Especiales Semana

Las Farc cayeron en la trampa

Los 10.000 fusiles que les fueron lanzados a las Farc desde el aire hacen parte de un complot internacional que quiere alimentar la guerra en Colombia.

Germán Castro Caycedo.
2 de julio de 2001

Los 10.000 fusiles sovieticos no vinieron del cielo como dijo una tarde un vocero de las Farc haciendo bromas ante los periodistas. No. Los fusiles se los lanzaron desde un avión ruso sus enemigos como pretexto para justificar una guerra. La historia de los fusiles AKM Kalashnikov calibre 7.72, por los cuales las Farc le pagaron 15 millones de dólares a Vladimiro Ilich Montesinos, es un episodio absolutamente coherente dentro de los parámetros de la estrategia militar: un enemigo que arma a la guerrilla para luego utilizarla, un sargento que se viste como general y un coronel que no es coronel, ni militar, sino narco; tres contratos de Estado en los cuales el escudo del Perú no es del Perú; unas armas jordanas que no pertenecen a Jordania, un avión ruso que no es de Rusia sino de Hungría.

La historia de la lluvia de fusiles en madrugadas de marzo, julio y agosto sobre la banda izquierda del río Guaviare, al otro lado de Barrancomina, tiene dos personajes iniciales: Vladimiro Ilich Montesinos, hijo de un comunista pero enemigo de los comunistas, y Sarkis Soghanalian Kopelian, nacido en Turquía pero miembro de una legendaria familia de traficantes de armas armenios.

Cuando el dictador peruano Juan Velasco Alvarado resolvió hacerle la guerra a Pinochet, Montesinos era oficial del ejército y cargaba el maletín del general que determinó la compra de un inmenso arsenal a la Unión Soviética. Pero la información de lo que iba adquiriendo el Perú llegaba primero a la embajada de Estados Unidos que al Consejo de Ministros.

Tras la caída del dictador, Montesinos falsificó un permiso del ejército y se escapó a Washington, invitado por el gobierno de Estados Unidos. El agregado militar peruano comprobó allí sus entrevistas con Robert Hawkins en el Office of Current Intelligence de la CIA. A su regreso fue apresado y expulsado del ejército. La embajada estadounidense en Lima pidió excusas al gobierno peruano por el incidente.

Se desplegó el tiempo. Montesinos llegó al poder, inventó la guerra con el Ecuador y se gastó 4.000 millones de dólares en un arsenal de chatarra en Bielorrusia y Ucrania y él se hinchó los bolsillos de dinero. Y cuando pasó el ruido se quedó mirando en un mapa la frontera con Colombia, el río Putumayo, levantó los brazos: “¡Dios!”, exclamó en presencia del analista de ‘inteligencia’ más cercano a él durante los últimos ocho años.

Hoy en el Perú muy pocos admiten haber conocido al Doc —como le dicen a Montesinos en el Perú—, y cuando alguien lo hace y accede a contar historias —como lo hizo el analista— dice: “Si usted revela mi nombre seré hombre muerto”.



Esta es la versión del analista:

“Esa tarde el Doc estaba feliz. Su amigo de la CIA le había anunciado que en Washington se gestaba algo llamado Plan Colombia. A pesar de las circunstancias en esos días Vladimiro tenía la sensación de que aún era mirado por la CIA como aquellos traidores, soplones, mercaderes, traficantes de información que tratan con ella. Sin embargo su inmensa ventaja era que él podía trabajar a ambos lados del muro desde cuando se convirtió en el enlace oficial del Perú con todos los organismos de inteligencia con los cuales tenemos relaciones.

“El recordaba la tarde que vivió un viejo rito de la CIA cada vez que un nuevo jefe del servicio de inteligencia de estos países, o virtual jefe, o el tipo que tiene que ver con las relaciones con Estados Unidos, especialmente en la parte oscura, viaja a Washington para una reunión con el jefe de la CIA, (pueden ser el director o el jefe de operaciones). Contaba que habló con el segundo. La reunión, como es costumbre, se llevó a cabo en un pequeño crucero que navegaba por el Potomac, ‘a bordo del cual los dos dignatarios nos dimos la mano, hablamos y pactamos’.

