Especiales Semana

Los niños de la guerra

Un informe de Human Rights Watch conmovió al país al revelar que hay 11.000 menores colombianos en el conflicto.

Pilar Lozano*
21 de diciembre de 2003

"Aprenderás a no llorar", un estudio de Human Rights Watch, presentado a mediados de septiembre, abrió los ojos a un drama silenciado por años: el de los niños colombianos combatientes. Once mil menores son soldados en las filas de guerrilla y paramilitares; la mayoría en las Farc. Leer el informe repleto de testimonios desgarra el alma, genera culpas y recriminaciones. ¿Por qué no hemos hecho nada por detener tamaño horror?

La confesión común de estos pequeños, que aprendieron a arrastrar un fusil más alto que ellos y a disparar sin que les tiemble la mano, es que lo único que han visto de la vida es la violencia.

Estos niños pertenecen a las generaciones que han crecido al garete, en 'la otra Colombia', donde hay guerra, donde lo ilegal -coca, autoridades paralelas, ver el pueblo lleno de pedazos de muertos y la falta de oportunidades-, ha sido tan cotidiano, como para otros niños es jugar o ir a la escuela. Muchos de ellos han entrado demasiado pronto a la cadena de odios y venganzas que desangra al país. Luis tenía apenas 11 años cuando los paramilitares obligaron a su padre a ponerse de rodillas y delante él le dispararon; se volvió guerrillero para vengar su muerte. Gloria dejó pasar sólo dos días, desde que la guerrilla llegó a su casa y 'ajustició' a su papá soldado, para unirse a las filas paramilitares; tenía 13 años. Hoy implora que alguien la escuche decir: "No tengo perdón de Dios". Trata de borrar imágenes de barbarie.

"Me siento vieja", comentó María el día que cumplió los 18 años. Ante la extrañeza de quien la escuchaba, buscó rápido una explicación: "Debe ser por todo lo que he vivido. Me siento gastada". Su historia habla de los horrores que cuenta el informe de HRW. María ingresó a las Farc a los 12 años; desertó a los 16. Como muchos, se debate entre dos angustias; a veces no sabe si tiene más miedo al pasado -que hoy le provoca pesadillas- o a un futuro poco claro. En las pesadillas revive la muerte de amigos; las carreras, mientras "desde el cielo disparan bolas rojas" y la tierra brinca a su alrededor; los consejos de guerra: "No puedo olvidar a Luis; lo veo con su sonrisa linda; era mi amigo. Voté por su ejecución para que no pensaran que tenía corazón de pollito".

La idea del Icbf -que maneja el programa de menores desmovilizados de la guerra- es devolverlos a sus hogares. Pero en el 50 por ciento de los casos no es posible. "Yo quiero ser como ellas", fue el comentario de Julia, cuando vio subir, entre risas y bromas, al autobús en el que viajaba, a dos colegialas. "Ellas son libres; yo no", dice. Oculta la cara y como en una profunda reflexión continúa: "Tengo que estar en esta ciudad y no me gusta. ¡Quiero estar con mi mamá y mis hermanos!". No puede hacerlo, tiene cuentas pendientes con la guerrilla -por desertora- y con los paramilitares por guerrillera.

Desde 1999 cuando se abrió el programa del Icbf, hasta octubre de este año, se han atendido 1.307 niños. "Nuestro trabajo de inserción social es en extremo complejo porque se hace en medio del conflicto", reconoce Julián Aguirre, coordinador del programa. Sabe las desventajas enormes, educativa y laborales, para los que se quedan en la ciudad e insiste en la corresponsabilidad de la familia (muchos cogen las armas por huir del maltrato en la casa), la sociedad y el Estado. "No darles espacios de inclusión es condenarlos a ellos, y a otras generaciones a repetir el ciclo perverso de exclusión y conflicto", dice.

Ojalá no sea demasiado tarde para sanar las heridas en los corazones de estos jóvenes-niños guerreros. "Yo me hice hombre siendo muy niño; allá me crié, crecí en cuerpo y me volví un duro, un varón; pero mi alma de niño la dejé guardada y ahora la quiero desarrollar", explicó muchas veces Andrés a quienes le preguntaban sobre sus sueños, cuando a los 17 años desertó de las Farc. Hoy, tres años después, no ha logrado encontrar un rumbo.

*Corresponsal de 'El País' de España en Bogotá y experta en el tema de los niños en el conflicto.