Especiales Semana

Los nuevos Humboldt

Dos siglos después del viaje del barón por Colombia los investigadores del Instituto Von Humboldt se aventuran por las selvas para estudiar su biodiversidad.

30 de abril de 2001

En un pais como Colombia, donde es posible encontrar selvas en las que pueden llegar a cohabitar hasta 200 especies diferentes de plantas en una sola hectárea (eso significa que en esa hectárea hay más biodiversidad que en los nueve millones de kilómetros cuadrados de Canadá), hacer un inventario exhaustivo de las riquezas naturales es una tarea de dimensiones astronómicas. Lo fue para Humboldt hace 200 años, lo fue para los exploradores, viajeros y naturalistas posteriores que se internaron en las selvas de la América tropical y también lo es para los científicos del siglo XXI.

En tiempos de Humboldt no había fotos de satélite y los mapas disponibles eran mucho menos fiables que los actuales o sencillamente no existían. Pero una vez se adentran en las selvas, los bosques y los páramos los científicos de hoy enfrentan dificultades similares a las que tuvo que superar el naturalista alemán. Por ese motivo el Instituto de Investigación Alexander von Humboldt, encargado de promover, coordinar y realizar investigación que contribuya al conocimiento, conservación y uso sostenible de la biodiversidad en Colombia, ha establecido el Gema (Grupo de Exploración y Monitoreo Ambiental), un equipo interdisciplinario que realiza expediciones en ecosistemas estratégicos del país para determinar el estado de la biodiversidad. Uno de los proyectos de caracterización que adelanta el Gema desde hace año y medio se desarrolla en el Parque Nacional Natural de Chiribiquete, en el corazón de la Amazonia colombiana.

Este proyecto fue una iniciativa de la Fundación Puerto Rastrojo, que estaba muy interesada en hacer una caracterización de los diversos paisajes del parque. Ellos proporcionaron la cartografía y las imágenes de satélite para que el Gema interpretara sobre el terreno su significado. Dicho de otra manera, para que averiguaran qué significaba cada mancha de color en la foto y comprobar si un mismo color en diferentes partes del mapa representaba un mismo tipo de paisaje o paisajes de conformación similar pero integrado por especies distintas.

Con base en esa información y las incógnitas que planteaba, se organizaron una serie de expediciones a diferentes puntos del parque para que investigaran el estado de la biodiversidad a través del estudio de cinco grandes grupos de seres vivos: plantas, aves, insectos, reptiles y anfibios. Luego establecieron las estrategias necesarias para que los científicos llegaran a estos lugares remotos y pudieran realizar sus investigaciones en condiciones adecuadas. Están rastreando en parte alta y media de diversos ríos de Chiribiquete, entre ellos el Mesay y el Cuñare.

La expedición al alto Mesay es un buen ejemplo de las peripecias que deben superar para llevar a cabo este tipo de proyectos. Esta expedición se realizó en enero de 2000. En una salida previa, Patricio von Hildebrand, de la Fundación Puerto Rastrojo, salió con un grupo de indígenas y colonos para instalar el campamento. Una vez resuelta esta parte logística llegaron los científicos y el grupo de indígenas y colonos organizado por Von Hildebrand para auxiliar a los investigadores. Por lo general éstos se asignan a los diferentes grupos de acuerdo con sus habilidades y conocimientos.

Para llevar el equipo desde Bogotá hasta Chiribiquete fue necesario contar con un avión carguero de Satena que va una vez al mes hasta Araracuara para recoger pescado. En él transportaron gran parte del equipo de la expedición, pues en los vuelos semanales de Satena para pasajeros el peso permitido es muy limitado. Los científicos viajaron hasta Araracuara y prosiguieron su travesía en lanchas río abajo por el Caquetá hasta la desembocadura del río Yarí, que remontaron hasta encontrarse el Mesay. En época de lluvias el viaje en lancha tarda día y medio. Pero en enero es temporada seca y es mucho más demorado. Al bajar el nivel de las aguas la navegación se hace imposible en los sectores donde se forman raudales. Allí tuvieron que bajarse de las lanchas, cargar a pie el equipaje y transportar las lanchas al hombro hasta un lugar donde nuevamente pudieran volver a navegar. Cuando caía la noche buscaban una playa, donde echaban una colchoneta o guindaban sus hamacas.

En Puerto Abeja, sede de la Fundación Puerto Rastrojo, se conocieron con los indígenas y armaron los distintos equipos. Duraron tres días más en llegar al campamento. “Uno podría llegar en helicóptero pero de esta manera se logra una percepción mucho mejor del territorio y sus características”, señala el biólogo Fernando Gast, coordinador de inventarios del Instituto. Una mujer indígena se encargaba de cocinarles una dieta a base de pescado que iban capturando durante el viaje. Sin embargo, a medida que subían la pesca disminuía pues los raudales actúan como filtros.

Una vez llegaron al campamento trazaron las trochas y cada grupo empezó a trabajar en bosques diferentes y en direcciones distintas. Esto les permitirá más adelante establecer el significado de los cambios de color en las fotografías de satélite.

En estas expediciones cada grupo trabaja con métodos diversos. Los ornitólogos, por ejemplo, además de observar con sus binóculos y tomar apuntes, tienden las llamadas redes de niebla durante tres días y observan las aves capturadas y en qué cantidad caen en la trampa. Esto les permite hacer inventarios no sólo de los tipos de pájaros presentes en cada sector del bosque sino también calcular el tamaño de cada población. Si atrapan un ejemplar que no está en las colecciones del Instituto lo llevan a Villa de Leiva. Al resto de las aves las liberan luego de hacer las anotaciones necesarias. También aprovechan para grabar su canto, un método que permite detectar la presencia de especies difíciles de observar a simple vista o que no caen en las redes. Los botánicos hacen inventarios de la flora y clasifican las especies a través de muestras de hojas, flores y frutos. Los expertos en reptiles, anfibios y aves también hacen observaciones y tienden trampas para atraerlos a lugares donde sea más fácil hacer las observaciones y, si es necesario, capturarlos.

Expediciones como esta no sólo enriquecen el conocimiento de los recursos biológicos del país sino que también mantienen vivo el espíritu de naturalistas y exploradores como Alexander von Humboldt.