“Ahora Montesinos no sólo estaba obligado a entregar información sino que tenía derecho a decirles: ‘No miren, esto es cosa mía’. O, ‘Es interés de la Nación, porque la patria, ta,ta,ta’.

“Para él, esa tarde, el Plan Colombia comenzó a significar una feria, una lotería. ¿Por qué? ‘Tú sabes que normalmente —explicaba el Doc—, los mejores negocios del mundo se hacen en una nación en guerra. Piensa —me decía— en una Colombia llena de coca, de dólares, de todo tipo de criminales, de armas, de angustias, de refugiados. Allí hay campo para hacer negocios hermosísimos. La frontera del Putumayo... Allí podremos negociar misiles, piezas de artillería, combustible, comida, medicamentos... El Perú tiene que estimular esa guerra. Que esos hijos de puta se maten entre ellos. Nosotros seremos los ganadores’.

“Para el Doc estaba claro que, según la decisión de Washington, Colombia tendría que invertir millones de dólares en un área que él podía manipular. Y empezó a jugar a eso: Perú movilizó 2.000 hombres a la frontera del Putumayo porque supuestamente las Farc estaban moviéndose en la zona peruana. Eso fue un sainete porque las Farc vienen haciéndolo desde hace años, pero conservan el área quirúrgicamente limpia de incidentes para que nadie se queje. Realmente la movilización buscaba presionar a las Farc para que compraran material de guerra: ‘Es una obligación quedarnos con parte de los 1.500 millones de dólares que le deja al año el narcotráfico a esos bandidos’, decía Montesinos”.

El cuento de Montesinos era sencillo: el Perú necesita enriquecer su arsenal pero no puede comprar armamento por el proceso de pacificación con Ecuador. Por lo tanto, la cortina de niebla, el gran pretexto para enmascarar la operación, es hablar de un negocio silencioso entre dos Estados.



Sarkis:
El hombre de las armas


El segundo protagonista en escena es Sarkis Soghanalian Kopelian, el negociante en armas a quien una fiscal estadounidense bautizó con título de culebrón de televisión. El periódico The Boston Globe dijo, citando a la funcionaria de la fiscalía Susana Tarbe, que “Soghanalian está orgulloso de ser el mercader de la muerte”. Desde luego, él piensa otra cosa: “Yo no vendo armas para matar sino para la defensa de la civilización. Hago negocios de gobierno a gobierno”.

Nació en Turquía hace 72 años, creció en una zona empobrecida de Beirut, Líbano, y hoy tiene ciudadanías jordana y norteamericana a la vez.

Al esbozar un perfil Angel Páez escribe en La República de Lima: “Sarkis es conocido ampliamente como colaborador de la CIA. Durante el conflicto entre Irak e Irán organizó una operación para vender helicópteros de fabricación norteamericana a Saddam Hussein en pleno bloqueo decretado por Washington.

“Después —dice Páez— Sarkis Soghanalian, trabajando para la CIA en Nicaragua, surtió de armas a los ‘contras’ dirigidos por Edén Pastora. Más tarde enfrentó un proceso judicial y fue condenado a cinco años y medio de prisión por haber seguido vendiendo armamento a Saddam Hussein, pero la CIA presionó para conseguir su libertad. A Estados Unidos Sarkis le resulta más útil libre que en prisión”.

En la década de los años 50 Sarkis fue una especie de asesor del presidente libanés Camille Chamoun, quien le presentó al rey Hussein de Jordania. Sarkis fue luego uno de los hombres de confianza del rey.

Cuando estalló la guerra civil en Líbano huyó y se instaló en Nueva York, donde abrió un negocio en el garaje de su casa: acopiaba armamento que luego vendía a los libaneses cristianos. Según el autor estadounidense Murray Waas (que escribió El hombre que armó a Irak), por esa época empezaron los contactos de Sarkis con la CIA.

Para Páez, “el abierto anticomunismo le permitió a Sarkis tener contactos con la CIA y con aquellos gobernantes con los que trabajaba esa agencia: el dictador de Nicaragua Anastasio Somoza, el de Filipinas Ferdinand Marcos, en Argentina el general Leopoldo Galtieri (lo dotó de armas durante la guerra de Las Malvinas), y en lo de las Farc trabajó hombro a hombro con Montesinos”.



