Especiales Semana

Lo social es primero

La muerte de una niña hizo que Dagoberto Pozo emprendiera campañas educativas sobre símbolos patrios, educación sexual, sida, alcoholismo, medio ambiente y adultos mayores.

18 de junio de 2011

Cuando la hija de un vecino murió por dengue hemorrágico, Dagoberto Pozo Blanco pensó no solo en su familia, sino en las familias del Primero de Mayo, un populoso barrio de Valledupar. Se puso la meta de enseñar a los padres y a los hijos cómo evitar que el dengue llegara a sus casas. Así comenzó la vida solidaria de este hombre que nació en un hogar humilde, en el que tuvo como ejemplo a su madre, que prefería dejar de comer para darles a otros.

Luego de la tragedia de la niña, pensó que era inminente que en su barrio murieran más infantes por esa enfermedad. Escribió unos mensajes y los grabó en casetes ayudado por un amigo, montó en el techo de su carro unos parlantes viejos que tenía en su casa y comenzó a recorrer las calles de su barrio para invitar a tomar las precauciones contra el dengue. Pero no se contentó con eso y pensó que era mejor llegar a los colegios. Formó grupos de estudiantes que por manzanas debían hacer un trabajo comunitario. De ese modo, esta campaña, que él comenzó motivado por la solidaridad y la necesidad de ayudar a otros, produjo resultados satisfactorios.

Después del éxito de la campaña contra el dengue, comenzó en una Navidad una cruzada contra la pólvora. Fue a Radio Guatapurí y allí le grabaron varios mensajes que hacía sonar en las noches por la ciudad. Dagoberto Pozo Blanco, más conocido como 'Sapuca', por sus habilidades para jugar fútbol, se convirtió en un personaje conocido en todos los hogares vallenatos.

El modelo que puso en práctica en seis colegios situados en su barrio fue replicado en planteles de todos los estratos en Valledupar, liderados por su gestor. Desde ese momento han pasado más de 14 años, tiempo en que 'robándoles' tiempo a su familia y a su empresa propia -un taller de electricidad automotriz- ha liderado múltiples campañas educativas sobre educación sexual, sida, alcoholismo, medio ambiente, adultos mayores y para presentar los símbolos patrios.

Hace su labor sin descanso, con la ayuda de un grupo de amigos. Mensualmente le donan algún recurso, que registra juiciosamente en una carpeta que guarda con recelo, porque -dice- "es la prueba de que esto no lo hago solo". Su viejo Nissan Patrol, su inseparable amigo, hoy está en el patio de su taller mientras espera ser reparado para salir a hacer el bien, como en los viejos tiempos.

Sus cinco hijos varones, su esposa, su familia, sus amigos y su taller son testigos de su labor altruista, porque para Dagoberto Pozo da lo mismo tener que no tener. Siempre se puede ayudar.