Especiales Semana

Los mejores líderes de Colombia

SEMANA presenta a los hombres y las mujeres que están transformando al país.

Alejandro Santos R.
27 de agosto de 2011

La mayoría de los ganadores preferirían no ser reconocido. Son hombres y mujeres que les huyen a los reflectores, al afán de protagonismo y a las tentaciones de la vanidad. Ellos saben que su trabajo no está para ser aplaudido por las mayorías, sino para ser reconocido a la luz del paso silencioso de la historia. Son personas que simplemente sienten que cumplen con su deber y no creen que estén haciendo algo extraordinario. Unos levantan su voz contra la injusticia, otros se enfrentan a la opresión y la maldad, otros más luchan contra la corrupción o defienden un país más ético e incluyente. Todos ellos trabajan no para ser oídos, sino para darle voz a la legitimidad de su causa o dignidad de su reclamo. No para ser simple y llanamente “líderes”, sino para que la sociedad se vea a sí misma en el espejo de sus contradicciones, de su arrogancia y de su indiferencia, pero también de sus sueños y sus potencialidades.

Porque el líder no es él o ella. Ese es quizá un término demasiado pretencioso y con un halo de espectacularidad que conspira contra la sobriedad de su lucha y la humildad de su actitud. Dos términos que siempre están en el espíritu de los grandes hombres. El líder no es solo el personaje. Es su contexto, es la nobleza de su lucha, es la fuerza de su símbolo, es, en últimas, un cuerpo prestado para una causa superior.

Por eso la mayoría de los premiados preferían no ser exaltados. Porque sienten que no son ellos. Que las causas que defienden o las batallas que dan trascienden el compromiso de su entrega personal y profesional. Y no les falta razón. Pero el hecho de que el verdadero líder se mimetice en el corazón de sus seguidores, o en la convicción de sus ideas, o en la fuerza de su voluntad, no significa que haya que minimizar la proyección de su individualidad, ni el grado de su compromiso, ni su vocación, ni su trayectoria. Porque así como un líder es el cuerpo prestado del ímpetu de una causa superior, la sociedad también se ve encarnada en su lucha y de esa manera le da vida y lo hace brillar.

Las sociedades necesitan símbolos y referentes para romper el statu quo y ejercer su poder transformador. Las naciones, para avanzar, deben elevar sus causas, volverlas visibles para que puedan ser apropiadas por la gente. Sea la causa que sea: la protección de las víctimas, la recuperación de la memoria, la defensa de los derechos de la mujer o la lucha contra el crimen o la corrupción, de tal forma que todos la podamos criticar o defender, y resolvamos nuestras diferencias con la razón en un debate democrático y no con el maniqueísmo y la violencia, como ha ocurrido en Colombia durante tantos años.

Por eso es esencial resaltar a nuestros mejores líderes públicos: porque son un ejemplo y queremos que ese ejemplo ayude a iluminar a los demás colombianos. Para que los inspire, los sensibilice y los motive. Para que ayuden a despejar esa niebla de nihilismo y desconfianza que se ha venido apoderando de la esfera pública colombiana. Los escándalos de corrupción, la cultura del dinero fácil, la falta de visión y de grandeza, la indiferencia de la sociedad o la sensación de parálisis del Estado han venido colonizando el imaginario de la Nación, donde en la mente de muchos colombianos se ha gestado una especie de Leviatán, y ahí el hombre es un lobo para el hombre.

Pero los finalistas y ganadores de este premio son la demostración de que Colombia se parece más a El contrato Social de Rousseau que al Leviatán de Tomás Hobbes. Más a los esfuerzos de una sociedad por salir adelante que a los intereses, ambiciones y odios que la dividen y la anulan. Este premio es la muestra más palpable de la modernización del país. Los ganadores ejercen un liderazgo que está vinculado a las ideas y a que son capaces de mover a la sociedad con una visión universal. Muy distinto, dentro de las categorías de liderazgo de Max Weber, al liderazgo tradicional o al liderazgo carismático, más propios, según él, de las sociedades premodernas.
 
Con estos finalistas uno ve hombres y mujeres que mueven a la sociedad hacia un mundo mejor. Es el retrato de una sociedad que quiere modernizarse. Los diez ganadores tienen un común denominador: el conocimiento. Los hacen líderes sus ideas, no el poder de sus cargos. No son líderes por su poder, sino que son influyentes por su ejemplo, su conocimiento y su autoridad moral.

La historia ya no la hacen los llaneros solitarios. En un mundo globalizado y de redes sociales las acciones son colectivas. Y estos líderes muestran un liderazgo diverso y un país plural. La gran pregunta es si estos hombres y mujeres son solo una fotografía de la coyuntura o una tendencia de largo plazo.

Lo importante, en el fondo, es la naturaleza de la dialéctica entre líderes y sociedad. Que el líder no termine avasallando a la sociedad y guiándola como un rebaño, sino permitiendo que esta lo supere.

Carlos Marx, el gran crítico del capitalismo, escribió: “Los filósofos no se han cansado de interpretar el mundo de diferentes maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Y esto es lo que están haciendo estos líderes, cada uno desde su espacio: ayudando a transformar a Colombia.