Especiales Semana

Los españoles

Los ibéricos llegaron al país huyendo de su guerra civil, pero también por aprovechar la bonanza económica colombiana de los años 50 y las oportunidades que surgieron con la llegada de las trasnacionales.

Fernán Vejarano
28 de octubre de 2006

Durante tres siglos, los españoles migraron sin interrupción y fueron parte de la mezcla que dio origen a la sociedad mestiza colombiana. Sin embargo, como resultado del proceso de Independencia y el enfriamiento en las relaciones entre la Madre Patria y la nueva República, esta migración se detuvo bruscamente a comienzos del siglo XIX.

Los resentimientos exacerbados por la declaración bolivariana de guerra a muerte y la brutal reconquista conocida como 'el terror' produjeron un sentimiento antiespañol que se prolongó por largo tiempo. Las dos naciones no restablecen plenamente sus relaciones sino en 1881. Durante el corto siglo XIX los intercambios de personas fueron casi nulos.

La joven nación imaginó, a lo largo de ese siglo, una estrategia para ayudar a consolidar su desarrollo republicano a través del fomento de una migración que la distanciara de la pesada herencia colonial y la dirigiera hacia un promisorio futuro, a semejanza de Estados Unidos.

El imaginario de la dirigencia neogranadina fue selectivo, pues aspiraba que contingentes de anglosajones se decidieran a venir al país y contagiaran de una nueva laboriosidad y un espíritu democrático a la población nativa. El verdadero ideal consistía, y así se expresaba reiteradamente, en 'blanquear' la población.

Con el correr del tiempo y los bajos números de inmigrantes del norte de Europa, el país aceptó que la estrategia no funcionó. Hacia 1860, Miguel Samper, uno de los primeros sociólogos del siglo XIX, expresó con desánimo una realidad tozuda: "Es vano intento dirigir nuestras miradas hacia el Viejo Mundo en busca de auxiliares".

Es hacia el final del siglo cuando la nueva República surgida de La Regeneración, en su voluntad de reconstruir el antiguo orden católico en el país, busca atraer nuevamente refuerzos europeos: la esperanza y la tarea recaen sobre las comunidades religiosas españolas, pero también italianas, que se prestan al refuerzo del proyecto educativo y religioso nacional.

Durante el siglo XX se distinguen cuatro períodos de inmigración de españoles que deciden venir a Colombia, pequeñas oleadas cuando se las compara con la gran masa de emigrantes que desde la vieja Europa se derraman sobre los nuevos mundos hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial.

El primer período abarca desde finales del siglo XIX hasta la víspera de la guerra civil española, en el verano de 1936. Pequeños números de comerciantes, artesanos y técnicos medios se suman a los religiosos que participan animosamente, mediante la educación y con presencia masiva en determinadas diócesis, que, al decir del historiador inglés Malcolm Deas, "pasaron a ser dominio de una u otra orden", en la consolidación del proyecto católico del presidente Núñez.

Adicionalmente, se reanudaron las giras de las tradicionales gentes de teatro, variedades y toreo que constituían el grueso de la diversión de una sociedad todavía ensimismada y que, por la proximidad de lengua y cultura, se trasladaban por la variada geografía, lo que les aseguraba una audiencia importante sin salir del país. Algunos de ellos se quedaron definitivamente. Entre todos, en el primer tercio del siglo, no sumaron más de tres centenares, cifra irrisoria comparada con el éxodo que llevó a más de medio millón de sus compatriotas a 'hacer la América' durante la primera década del siglo XX.

Una alta participación de catalanes y gallegos es la marca del período: el clásico ejemplo lo constituye don José Carulla Vidal, creador del Escudo Catalán, establecimiento comercial que con el tiempo se convirtió en la cadena de supermercados Carulla. El padre José María Campoamor, gallego, combinó su labor apostólica con un intenso trabajo social al crear el Círculo de Obreros, germen de lo que se conocería más tarde como la Caja Social de Ahorros.

