Especiales Semana

La Totuma

Es un utensilio que ha sido tema de artistas, que engrosó el lenguaje popular y que ha hecho parte de la vida cotidiana de los colombianos de una u otra forma

Olga Lucía Lozano *
24 de junio de 2006

Por cerca de dos años la exposición 'Otras miradas' ha viajado por varios países de Latinoamérica. En ella, la artista Delcy Morelos, cuya obra, al lado de las de otras nueve mujeres colombianas conforma la muestra, exhibe una parte de su serie 4.408 veces. De esta manera, los ojos del mundo se han enfrentado a enormes pinturas en las que una totuma pareciera escupir sangre.

Esa lectura del país que realiza Morelos a través de su trabajo junta dos elementos simbólicos de esta Nación. Pero, en particular, el hecho de que haya elegido este recipiente como metáfora y protagonista es, de alguna manera, un reconocimiento público más que merecido a uno de los utensilios que con mayor fuerza identifican el carácter de este país en el ámbito doméstico.

En especial porque, pese a que el totumo y todos los posibles productos derivados de esta planta hayan desempeñado un papel fundamental en varias culturas americanas prehispánicas, el paso de la totuma por la vida nacional pocas veces ha alcanzado el estatus de superestrella.

Si bien aparece en algunos textos (históricos y no) como referencia de las costumbres y la cultura locales de ciertas zonas colombianas, prácticamente ningún investigador se ha dedicado a desentrañar la profunda relación entre este recipiente y el hecho mismo de ser colombiano.

Sus apariciones, aunque numerosas, en diversos escritos son, entonces, referencias a otras situaciones cotidianas, en donde ella apenas cumple con hacer parte de la ambientación y la utilería. Pero quizás en esa indiferencia tácita radique precisamente su importancia. La totuma es tan natural para los colombianos, que basta, por ejemplo, con decir: "La totuma fue de mano en mano", para que el paisaje completo de la nacionalidad y la borrachera de guarapo sea visible.

De hecho, el manjar valluno no tendría posibilidad de existir en su máxima expresión, si no estuviera empacado en el maravilloso recipiente que, además, al reciclarse sirve para servir bebidas, guardar botones y suplir las masivas vajillas de pedernal y porcelana, así como los estrepitosos cubiertos de metal y los cucharones de madera.

El elemento que constituye básicamente su carácter, humildad, se ha convertido además en caballo de batalla de quienes en este país tienen bien poco. Expresiones como "nos tocó pasar la totuma" o "todavía nos bañamos con totuma" son argumentación válida para que el interlocutor tenga claro el índice de necesidad de quien las emplea.

Si un utensilio que tiene cientos de años de historia, que ha pasado por la vida de todos los colombianos de una u otra manera y que, incluso, ha logrado transformar el lenguaje nacional no es el símbolo de Colombia, no lo será justamente porque su grandeza se sustenta en su anonimato.

*Editora Multimedia, Semana.com