Especiales Semana

Los holandeses

Han cumplido un papel importante en el comercio marítimo. Por la cercanía con las Antillas, Colombia se ha visto como un destino donde hay mucho por hacer.

Luz Martínez*
28 de octubre de 2006

Los holandeses han llegado a Colombia por relaciones comerciales. Holanda es la puerta de entrada de Europa, líder en el comercio marítimo. Navieras como Nedlloyd y empresas como Shell y Phillips se establecieron como un símbolo holandés en nuestro país.

Los primeros holandeses que arribaron a Colombia lo hicieron a finales del siglo XIX y principios de siglo XX, gracias a la construcción de Puerto Colombia en Barranquilla, bajo el gobierno de Rafael Núñez.

Una de las primeras empresas que llegaron en los años 20 fue la Curaçao Trading Company, una comercializadora de oro, comestibles, cerámicas, telas, semillas, especias y otros productos. Desde entonces, y debido a la proximidad de la Costa Caribe con las Antillas, las relaciones comerciales crecieron aun más.

Se calcula que cerca de 1.000 holandeses conforman la comunidad neerlandesa en el país. Bogotá, Barranquilla, Cali y Medellín son las ciudades que los han acogido. Muchos, por seguridad, prefieren el anonimato, sin embargo, algunas historias merecen ser registradas.

Jan, un nombre que domina

Jan Slagter llegó en 1935 como ejecutivo de la famosa Curaçao Trading Company, pero se devolvió a Holanda cuando se enlistó para pelear en la Segunda Guerra Mundial. Regresó a Colombia en 1946, se instaló con su esposa en 'La Arenosa' y hasta se convirtió en el hincha número uno del Junior.

Jan fue cónsul durante 32 años, pero en 1986, esa labor la heredó su hijo Peter Slagter que, como él, no cambia a Barranquilla por nada del mundo.

En Cali

En 1949, míster Jan Bartelsman llegó a Cali, donde ya vivía una hermana. Se empleó como auxiliar de contabilidad y a los 10 meses trajo a su familia. Una vez recibió la pensión vitalicia por su participación en la guerra, se dedicó al oficio que ha marcado a toda la presente generación de Bartelsman: el arte.

Pintores, escultores y fotógrafos Bartelsman reconocen que el abuelo Jan les heredó la vena artística, pero su gran legado está en Pichindé, un corregimiento vallecaucano donde Jan fundó una pequeña comunidad de 30 casas construida por sus mismos habitantes. Además, el Instituto de Ciegos y Sordos de Cali tuvo en él el más efectivo motor.

En Bogotá

Uno de los habitantes holandeses más antiguos de la capital es Cornelio Nieman, que ha vinculado su nombre al desarrollo agrónomo y ambiental del país. Nieman llegó a trabajar para la Curaçao Trading Company como promotor del cultivo de la palma africana y desde 1964 vive en Bogotá, con Edith, su esposa. Nieman recorrió todo el país como horticultor, investigando los bosques, las plantas y asistiendo a muchas empresas del sector. También estuvo detrás de proyectos bilaterales como la limpieza de la ciénaga de Cartagena y el dique direccional de Barranquilla.

Al lado de él, otros apellidos han hecho tradición en Bogotá: Vander Hammer, Vshnoff, Spÿkers, Steenhist y VanHaussen, por nombrar algunos.