Un cierto número de españoles se refugió en el país huyendo de la dictadura del general Primo de Rivera, en la década de los 20, y algunos de sus descendientes todavía se reconocen en la sociedad caleña. La ausencia de agricultores señala el fracaso de las políticas que buscaban fomentar esa clase de migración: un industrial, don Vicente Kataraín; un educador, don Miguel Fornaguera i Ramón; un comerciante, don Valentín García, ilustran el tipo de migrantes de la época.

La guerra civil española, cuyo inicio hace 70 años se conmemora actualmente, y la caída de la República española trajeron al país una segunda oleada de inmigrantes con características muy distintas a la anterior, puesto que primaban los grupos familiares encabezados por profesionales republicanos que constituirían un poderoso fermento en la educación y la política colombianas. El papel de los presidentes López Pumarejo y Santos, así como de algunos dirigentes liberales, fue el elemento decisivo en la atracción de buen número de estos republicanos españoles, dentro de una sociedad que en general mostraba desconfianza, cuando no desafecto, hacia los extranjeros.

Un importante número de españoles pudo encontrar refugio por intervención directa de Santos y aun en contravía de los deseos de su canciller, Luis López de Mesa. Don Paulino Gómez Saíz, ex ministro de Estado del gobierno de Negrín, pudo embarcarse en Marsella gracias a la ayuda del cónsul colombiano, quien lo hizo pasar como uno de sus funcionarios.

La influencia benéfica de los republicanos se contraponía, en la opinión pública, con el temor a la 'perniciosa influencia' de los denominados 'rojos españoles' dentro de otro sector de la opinión nacional. A pesar de que su número siguió siendo muy bajo, apenas medio millar entre 1936 y 1948, la lista de personajes fue larga y significativa: médicos como Antonio Trías, Pedro Mayoral, Manuel Usano y Vicente Rojo; abogados e intelectuales como José Prat, José de Recasens, José María Ots Capdequí, Pedro Urbano de la Calle; economistas como Andrés Perea Gallaga, y científicos como Antonio García Banús, el botánico José Cuatrecasas y el antropólogo José Pérez de Barradas.

En la Plaza de Bolívar, en Bogotá, se enfrentan la remodelación de la catedral y el palacio arzobispal de Alfredo Rodríguez Ordaz con la remodelación de la plaza misma, obra de Fernando Martínez, el 'Chuli', otro español. La educación, la geografía, la historia y la antropología se enriquecieron con las luces de españoles ilustres. La caída de la llamada república liberal significó un nuevo éxodo y la pérdida para el país de una influencia particularmente benéfica en la academia, la política, las ciencias y las artes.

A mediados de los años 50 se estableció la tercera oleada migratoria debido, por una parte, a la inusual bonanza de la economía colombiana y, por otra, a la posibilidad de salir de una España sumida en una precaria situación económica que expulsó un nuevo contingente de migrantes. Se configuró así una inmigración hacia Colombia de tipo económico que buscaba esquivar la crisis y que veía el futuro nuevamente en América: "Dichoso el que comía caliente una vez al día", expresa la situación de uno de aquellos que encontró buen puerto en Colombia.

Esta oleada la constituyen jóvenes con escasa preparación educativa que buscan un destino en Colombia y lo consiguen: a ellos se suma un buen número de religiosos expulsados de Cuba en los primeros años de la Revolución. La presencia de mujeres que viajan solas constituye un hecho singular así como un importante número de técnicos atraídos por la creación de la Flota Mercante Grancolombiana. Su número no fue superior a 5.000. Se puede afirmar que el último inmigrante llegó al país hacia mediados de los años 70.

En total se estima que llegaron a Colombia menos de 10.000 españoles durante el siglo XX. Un rasgo particular de los inmigrantes a Colombia lo constituyen los largos y complejos trayectos recorridos por muchos de ellos antes de recalar en el país. La casualidad condujo a no pocos a este país; como exclamó uno de ellos: "¡Colombia, el país a donde no venía!".