Especiales Semana

Los ingleses

La Legión Británica fue el movimiento migratorio más grande que recibió Colombia de esa zona del mundo. Desde entonces, su presencia en el país es escasa.

Por Malcolm Deas
28 de octubre de 2006

Primero llegaron los piratas. Tal vez el primer inglés conocido, enterrado si no en tierras colombianas, en aguas marítimas de la futura república, fue el almirante Sir Francis Drake, quien murió en 1595 a bordo de su nave en la bahía de Nombre de Dios, Darién. Piratas, contrabandistas y herejes: el segundo muerto con nombre propio fue un tal Adán Edón, juzgado en 1622 por la Inquisición en Cartagena. Medio ateo, obstinado, con cierta desgana lo quemaron. Los otros pocos ingleses, marineros vagos que figuran en ese archivo, arreglaron fácilmente sus conciencias anglicanas, se convirtieron a Roma y se quedaban en el país sin ser molestados.

La primera incursión inglesa organizada fue la toma y la colonización de la Isla de Providencia por la llamada Providence Island Company, una asociación de especuladores filibusteros entre los cuales figuraban muchos de los opositores del malogrado rey Carlos I. Tuvieron más éxito en tumbar al rey, quien perdió su cabeza en 1649, que en su empresa isleña, que pronto fue abandonada.

La primera pequeña sociedad de ingleses establecida legalmente en el país fue la South Sea Company, residente en su factory -el nombre vive todavía en la Calle de la Factoría- en Cartagena, a principios del siglo XVIII. Por un tratado entre Inglaterra y España, la compañía gozó del 'derecho de asiento', el monopolio de introducir al imperio americano los esclavos, y un número importante de colombianos deben a las actividades de estos la llegada de sus ancestros.

Además, obtuvieron un permiso para enviar un barco anual de mercancías. Contrabandeaban todo lo posible, pero sus apuntes muestran que los nativos les igualaban en viveza. Uno de ellos, en un negocio sustancioso, fue tumbado por el superior de los jesuitas.

Pero no entraron muchos británicos al cerrado imperio españo antes de la Independencia. Los numerosos eran los de la Legión Británica, miles de voluntarios mercenarios (la mayoría, irlandeses), entre ellos veteranos de las guerras napoleónicas que vinieron a servir en los ejércitos patriotas de Bolívar.

Eran el contingente extranjero más grande. Aunque muchos resultaron inútiles, los mejores sí hicieron un aporte importante: conocían el oficio militar. Los famosos a veces son recordados: McGregor, O'Leary, Rooke, Sandes y el notorio Hand quien, bajo órdenes de O'Leary, mató a Córdova en El Santuario, Antioquia.

Todos eran bolivarianos excepto el coronel Wilthew, que fue edecán de Santander. Al terminar la guerra, pocos quedaban en el país y los bolivarianos tuvieron que partir en 1830: la naciente Nueva Granada no quiso saber más de militares extranjeros.

Nunca después llegaron ingleses en masa. Con la Independencia vinieron comerciantes con la ilusión de hacer fortunas rápidas y fáciles en el gran mercado de la Gran Colombia. Pronto, casi todos se fueron decepcionados: Colombia no tuvo mucho que ofrecer al mercado mundial y sus ritmos comerciales eran muy lentos. Aunque casi hasta la Primera Guerra Mundial, Inglaterra, por la fortaleza de su industria de telas, era el principal socio comercial del país, los importadores en Colombia eran nativos, no ingleses. Primero se surtían desde Jamaica, y pronto directamente desde los centros industriales de Inglaterra. Por acá vino uno que otro agente viajero, con sus maletas de muestras.

También llegaron unos especuladores en minas. Los ingleses explotaron minas en Santa Ana, Tolima (hoy municipio de Falan), en Frías, en Marmato y en otras partes de Antioquia. Durante 50 años, antes de abandonar la mina en 1874, invirtieron medio millón de libras esterlinas en la mina de Santa Ana, pero los accionistas nunca recibieron un dividendo. Les fue mejor en Antioquia, donde ciertos ingenieros dejaban buena fama, como Tyrell Moore. Algunos que vinieron como mineros, después invirtieron en el café. Los ingleses, en tiempos de nuestro imperio, estuvimos muy ocupados en otras partes del mundo, y desde nuestras islas los grandes flujos de emigrantes iban a Australia, Canadá, Estados Unidos, países de clima templado con gran demanda de mano de obra. De vez en cuando, los diplomáticos ingleses en Bogotá tuvieron que informar a Londres sobre Colombia como un destino posible de emigración. "Lindo país, contestaron, pero salarios bajos, excedente de mano obra y, en mucha parte, demasiado tropical. Olvídense."

El resultado de los ingleses en Colombia fue una presencia de individuos. Los que quedaron, se neogranadizaron y más tarde se colombianizaron. Todavía no han muerto en Bogotá suficientes ingleses para llenar el Pequeño Cementerio Inglés, fundado hacia 1830. Pero, como es el caso de todas las colonias extranjeras, su influencia ha sido desproporcionada frente al pequeño número de inmigrantes registrado.

Otras contribuciones en sus distintos campos hicieron Cheyne, médico; William Wills, autor del primer análisis publicado de la economía nacional, y el ya mencionado O'Leary, como memorialista y archivero de Bolívar. Uno de los tributos más bellos de cualquier extranjero a Colombia y a su gente es la obra de un inglés pasajero de mediados del siglo XIX, el vicecónsul y acuarelista Edward Mark.

Tengo la impresión de que mis compatriotas inmigrantes no se adaptaron mal. Puede ser que haya cierta afinidad de temperamento entre los ingleses y los colombianos. ¿El individualismo, el estoicismo, el realismo, la ironía... defectos? El lector dirá.