídos por la posibilidad de pellizcar algo de su riqueza y paulatinamente obligados a cumplir por el temor de verse enfrentados a las consecuencias de faltarle al patrón. De esa manera fue como, explorando otras vías, Escobar incrementó su poder en la política, en la cual le era factible influir para ordenar las reglas del juego a su favor, en el campo social, que le permitían el acceso y el favor popular, especialmente en zonas marginadas de Medellín, e inclusive por esta misma vía logró influir en algún sector del clero, que lo veía como un hombre bondadoso y de paso le facilitaba mantener su fe y lograr el perdón de Dios.Esa suficiencia que otorga el poder lo llevó en primer lugar, siguiendo las características del comportamiento mafioso, a considerarse y actuar como un estado paralelo que gobierna, imparte justicia y ofrece protección a sus asociados. Posteriormente, liderando intereses de grupo, a proponer asumir la deuda externa del país, como una salida para expiar sus culpas y, por último, ante la negativa a su propuesta, a enfrentar al Estado, pretendiendo ser reconocido como un delincuente político, para lo cual hizo bandera de su lucha la extradición y desarrolló una estrategia que involucraba la utilización de la figura del asilo, la denuncia de supuestas violaciones de los derechos humanos por parte de sus persecutores, una campaña de desinformación respecto de su paradero y, lo más importante, una serie de acciones terroristas selectivas, como el ofrecer un pago por el aniquilamiento sistemático de policías; indiscriminadas, con la explosión de carros-bomba en sitios públicos; secuestro de personas que se hubieran negado a pagar una "contribución para sostener su guerra"; de periodistas, para llamar la atención y lograr que se cediera a favor de sus intereses; torturas, asesinatos, que inclusive llegó a ejecutar desde la cárcel e incluso dentro de ella.A todo esto habría que sumarle las guerras que casó con sus contrincantes naturales, la reacción de éstos, las alianzas con células guerrilleras que operaron bajo sus órdenes, las bandas de barriada que dispararon los índices de criminalidad en Medellín a tal punto que fue necesario conformar una unidad especializada para desarrollar las tareas de búsqueda y localización del capo.Tras largos meses de espera, hacia la última semana de noviembre de 1993, se empezaría a captar y a localizar una señal que luego de ser minuciosamente analizada por parte de expertos en el reconocimiento de voces permitió dar la alerta para que los equipos móviles, tanto técnicos como de operaciones especiales, se aprestaran para una posible intervención final. Pero era casi imposible saber si el final de Escobar estaba cerca. No tanto por la falta de capacidad operativa o porque los hombres que estaban al frente de su persecución no estuvieran preparados para esa guerra. Escobar era un hombre impredecible. Frío, calculador. Capaz de salir con éxito en los momentos más críticos y en los que veía que su vida estaba en riesgo. En esos instantes su capacidad de sortear el peligro era proverbial. Así lo demostró en más de una oportunidad. Cuando se pensaba que su final estaba cerca otra vez lograba acomodar las cargas y emprender su guerra demencial contra una población indefensa y aterrorizada por su accionar. Muchos de los analistas y expertos que estudiaron la vida de Escobar llegaron a la conclusión de que su perfil de hombre destructor, de hombre de mal, era comparable a la de Hitler. Pero también demostró que tenía una debilidad: su familia. Ella lo descontrolaba, no lo dejaba pensar, y ahí comenzaba a cometer error tras error. Y esa debilidad fue en últimas la que los hombres del Bloque lograron capitalizar ese 3 de diciembre de 1993. A eso de las 3:11 de la tarde. Lo demás es historia, una historia que ningún colombiano quisiera volver a repetir. np
ATENTADO. Miguel Maza Márquez. Mayo 29 de 1989, Bogotá Muertos: 4t V
ALDEMAR F. QUINTERO. Comandante de la Policía de Antioquia.Agosto 18 de 1989, Medellín
CARRO BOMBA. Instalaciones de El Espectador. Septiembre 2 de 1989, Bogotá. Muerto: 1 . Heridos: 71p
CARRO BOMBA. Instalaciones de Vanguardia Liberal . Septiembre 2 de 1989, Bucaramanga. Muertos: 2. Heridos: 20p CARRO BOMBA. Instalaciones de Vanguardia Liberal . Septiembre 2 de 1989, Bucaramanga. Muertos: 2. Heridos: 20p
BOMBA. Avión de Avianca. Noviembre 27 de 1989 . Muertos: 107