Especiales Semana

LLERAS EL PENSAMIENTO CRITICO

A pesar de que fue escrito hace 45 años, muchos consideran que este es el mejor ensayo que se ha hecho sobre Alberto Lleras.

JUAN LOZANO Y LOZANO
5 de febrero de 1990

Alberto Lleras Camargo acaba de realizar una de aquellas hazañas que hacen volver la memoria al escenario lacedemonio de la dominacion radical en nuestro país.Sin el menor asomo de dramaticidad, como quién cumple una diaria rutina de vida, ha dejado la embajada de Colombia en Washington para volver a esa ingrata refriega de nuestra política, en donde su puesto ha sido siempre el de mayor abnegación.
Nuestra embajada ante los Estados Unidos es el mejor empleo del país, el más brillante, el más honroso, el mejor remunerado, aquel en donde la actividad del titular puede traducirse en un beneficio más ostensible para la nación; Alberto Lleras había llegado allí para quedarse, por derecho propio y con el asentimiento admirativo de todos sus conciudadanos. Pero he aquí que a los pocos meses de hallarse al frente de ese cargo, y cuando estaba para concretarse una de las gestiones más gratas al ánimo nacional -un empréstito- se presentan al gobierno, al liberalismo y al país los días difíciles que hemos estado viviendo, y Lleras lo abandona todo para volve a la lucha.
Es oportuno resaltar hecho tan ejemplar e inusitado en los días que atraviesa la política colombiana. El heroísmo civil dio a la patria en todos los tiempos el rasgo acentuado de su perfil histórico: Colombia es un país de hombres que lo sacrificaron todo a sus ideas. El largo periódo de paz y de prosperidad creciente que hemos vivido en este siglo, fue colocando en la inacción y la penumbra a los individuos que un dia interrumpian sus trabajos, renunciaban a sus aficiones intelectuales, dejaban en absoluto desamparo a sus familias y, sin volver atrás los ojos, se lanzaban a los azares de una contienda temeraria. Los colombianos fueron habituándose en estas decadas a gustar la normalidad a interesarse en tareas que sabían que no serían truncadas, aspirar a la mejora y la defensa de sus situaciones personales. Y en el campo político, la política se hizo una manera de vivir y progresar. Los políticos del partido de gobierno, durante ambas administraciones, la conservadora y la liberal, hicieron de la política una manera de vivir. No me refiero a casos, afortunadamente muy raros, de aprovechamiento indebido de las posiciones oficiales. Hago alusión al hecho de que la política ha dejado de ser un apostolado para convertirse en una profesión decentemente remunerada y tolerablemente cargada de deberes, a la cual se dedican muchas personas, ya como una manera de escapar a los azares de la lucha por el pan cotidiano, ya como una actividad subsidiaria, que aumenta con sus emolumentos naturales las entradas ordinarias, y que confiere posición e influencia.