El reparto

Los otros actores de reparto en esta lluvia de fusiles son Charles Acelor y el ex piloto israelí Moshe Rothschild, quien le vendió a Montesinos aviones de combate MiG 29 y Sukhoi 25, con los que fue estafado el Perú.

Acelor, un franco estadounidense, es ex esposo de la condesa Gisela Augusta, fabricante de los helicópteros Augusta, por lo cual les vendió varios a la marina y al ejército del Perú. Así se vinculó con Montesinos, y según el juzgado 33 penal de Lima, el Doc le encomendó el manejo del dinero entre la selva colombiana, Lima, Caracas, París, Tel Aviv, Jordania, España.

Pero Acelor no es propiamente un conde. Según Interpol, el 17 de agosto de 1995 fue detenido en Miami por posesión de dinero falso. Tres años después lo volvieron a capturar por lavado de dinero y el 31 de julio de 2000 cayó por fraude, también en Estados Unidos. Semanas antes había robado a Sarkis y a Montesinos tras el negocio de los Kalashnikov para las Farc.



Aybar: el enlace

El ex teniente peruano que decía ser capitán pero vestía como coronel en Jordania se llama Luis Aybar Cancho y manejaba Nippon Corporation, una de las múltiples empresas de fachada del Servicio de Inteligencia Nacional montadas por Montesinos. Según la fiscalía peruana, cuando se inició la operación de los fusiles para las Farc, en enero de 1998, el teniente Aybar y sus hermanos comerciaban con cocaína.

El rol del teniente era contactar a las Farc a través del narcotráfico peruano y coordinar la logística del transporte de las armas. Según el proceso iniciado por la magistrada Selinda Segura y ahora a cargo del juez 33 penal de Lima, Marco Lizárraga Rebaza, sus contactos en las Farc fueron dos guerrilleros que él identificó como ‘Heriberto Rincón’ y ‘Maguiver’ en Barrancomina, área donde fueron depositados los fusiles.

Inicialmente el teniente fue 10 veces a Colombia. Luego, en junio y agosto de 1998, viajaron a Lima enviados de las Farc. Las reuniones se efectuaron en las oficinas de Nippon Corporation.

Según el mismo proceso, un narcotraficante le informó a la DEA que los Aybar utilizaban la vía marítima para traficar droga a Rusia. El documento oficial dice que uno de sus contactos fue el secretario del cónsul ruso Vladimir Pajomov, quien trabajó en el Perú seis años.

En el proceso penal se anota que cuando los Aybar fueron descubiertos, “en lugar de terminar presos, se convirtieron en los protegidos de Montesinos y desde ese momento se iniciaron en el negocio del tráfico de armas”. Y agrega: “Los Aybar se movían en el circuito global de la mafia rusa. En diferentes ciudades rusas pagaban con cocaína las armas que compraban allí mismo”.



Rueda la pelicula

De acuerdo con la investigación del Congreso peruano y lo publicado en La República de Lima, para la operación se recurrió a un viejo colaborador de la CIA: el rey Hussein de Jordania (Las guerras secretas de la CIA, Bob Woodward, 1988).

El hombre de confianza del rey en esta clase de negocios era Sarkis, colaborador de la CIA. Y Sarkis fue conectado con Montesinos, colaborador de la CIA.

Sarkis manejaba los negocios desde Jordania. Acelor desde Miami. Aybar se movía entre Lima, la selva colombiana, Caracas y Jordania.

El 23 de diciembre de 1988 fue suscrito el contrato PD/132/98/16, que habla de los primeros 2.500 fusiles de asalto Kalashnikov a 55 dólares cada uno: 137.500 dólares, valor para el Doc. Las Farc le pagaban 10 veces más a Montesinos.

En representación del Perú firmó el ‘coronel’ José Luis Aybar Cancho y por la parte jordana los generales Abdul Razeq I. Abdullah, director de la adquisición, y el presidente de la junta de jefes de estado mayor, Abdal Hafez M. Kaabneh.

