Especiales Semana

La Sierra Nevada de Santa Marta

Es un imponente espectáculo visual y de biodiversidad. Cuna de las culturas indígenas más admiradas y sufridas del país.

Andrés Hurtado García *
24 de junio de 2006

Con sus picos Cristóbal Colón y Simón Bolívar, con sus lagunas sagradas, con sus típicos frailejones arborescentes, con sus etnias maravillosas, con sus ciudades perdidas, con su riqueza en agua, es uno de los más preciados parques nacionales y el símbolo más altivo y soberbio de Colombia.

Está 5.770 metros más cerca de las estrellas. La Sierra Nevada de Santa Marta rasga el cielo, es la cumbre más alta de Colombia y también ostenta un título mundial: es la montaña litoral más alta del mundo a orilla del mar. Durante varios siglos, el Teide, pico de las Islas Canarias, con sus modestos 3.000 metros, fue considerado el más alto de la Tierra. Todavía no se conocían en el occidente los himalayas y visto desde el mar, el Teide parecía un gigante. Si los colombianos hubiéramos sido conocidos en el entorno mundial antes de medirse la altura del Everest, la Sierra habría sido considerada la cumbre cimera del planeta.

Fuera y alejada del eje de las tres cordilleras, la Sierra parece todavía más imponente. Los conquistadores españoles, acostumbrados a los modestos 'tresmiles' de la Península Ibérica, debieron verla como el trono de los dioses cuando las naves se aproximaban por el Caribe a nuestras costas.

En buena parte, es responsable de la riqueza natural que nos convierte en el segundo país en megabiodiversidad. Aunque Colombia posee sólo el 0,7 por ciento de superficie continental, es dueña del 15 al 20 por ciento de la flora y la fauna del planeta. La Sierra aporta muchas especies gracias a que posee todos los pisos térmicos, en los que se encuentran bosques secos, tropicales y de cordillera, páramos y zonas glaciales. Esta diversidad altitudinal permite igualmente cultivar todos los productos agrícolas del trópico, desde el plátano, el café y las frutas hasta la papa.

La Sierra Nevada de Santa Marta nos permite mirar al futuro con tranquilidad. El petróleo forzosamente se acabará y el motor de las economías será muy pronto el recurso hídrico. En la Sierra nacen 32 ríos que atraviesan tres zonas importantes para la economía colombiana: la bananera, al occidente, con centro en Aracataca; la zona noroccidental turística, con centro en Santa Marta, y la región carbonífera , al oriente, con centro en Cerrejón. Los ríos que nacen en la Sierra y mueren en el mar, como el Buritaca, y cuyas aguas prácticamente no necesitan tratamiento, pueden llenar, en cuestión de minutos, enormes buquetanques que llevarán a otros países nuestro recurso. Esta exportación se adivina en el cercano horizonte. Y los países ricos en agua serán las nuevas potencias de la economía mundial.

La Sierra es a la vez reserva de comunidades indígenas y Parque Nacional Natural. En la época prehispánica vivían en esta montaña los tayronas. Pescaban antes del amanecer en las bahías del hoy Parque Tayrona, y el producto obtenido era llevado por una red maravillosa de caminos de piedra y al mediodía estaba servido en la mesa de los habitantes, que vivían sobre alturas medias en la Sierra.

La llegada del intruso perturbó para siempre el sistema. Atacados los indios de abajo, los indios de arriba se quedaron sin la proteína que obtenían del mar. Por otro lado, sus creencias religiosas les prohibían matar animales, por lo cual empezaron a depender sólo de la agricultura para su alimentación, que comenzó a ser rica en féculas y pobre en proteínas. Huyendo del conquistador, debieron encumbrarse más en la gran montaña, y crear asentamientos en zonas climáticamente hostiles.

Según los cronistas de la Conquista, la reducción de los indígenas de la Sierra fue la más bárbara entre todas las emprendidas por los españoles en América. Cuando en la década de los 70 se descubrieron las ciudades perdidas en la Sierra, la noticia causó admiración mundial. Ingenieros y arquitectos contemplaron asombrados el tratamiento que los tayronas dieron a los millones de toneladas de piedra en los caminos y en las explanadas, y admiraron cómo supieron dominar las laderas y edificar de modo que la lluvia no destruyera las construcciones.

Hoy viven en la gran montaña, como descendientes de aquella nación que encontraron los españoles, koguis, arhuacos, wiwas y kankuamos. Sus cosmogonías son admiradas por entendidos y profanos. A nosotros, los 'civilizados', nos llaman "los hermanitos menores".

La Sierra Nevada de Santa Marta es un exponente de historia, geografía y cultura, características que tal vez reúnen pocos lugares en el mundo. Y más cuando se eleva a 5.770 metros más cerca de las estrellas.

* Periodista y autor del libro 'Colombia secreta'.