Especiales Semana

A lomo de viajeros

Dos personajes no muy conocidos en la historia nacional fueron auténticos transformadores del país por sus ideas. Una selección arriesgada.

Pascual Gaviria*
23 de octubre de 2010

Los extranjeros que llegaban a la Nueva Granada debían enfrentar el laberinto imposible que conducía a las ciudades y el nudo de recelos e intrigas de las élites.

Uno de esos peregrinos es James Tyrrel Moore, un inglés que llegó a Colombia en 1830 a trabajar como ingeniero en las minas de Marmato. Su primer proyecto libró a las mujeres de ‘pilar’ terrones y rocas en bateas de piedra según el método usado hasta el momento. Las minas se convirtieron en ‘maquinitas de oro’ que ya no botaban la mitad de la riqueza entre el cascajo en los canales de lavado. Con Moore vinieron también las máquinas hidráulicas y nuevas tecnologías para levantar puentes y techar iglesias.

Pero tal vez la principal faena de Moore haya sido el descubrimiento de plata en la mina del Zancudo, en Titiribí, una veta que en poco tiempo se convirtió en el motor que dio cuerda a Medellín. Cuando Agustín Codazzi recorrió el país en la mitad del siglo XIX se quedó asombrado con los mapas que Moore había levantado de algunas regiones de Antioquia: “Durante mis diez años de labores corográficas para Venezuela y casi tres para la Nueva Granada, en ninguna parte he hallado tanto conocimiento del país como aquí…”. Ese no era un cumplido para los antioqueños sino para un anglicano nacido en Londres.

Antes de partir a Cundinamarca a seguir con sus negocios y sus recorridos, Moore le dejó marcada a Medellín una cruz para que levantara un nuevo centro. Donó los terrenos para la catedral y el parque que debía rodearla, la cuota inicial de lo que se llamaría Villa Nueva, el atrio para la ciudad que comenzaba a ganarle los derechos de capital a Santa Fe de Antioquia.

Manuel Ancízar también fue a su manera un peregrino. A los 7 años abandonó Fontibón camino a un refugio realista en Cuba. La victoria de la república en 1819 hizo que su padre, un negociante vizcaíno con lealtades al virrey, renegara de esta tierra de insurrectos y salvajes. Luego de sus estudios de Derecho se hizo conspirador contra España en Cuba. Fue secretario de una junta independentista hasta que el hallazgo de las actas de esas reuniones en un cajón de su casa lo obligó a viajar a Estados Unidos. Más tarde llegó a Caracas donde fue rector universitario, y solo 28 años luego de haber salido de las vecindades de Bogotá volvió a su país cargado de un armamento tipográfico que sacudió los papeluchos de la época.

En El Neogranadino aparecieron por primera vez las notas de su viaje más importante. En 1850 partió en compañía de Codazzi y los pintores de la Comisión Corográfica hacia las provincias del norte de la Nueva Granada. La idea era hacer el descubrimiento del territorio según la lupa y las reglas que exigía la ciencia. Ancízar era un abogado, con trazas de filósofo y ojo de sociólogo, que pretendía hacer un “diccionario geográfico-etnográfico” y unas memorias sobre la geología, la hidrografía y las antigüedades del país. 

Un volumen de 500 páginas reunió las observaciones de sus viajes, unas veces líricas, otras estadísticas, otras anecdóticas y unas más de aliento filosófico y político: un inteligente flujo de conciencia mientras los caballos andaban. Peregrinación de Alpha, como se llamó ese diario de viaje entre poético y enciclopédico, da muestras permanentes del espíritu liberal y las ideas precursoras de Ancízar. Celebra que en Zapatoca la tierra no esté monopolizada en pocas manos, “sino distribuida entre todos, y todos concurren a la producción de riqueza casi con igualdad de medios y resultados”.

Para Ancízar el mestizaje crearía una población “homogénea, vigorosa y bien conformada”; un siglo más tarde los discursos políticos todavía tenían protuberancias racistas que Peregrinación de Alpha desechaba con tranquilidad.

Su visión de las ciudades coloniales a la vera de los viejos caminos es también premonitoria. Los privilegios comerciales de la Colonia se habían acabado y el amparo de los conventos y la burocracia no era suficiente para sostener las provincias: “La industria y el comercio se emancipan de los antiguos centros de monopolio; las provincias miran por sí mismas; las ciudades mal situadas se extenúan y perecerán”.

Manuel Ancízar juntó dos características que se contraponen: fue un innovador y un moderado al mismo tiempo. Cualidades escasas en el paisaje de nuestras breñas y nuestras riñas.
 
*Periodista.