Politico extraordinario
Pero Alberto Lleras no es un tipo ordinario de político, sino por el contrario un tipo de de político extraordinario, no sólo por su capacidad para ver y comprender las cosas del Estado y de la sociedad, sino por su desinterés extraterreno. Un poco de mérito personal hay que restarle, por que él desciende de una vieja raza de servidores públicos que arranca en el país de días muy anteriores a la constitución de la república y cuyos rasgos inequivocables han sido, a través de los tiempos, el recio carácter y la ejemplar pobreza. En cuanto al carácter, los Lleras han tenido en grado superlativo lo que se llama un mal carácter, es decir, una determinación indomable y agresiva de actuar según su propio estilo, pésele a quien le pese.Se hablaba una vez delante de un sujeto casi completamente sordo acerca de alguien que en la orilla del Salto del Tequendama había sido contenido por cuatro personas para que no se arrojara al abismo, y que, forcejeando vigorosamente, había logrado soltarse y arrojarse. El sordo, que apenas oía, por la mayor entonación de las voces, los detalles mas salientes del episodio, puso la mano detrás de la oreja y dijo: "¿Cuál de los Lleras?".
Un binomio insuperable
Alberto Lleras era un mozo bohemio y lleno de lecturas, que se había aburrido en el colegio y se había ido a correr el mundo sin un peso, por el gusto de correr la aventura, cuando en alguna parte de este vasto mundo se encontró con Alfonso López. Todas las circunstancias de la vida y la personalidad parecían distanciar al disociador trotamundos, al erudito anarquista, al macilento enemigo de la sociedad, del elegante banquera con veleidades políticas. Pero hondas condiciones internas los vincularon para el resto de la vida propia y de la vida colombiana, y ellos se comprendieron a la primera mirada, y aquel fue el "Coup de floudre" más trascendental de nuestra historia política.Sobre un fondo común de gélida inteligencia analítica, poseen los dos cualidades antagónicas y antipódicos defectos que los complementan en una sola personalidad indivisible. López no es López, Lleras no es Lleras; el binomio Lopez-Lleras es el que ha influido profundamente y caudalosamente en la vida colombiana a través de más de 15 años estelares.
Hacer un análisis de lo que la obra combinada y conjunta de ambos ha representado como transformación perjudicial o benéfica, pero transformación sustancial de la vida colombiana, es tarea superior al propósito de este escrito. El país, bajo la acción de ambos, ha sufrido un vuelco completo, del cual el episodio menos interesante podría decirse que ha sido la toma pacífica del poder público por el liberalismo después de cincuenta años de incontrastable dominación conservadora.
La revolución se ha efectuado mucho mas adentro del cambio del personal ejecutivo y administrativo de la república. La revolución esta en todo: en la mentalidad, en la costumbre, en la praxis, en el estilo. Este país de hoy no se parece en nada, absolutamente en nada, al país de hace 20 años. No quiero referirme a las transformaciones materiales, que son obra de un presupuesto acrecido por el acrecimiento de la riqueza pública.
No doy crédito al gobierno de López por la ciudad universitaria, ni por cuarteles, ni por carreteras, ni por puentes, ni por edificios públicos, ni por escuelas. Ningún crédito, porque el dinero del presupuesto proviene del bolsillo del contribuyente, y se gasta, con lamentable desperdicio oficial, en las cosas que el contribuyente quiere que se hagan, o en aquellas que el gobierno cree que gustaran al contribuyente. Grande obra es la ciudad universitaria, pero la construcción de esos edificios, la inversión de los dineros públicos en esos edificios, ha impedido que se satisfagan otras necesidades sociales. Hay una placa de mármol en el lugar en donde se levanta el estadio universitario; no hay una pla- ca de marmol en los lugares en donde falta una carcel humana. Las obras del regimen liberal son las obras públicas.

La huella del binomio López- Lleras en la vida colombiana esta en esto: en que ninguna de las preocupaciones del país hace 20 años subsiste en la actualidad; y en que ninguna de las preocupaciones del país en la actualidad se manifestaba en el más leve indicio premonitor, hace 20 años. López ha querido englobar esa trascendental e innegable circunstancia en su tesis de la abolicion de las fronteras de los partidos tradicionales. El se considera el creador de hechos nuevos; o quien los ha reflejado, captandolos de la vida moderna, en la vida nacional o quien a la mentalidad y a la actividad nacionales los ha traducido. Alrededor de esos hechos deben pronunciarse los partidos políticos colombianos, y las divergencias que surjan en la apreciacion de ellos constituirá en adelante el patrimonio ideologóco de las comunidades historicas.
Adelante se verá lo que piensa Lleras de esa hipotesis.

Completa realidad política
Pero decia que no me detendre a examinar, desde un punto de vista objetivo, la labor desarrollada por este par de ciudadanos. Son estos escritos apuntes sobre la personalidad de mis amigos, y no consideraciones generales sobre la nacion. De Lleras se dice generalmente que es un afortunado de la politica, a quien la amistad de López ha colmado de dones y beneficios. Y evidentemente Lleras ha sido ministro de Gobierno apenas pasados los veinticinco años, y ahora se hallaba como embajador en Washington, bien antes de llegar a los cuarenta, y muchos lo consideran como el próximo candidato a la Presidencia de la República; y si más honores no ha recibido, y si más cargos no ha ocupado, es porque el breve lapso de su vida pública no le ha dejado el tiempo material para ello. Y evidentemente López ha sido el único autor o el único responsable de estos nombramientos.

Pero a tan altas distinciones no ha llegado Lleras de balde; ni aun cuando su modestia, su amor y su gratitud lo ofusquen a el mismo, Lleras no tiene nada que agradecer a López, como no sea el calor cordial de la amistad personal. Lleras ha hecho a López tanto como López ha hecho a Lleras; el uno no tiene razón de ser sin el otro; el uno no podria existir en la política sin el otro; son los dos remos de una misma barca, son los dos alas de un mismo pájaro--y pajaro de pico y garra, por cierto.