Cuatro días más tarde de firmado el contrato se intentó el primer vuelo. Sarkis consiguió un Boeing 707 árabe, que alcanzó a ser cargado, pero el teniente Aybar canceló la operación. “Esa vía es muy obvia”, dijo, y partió hacia Miami con Juan Manuel López Rodríguez, su traductor.

Según lo declaró el traductor ante la magistrada Selinda Segura, en South Beach, Miami, se reunieron con Charles Acelor, y al cabo de dos horas Aybar aceptó: “Sí. La operación debe hacerse con paracaídas”.

La primera semana de febrero Acelor, Sarkis y Aybar volvieron a verse en Lima y una noche el teniente les presentó a Santos Cenepo Chapiama, un sargento retirado, instructor de paracaidismo, “pero no cualquier instructor: él es toda una institución en las fuerzas armadas del Perú”.

Esa noche el teniente Aybar le ofreció a Cenepo Chapiama un trabajo secreto en el extranjero. “Un trabajo por la patria. Dije que sí. Consistía en lanzar carga ‘desde el aire’. Me presentó a un hombre más ancho que alto, grueso como un jamón, azambado, semicalvo. Soy Sarkis, dijo el jamón y tradujo un español con pelo plateado llamado López Rodríguez. Sarkis me preguntó algo. Le expliqué que para lanzar carga en vuelo se necesitaban paracaídas G-11”, dijo Cenepo Chapiama ante un juez.

Acelor dijo que había transferido desde Caracas a la cuenta de Sarkis en el Banco Lavoro de París el valor del primer envío. Dineros del Doc, porque el teniente salió luego para Colombia y finalizando enero, el día 28, regresó cargado de plata para la operación. Luego, a comienzos de febrero, viajó a Francia en compañía del intérprete español. De allí se desplazaron a Jordania.

Cenepo Chapiama voló a Aruba, Amsterdam y Jordania.

“En Amman, declara Cenepo Chapiama ante la fiscalía en Lima, el jamón, bueno, Sarkis, nos condujo a una instalación militar cerca del aeropuerto: era 18 de febrero. Ibamos el teniente José Luis Aybar Cancho pero ahora vestido de coronel, el traductor español y yo, vestido de general; dijeron que debía ser así: de general. Operación secreta y estratégica. Eso dijeron.

“Vi 200 cajas pintadas de verde y me di cuenta que eran fusiles. Los soldados subieron las cajas al Ilyushin 76, un avión parecido al tiburón, un monstruo; pilotos rusos, bombarderos rusos, 17 personas y un ‘pata’ con acento venezolano; dijo que sí, que era venezolano, se llamaba Libardo. Cada vuelo debía llevar 25 toneladas.

“A los cuatro días, el 21 de febrero, el cabo Meza, mi ayudante, simulando como mayor del ejército, tomó algunas fotografías. El avión se elevó a las 11 de la mañana ‘¿Cuál será el camino?’. El venezolano dijo: ‘Argelia, Mauritania, Trinidad Tobago. Llegamos a Trinidad a la una de la mañana’. ¿De qué día? No lo sé. Cuando cargaban combustible el venezolano discutió con el comandante de la nave. ¿Quién descifra el ruso? El comandante retornó a Amman”.

Ante el contratiempo el teniente Aybar viajó a Colombia para entrevistarse con ‘Heriberto Rincón’ y ‘Maguiver’ en Barrancomina y ajustaron planes: las armas llegarían en cuatro vuelos, los días 17 de marzo, 5 de junio, 21 de julio y 3 agosto de 1999. Aybar se reunió con las Farc siete veces antes de los lanzamientos.

“El vuelo se efectuó el 17 de marzo. José Luis Aybar nos dio las coordenadas”, declaró Cenepo Chapiama en el 33º juzgado penal de Lima.

“Hicimos escalas en Argelia, Mauritania y Trinidad Tobago —prosiguió Cenepo Chapiama—, donde nos quedamos dos días esperando instrucciones del teniente Aybar, y finalmente salimos a eso de las dos y media de la madrugada. La tripulación instaló en las cargas 44 paracaídas soviéticos modelo D-5 para lanzamiento de tropa.

