Especiales Semana

LAS BALLENAS VARADAS

El reciente caso de 93 ballenas "suicidas" en las costas del golfo de México, alerta a los científicos sobre problemas de contaminación marina

10 de diciembre de 1984


La noticia de que 93 ballenas se vararon en una playa de los Estados Unidos, llevadas por un misterioso impulso suicida, impactó recientemente a círculos científicos mexicanos. Expertos consultados sostienen la hipótesis de que esos gigantescos cetáceos obraron así perturbados sus instintos por la ingestión de partículas químicas, minerales o radiactivas. Esa extraña inmolación --que no es la primera y que para algunos ecólogos es sólo una "respuesta natural de la especie a causas no dilucidadas"--sensibilizó particularmente aquí por producirse a pocos días de que México recibiera en Italia un premio internacional --el "Tridente de oro"-- por sus políticas de protección a la ballena gris.

Los expertos consultados --uno del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, otro de la Subsecretaría de Ecología del gobierno y, un tercero, un ingeniero químico privado-- señalaron la dificultad de pormenorizar sobre el tema ante la carencia de informaciones completas. Para ellos resulta difícil aventurar una "interpretación científica", pues sólo conocían la escueta noticia divulgada sin mayor relevancia en algunos periódicos locales: 93 ballenas se lanzaron sobre una playa en el cabo Cod, cerca de Eastham, Massachusetts, en la costa noreste de Estados Unidos.

Los enormes mamíferos estaban "esperando la muerte por su propia voluntad" y algunos científicos "abreviaron su agonía mediante inyecciones letales", señalaron las informaciones. Un biólogo norteamericano manifestó que posiblemente se trataba de "una ballena enferma que guió a las otras a este suicidio en masa". De las consultas a los expertos mexicanos se desprende que no sólo una sino las 93 ballenas pudieron sufrir "alguna perturbación orgánica producida por sustancias patógenas". Uno de los especialistas supone que los cetáceos inmolados podrían pertenecer a la denominada "ballena de Groenlandia" por la relativa cercanía, en línea directa, con la playa norteamericana. Su hábitat estaría en consecuencia en el Atlántico norte, particularmente en la bahía de Baffin y en los litorales de Islandia.

Más allá de esta incierta identidad, los científicos coincidieron en la hipótesis de que pudiera tratarse de "un caso típico pero no precisado aún de contaminación por ingestión de plancton contaminado con sustancias químicas minerales o radiactivas". El plancton es el conjunto de microorganismos (peces y crustáceos) que está en suspensión en las aguas marinas. Como los "misticetos" o ballenas propiamente tales carecen de dientes, que están reemplazados por barbas de un material córneo, su alimento proviene del plancton, del cual "filtran" los microorganismos y expulsan el agua. Esta característica los diferencia del otro orden de cetáceos, los "odontocetos" o cetáceos con dientes, a los cuales pertenecen las marsopas, delfines y cachalotes. Entre estos últimos la orca o "ballena asesina" considerada el mayor depredador de los mares.

No resulta difícil especular acerca de un eventual envenenamiento de las ballenas de cabo Cob si se tiene presente las numerosas y reiteradas denuncias de científicos sobre la toxicidad de los derrames de desechos químicos, petroleros, minerales y radiactivos en los océanos y bahías del mundo, según un especialista de la UNAM. Expertos y organismos internacionales señalan que cada año son derramados en los mares --accidentalmente o intencionalmente-- cerca de 12 millones de toneladas de hidrocarburos, parte de los cuales se evapora, parte se biodegrada, pero una parte importante se hunde, saturando sectores del plancton marino. Está comprobado que el tolueno y el benzeno son los hidrocarburos más tóxicos del petróleo. Las denuncias son más dramáticas cuando se refieren al carácter tóxico de los desechos químicos y minerales, o altamente letal en algunos casos, que por diversas vías son arrojados hacia los mares y diseminados a grandes distancias por el oleaje y las corrientes marinas.

El envenenamiento con mercurio --especialmente el metilato-- arrojado por minas, fundiciones y refinerías, produce lesiones en el sistema nervioso central del ser humano y está comprobado que es ingerido por los peces, según los expertos. El consumo de pescado contaminado con sales de mercurio produjo la "enfermedad de Minamata" en el Japón, que causó millares de muertos en 1956. La presencia de plomo acumulado en seres humanos --y, a juicio de los expertos, ¿por qué no en ballenas?-- genera lesiones del hígado, los riñones, el cerebro y el sistema nervioso central y afecta también los órganos de la reproducción. El cambio produce la "enfermedad de itai - itai", padecimiento doloroso que llega hasta el reblandecimiento de los huesos, y la ingestión de agua contaminada con manganeso produce trastornos cerebrales crónicos similares al "mal de Parkinson ".

Científicos mexicanos y norteamericanos han denunciado que durante once años un barco de una compañía estadounidense especializada incineró 700 mil toneladas de sustancias químicas altamente tóxicas en el Golfo de México. Sin embargo, se ha comprobado que el 1% de ese volumen --unas 700 toneladas-- no alcanzó a quemarse y fue lanzado al golfo. En esa cifra se incluían partículas altamente venenosas y letales de sustancias como la dioxina, bifenilos policlorados y dibenzofurano, que producen cáncer y mutaciones genéticas. Los mismos especialistas han denunciado asimismo la presencia de desechos químicos y posiblemente radiactivos en las aguas del Pacífico norte, que fluyen al mar por los ríos de la costa occidental de Estados Unidos, zona saturada de complejos industriales.

Los expertos mexicanos consultados señalaron la importancia de practicarles una especie de autopsia a las ballenas "suicidas". "Así podríamos comprobar que efectivamente se trata de un asesinato", dijo un experto químico. La eventualidad de un "misterioso mal" que impulsó a esos cetáceos a vararse, trae aquí a la memoria el caso de las tortugas de los atolones de Bikini y Eniwetock, en el Pacífico, escenario de ensayos nucleares norteamericanos desde 1946. A causa de la radiactividad, las tortugas marinas que llegaban para desovar, perdían el sentido de la orientación y, después de poner sus huevos, en vez de regresar al mar, se internaban hacia el interior de los islotes coralinos y morían por millares.

Sea lo que sea, el hecho es que el caso de las ballenas es un toque de alarma mas sobre los riesgos y peligros de la contaminación de los mares.--