López es el pensamiento original; Lleras es el pensamiento critico. López es la acción abrupta; Lleras es la acción politica, que toma en cuenta la reaccion social. López es la experiencia de la vida; Lleras es la experiencia intelectual. López es el prestigio lejano, que no se deja manosear; Lleras es el profeta, entre la masa del pueblo, de la belleza de las lejanias.
López es el oráculo; Lleras es el interprete. Los dos forman por ello el frente de políticos naturalmente incompletos, la más completa realidad política del tiempo presente. Cuando Lopez ha dado a Alberto Lleras en posiciones, Alberto Lleras se le ha devuelto a López en posición. Para quienes hemos consagrado nuestra actividad política al vulnerar el eje Lopez-Lleras, convencidos de que en esa forma heririamos el talon de Aquiles de cierto temperamento de gobierno, ese eje ha resultado invulnerable. Testigo de esa verdad son las últimas horas que acaba de vivir la república. Lleras se vino volando de Washington; y Lopez volvio a ser el hombre que era.


Lleras el periodista
Precisamente en medio de la agitación de estos días últimos, en el tráfago de juntas y juntas, he logrado pillar a Alberto Lleras a trechos, entre una reunión en la casa de Lleras Restrepo y otra reunión en Palacio, entre una reunión en casa de Darío Echandía y otra reunión en la dirección liberal. Esta conversación, por ello, aparecerá un poco desconectada. Alberto Lleras esta más flaco y pálido que nunca; los huesos de su espinazo y los de las rodillas pugnan por asomarse a la escena exterior, a través de impecable traje oscuro. Con el mismo desdeñoso gesto de siempre atusa el flácido bigote; y aparece fisionómicamente imperturbable, en medio de la tribulación interior. Halló razón a sus adversarios y a sus amigos, y a los mas íntimos amigos de su política de hallarlo insoportablemente antipático. Nuestro tópico está organizado para no perdonar al hombre que no sea patético. Hemos discutido demasiado en estas últimas horas sobre política inmediata, Lleras, muchos dirigentes liberales, y yo, y no quiero llover sobre mojado. Como el estaba ausente lo pregunto, para efectos de prepararse para una acometida periodística, si ha leído los reportajes que ha venido publicando en "Sábado" .
He visto por ahí una dedicatoria autógrafa de Oscar Wilde a una mujer, que dice: "Esta será la dedicatoria de un poeta a un poema". Análogamente esta será la acometida del periodista al periodismo. Porque Alberto Lleras es entre nosotros el periodismo. Con respecto a las tonterías que sobre mi mismo he escrito, me dice Alberto Lleras: "Cada vez que un hombre habla con sinceridad sobre sí mismo, describiendo su caso, describe mejor a toda la especie que cuando pretende abarcarla dentro de un sistema general. En la descripción que tu has hecho de ti mismo, me he encontrado yo, como probablemente muchos de nuestros amigos y compañeros de generación. Esa generación es una especie de generación perdida, pero no por malbaratada, sino por extraviada. Por ejemplo, en mi caso.Es el de un extravío impulsado por una fortuna política casi monstruosamente propicia. Yo no soy ni tipicamente, ni temperamentalmente, ni vocacionalmente, un político. Más bien sería un escritor, es decir, el que escribe por oficio, el que goza escribiendo. Probablemente si me hubiera dedicado a serlo, de manera integral, absoluta, como debe realizarse una vida ordenadamente, habría logrado dominar la técnica de la expresión y había aprovechado una sensibilidad adecuada para ese esfuerzo. No fue así, y ahora vivo confundido, en medio de experiencias espléndidas, recibiendo posiciones y honores que no fueron jamás objetos de mi ambición, y, como a todo extraviado, me duele vagamente una especie de nostalgia sin objeto preciso. Te confieso que cada vez que me hago un recuento de las situaciones, honores, cargos que he ocupado, se desdobla en mí frustrado escritor para exclamar, si, pensar, pero sin admiración: ¡Caramba! que carrera para un político!".