“A los 40 minutos ordenaron regresar a la cabina para iniciar el descenso de 30.000 a 2.000 pies. En la caída el avión sonaba como un trueno. Una vez a la altura indicada la nave respingó la nariz y descolgó la cola unos 45 grados, las luces ámbar cambiaron a destellos tácticos y abrieron la compuerta, que también es rampa. El avión entró con rumbo 140 y la carga empezó a caer en el punto indicado por en teniente Aybar: 3 grados norte, 40 minutos y 8,21 segundos; y 69 grados oeste, 54 minutos y 1,15 segundos. El lanzamiento duró 22 segundos. Cuando terminó el aguacero de fusiles las coordenadas eran parecidas. El rumbo de salida fue 180.

“Aterrizamos en Iquitos a las cinco y media de la mañana: que si traíamos coca. Allí estaban los de la DEA. Se calmaron después de varias conferencias telefónicas con el doctor Montesinos”.

El avión regresó a Amman el 23 de marzo cargado con 20 toneladas de láminas de tríplex. El 24, Aybar se fue a Venezuela.

En Amman Santos Cenepo, que regresaba siempre en el avión Ilyushin, firmó otros dos contratos por 7.500 fusiles más, esta vez a 750 dólares cada uno, los cuales fueron lanzados por tres vuelos en el mismo punto y en las primeras horas de la madrugada. La ruta cambió a Argelia, Cabo Verde, Granada y Lima, donde Montesinos tenía control absoluto. La tripulación siguió siendo la misma.



Venezuela juega

En la operación Venezuela fue base estratégica para Montesinos. Según los registros de emigración adjuntos al proceso penal, Charles Acelor, el teniente Aybar y sus ayudantes ingresaron 17 veces a Caracas y Aybar estuvo allí entre uno y tres días antes de cada lanzamiento. Acelor hizo un traslado de dinero a favor de Sarkis siguiendo la ruta Caracas, Tel Aviv, París.

Según Francisco Loaiza, su instructor cuando era teniente del ejército, “Montesinos siempre tuvo claro que para él Venezuela era territorio fácil. ‘Allí los peruanos podemos movernos como reyes’, decía desde antes de llegar al poder”.

Cuando el presidente Hugo Chávez era oficial de grado menor hizo un curso en la Escuela Militar de Chorrillos, Lima. Su instructor y luego amigo personal fue el general Julio Salazar Monroe, uno de los “hombres de tamo” de Montesinos: el Doc lo puso primero como jefe del Servicio de Inteligencia Nacional y cuando Chávez llegó al poder lo hizo nombrar embajador en Caracas. A pesar de conocer la situación de su amigo Chávez le dio aceptación pero el Comité Interamericano de Derechos Humanos cuestionó el agreement. El instructor de Chávez estaba acusado de dos matanzas de gente inerme. Hoy se halla preso en el Perú.

El mayor Eloy Villacrés pasó del ejército peruano a la revolución de Nicaragua al lado de los sandinistas. De acuerdo con archivos de inteligencia del ejército peruano más tarde, durante el intento de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez, apareció como asesor de Chávez.

Fracasada la revuelta, militares compañeros de Chávez huyeron al Perú y fueron acogidos como perseguidos políticos.

Por lo menos durante los comienzos de su gobierno Villacrés trabajó muy cerca de Chávez en Venezuela, según lo registró en su momento el Servicio de Inteligencia Nacional en Lima.



No va mas

Para el congresista Robinson Rivadeneira, cabeza de la comisión investigadora del Parlamento peruano, hoy las cosas son claras:

“La operación abortó —dice— porque, de acuerdo con la información que maneja el Congreso del Perú, funcionarios del FBI sabían que los vuelos habían sido detectados por los radares estadounidenses en la Amazonia.

“La CIA, que controla todo lo que se mueve sobre Colombia, permitió los lanzamientos y el FBI presionó a la CIA. Y la CIA hizo abortar la operación casi un año después, filtrándosela a la prensa. En ese momento ya había conseguido el objetivo de elevar la capacidad de fuego de las Farc y justificar el Plan Colombia”.