Especiales Semana

LAS MIL Y UNA VOCES

Su nombre y su rostro son bastantes desconocidos, pero nadie hizo reìr màs a los colombianos en 1994 que este locutor e imitador, estrella del programa "La Lucièrnaga"

9 de enero de 1995

CASI NO HAY COLOMBIANO QUE NO HAYA ESCUCHADO La Luciérnaga, el magazín periodístico que surgió hace tres años para combatir las horas aciagas del apagón y que se ha convertido, sin duda, en el mejor programa noticioso y de humor de la radio. Sin embargo, más que las noticias, lo que todos quieren escuchar son las magistrales imitaciones que hace el periodista Guillermo Díaz Salamanca de las voces de los principales protagonistas de la vida nacional.
Díaz Salamanca, quien empezó en el oficio imitando la voz de su abuelita cuando era muy niño, recrea con picardía, algo de sarcasmo y mucho humor, el acontecer del país. Quienes lo escuchan habitualmente no dejan de sorprenderse del talento de este bogotano de 38 años: igual imita a Belisario Betancur, a Misael Pastrana, a César Gaviria, a Samper o a Pacheco, que a doña Tera Pizarro, Gloria Valencia de Castaño o Antonio Navarro.
Con una destreza insuperable, Díaz Salamanca ha recreado también a los personajes que simbolizan a la sociedad colombiana, con sus defectos y cualidades: Venancio, el paisa regionalista; el Idolo, un argentino egocéntrico que piensa que los demás latinoamericanos son unos indios patirrajados; Beto, un valluno medio despistado; Cristina Saralegui, la periodista cubana que se las sabe todas; Victorino, un maloso de los bajos fondos capitalinos; el Gomelo, un joven esnobista de la zona rosa bogotana; el Mecánico, un 'igualao' que se cree de mejor familia que lady Di; y, por supuesto, la no menos famosa Maribucha, una dama de la alta sociedad cartagenera -muy amiga de doña Tera, por cierto- y que se las da de pipiripao.
Pero el oficio de este imitador no se queda en el simple chiste: Díaz Salamanca es ante todo un periodista informado y un hábil reportero. A través de Maribucha, por ejemplo, dio la 'chiva' del avión vallenato -el 001 de la Fuerza Aérea Colombiana- que trajo de Valledupar hasta Bogotá a un grupo de guacharaqueros para el cumpleaños de Ana Milena de Gaviria y que le costó tamaño escándalo a la familia presidencial. Y hace pocos días, en otro sonado caso, reveló los nombres de las modelos y reinas que departieron en un yate con mafiosos en cercanías de Cartagena.
Con todos estos personajes, Díaz Salamanca dice lo que nadie se atreve a decir en Colombia. No hay periodista más libre que él: sin autocensura, sin la cortapisas, sin compromisos políticos y sin pelos en la lengua. Aunque él mismo reconoce que "a veces uno se pasa", nadie lo ha ni regañado ni cuestionado. "Es más -agrega-, hay políticos que me piden el favor y hasta me ruegan para que los imite".