Quijote de buen éxito
Tiene razón Lleras. Sucede que en nuestro país la sola actividad intelectual es la política. La política es un mínimo intelectual, como la ley es Un mínimo ético; y a ella vamos todos lo que hubiésemos preferido una carrera humanística. Le observo com nuestro caso es uno mismo, en condiciones personales diferentes. Yo no he cosechado sino derrotas en la política, y sin embargo a ella me aferro como los jugadores que corren detrás de la pérdida. Ni vencedores ni vencidos, los intelectuales colombianos podemos vivir fuera de la política. Pero atrás he dicho que Alberto Lleras tiene una manera sui-géneris de hacer política, que recuerda la que don Alonso Quijano tenía de hacer correrías. Lleras es un Quijote de buen éxito. Bajando por propia voluntad de la categoría en que lo coloco, Lleras mi dice: "En la política, ya colocado en ella, adopto honestamente el criterio de servidor público. No tengo cautela, ni previsión, ni prudencia personales. Cuando creo que hay algo útil; importante o grande por realizar, procedo sin ninguna censura previa sin cuidado de los riesgos y le atribuyo a todos los que me acompañan al mismo ardor que me ofusca. Esta actitud, reflexiblemente examinada por un político es insensata. Pero he observado que, por fortuna, es contagiosa".
Tanto es cierto que los literatos de nuestro país no podemos resistir a la seducción de la política, que, después de haber estado discutiendo todo el día y todos los días anteriores sobre hechos de política, a Lleras le quedan arrestos de enfocar el problema de la crisis liberal, hoy superada en cuanto crisis inmediata y práctica, desde un punto de vista sociológico. Sobre la crisis en relación con el gobierno, con la democracia, con el contenido de los partidos políticos, con la opinión pública dice Lleras: "En esta última crisis política no hay, en mi concepto, solamente reacciones producidas por hechos nuevos, sino la culminación de un gran fenómeno nacional que no puede prolongarse sin producir dificultades semejantes a las que hemos pasado. Es nuestra organización democrática la que esta haciendo crisis, porque el proceso de su perfeccionamiento se ha detenido, en vez de acelerarse.
Tenemos, para una buena organización democrática, instituciones excelentes y una mecánica política esencialmente buena, basada en la existencia de dos partidos de fuerte tradición histórica. Pero los partidos, en sí mismos, no son, no pueden ser otra cosa que instrumentos de expresión para la opinión nacional y no la opinión misma. Su origen, en la democracia, es la necesidad de que las gentes se agrupen alrededor de un grupo, mayor o menor, de ideas comunes sobre la forma de gobierno, ante la imposibilidad de que haya orden si todo el mundo quiere hacer prevalecer, sin transacciones, su pensamiento de gobierno. La opinión, pues, se vierte en los partidos, para buscar por ese medio el predominio de sus conceptos en el gobierno. Esto ocurre lo mismo en el partido que gobierna como en el de la oposición. La función de los partidos no es, pues, como yo lo veo, de crear artificial- mente una opinión suya, sino la de recoger la opinión nacional, buscándole sus afinidades.

No es cuestion de herencia
Con ese criterio resulta inverosimil que se pueda ser liberal o conservador, como se suele decir con jactancia "por herencia", como sello de estirpe. Es tan ligero ese concepto de los partidos heredados como lo sería el de gustos literarios heredados."A la gente le pareceria cómico que yo asegurara que mi lectura predilecta es Zolá, porque mi padre, un caballero campesino de costumbres rudas, solía entretenerse en las pesadas veladas de su hacienda, leyendo novelas de Zolá "." Nadie podría llamarme un traidor a la estirpe, o desleal a los sentimientos de mi padre porque no encontré en ninguno de mis sentimientos, ni concepción del mundo, nada de lo que yo soy, interpretado en las páginas de Zolá". En cambio se me juzgaba sospechoso a los diecinueve años porque andaba dándole vueltas a la idea de fundar un partido político nuevo de tendencia socialista. La opinión no encuentra cauce en los partidos, cuando estos se convierten en iglesias y, de consiguiente, se vuelven dogmáticos. La manera de gobernar un país no puede ser un dogma, porque es, esencialmente, una experiencia constante, un ensayo sobre hechos móviles. Los partidos tienen, ciertamente, una base filosófica pero son una escuela filosófica. Para que su juego sea democrático realmente, se tiene que presumir la existencia de una opinión desprevenida, no enfeudada previamente que tiene derecho y está en posición de escoger, con entera libertad, entre dos o mas criterios. Si esta opinión se vierte mayoritariamente en el partido de oposición, lo convierte en partido de gobierno. La facilidad con que ese tránsito puede ocurrir, la sencillez y limpieza de ese juego hacen perfecta democracia. Pero se necesita que la oposición sea siempre un partido de gobierno en potencia. Y que el gobierno no se sienta con más derecho de gobernar que el que proviene de la aceptación de sus actos".