Especiales Semana

Los otros caminos

Si en 2020 no hay tolerancia y un trabajo conjunto entre las diferentes iglesias, el fundamentalismo y la violencia florecerán en Colombia.

Ana Mercedes Pereira Sousa*
24 de septiembre de 2004

Pensar en el impacto de las iglesias evangélicas en Colombia en 2020 implica pensar en cómo estará nuestra sociedad frente al conflicto armado, la violación de derechos humanos, la impunidad, el narcotráfico, la corrupción administrativa, la crisis económica y la inequidad social. Estas son situaciones muy complejas que requerirán voluntad política y apuestas globales por el desarrollo y la paz por parte de todos los actores sociales que jalonan nuestra sociedad. Manheim expresaba que es posible analizar una sociedad a partir de su ebullición religiosa. Planteaba que en tiempos de estabilidad social generalmente lo religioso está relegado al ámbito privado, pero en tiempos de crisis lo religioso se expresa con fuerza en lo público. Los fundamentalismos religiosos actuales dan cuenta de esta 'crisis global mundial' y de la forma como, a través de lo religioso y desde proyectos hegemónicos, se legitiman guerras y conflictos.

Cuatro aspectos son necesarios de analizar el posible desenvolvimiento de las iglesias evangélicas en 2020:

Fe en el crecimiento

Hay algunas estadísticas que se manejan para visualizar el crecimiento evangélico en Colombia: en los años 30 la comunidad evangélica contaba con 9.000 miembros; en los 50, con 69.000; en 1994, con unos dos millones, y creemos que del último 'censo' a la fecha las iglesias evangélicas cuentan con por lo menos cinco millones de miembros.

Las iglesias de mayor crecimiento en la década de los 80 fueron las pentecostales, con una membresía proveniente mayoritariamente de los sectores populares urbanos y rurales, y en los 90 continuó el crecimiento de las iglesias pentecostales y de las llamadas iglesias neopentecostales.

Hay algunos factores que han contribuido al crecimiento de estas iglesias: el conflicto armado y el desplazamiento forzado, la crisis económica que ha afectado considerablemente a los sectores populares y a las clases medias, y de otro lado, la ausencia de propuestas de la Iglesia Católica para dar respuestas a las demandas de personas y grupos en estas condiciones de vulnerabilidad social y afectiva. Hay una relación entre conflicto armado, desplazamiento forzado y crecimiento de iglesias pentecostales. Esta es una investigación que está pendiente en el caso colombiano.

Es importante mencionar que el crecimiento evangélico en estas décadas ha sido un fenómeno de toda América Latina. Sin embargo, en Colombia hay factores -como los que hemos señalado- que inciden en la recomposición del campo religioso católico y protestante. Respecto a las iglesias evangélicas, creemos que la novedad de métodos de evangelización (visitas domiciliarias, utilización de medios de comunicación, radio, video, TV, Internet, manejo de la Biblia, dinamización litúrgica, música, danzas, discursos religiosos), unida a la crisis económica, de sentido, de proyectos de vida de miles de colombianos, han incidido en su crecimiento.

¿Híbrido religioso?

En la actualidad hay otro fenómeno sociorreligioso, el desplazamiento continuo de personas de una oferta religiosa a otra, lo cual indica que en realidad las personas están buscando nuevos referentes religiosos o seculares (Nueva Era, otras) que orienten sus vidas, pero este tránsito de una iglesia a otra evidencia que la gente no se queda en ellas. Hay personas que van a la Oración Fuerte al Espíritu Santo, más tarde o al otro día van al Divino Niño, también consultan a los gurúes del Templo Amazónico, otros asisten a iglesias neopentecostales, a la parroquia católica, van a los cultos de sanación de Bojacá u otros. La hipótesis es que viniendo de un ethos católico más o menos 'estable', en 30 años el ethos de fe de los colombianos se está transformando, secularizando respecto al catolicismo, y que sus depósitos de sentido se están construyendo con base en la integración de diferentes representaciones y prácticas religiosas, lo que genera un híbrido religioso que no crea ningún sentimiento de culpa en las personas que se encuentran en estas búsquedas. Son en parte los efectos de una modernidad tardía en sujetos que asumen libremente su opción religiosa.

Desarrollo y paz

Un elemento interesante en estas dos últimas décadas de vida de algunas iglesias evangélicas, especialmente de iglesias históricas (nacidas de la Reforma Protestante en el siglo XVII: iglesia Menonita, Luterana, Anglicana, Bautista, Presbiteriana), es la importancia que sus líderes le dan a la formación, tanto en el ámbito teológico como en el campo sociopolítico. Las actuales son generaciones que se están formando en diferentes ámbitos educativos, formales y no formales, encuentros, talleres, seminarios, a escala local, regional, nacional e internacional, tienen interés por la investigación sobre la vida de las iglesias, por la creación de institutos y universidades, y esta dinámica ha propiciado mayor presencia y mayor participación de algunos líderes en las discusiones y decisiones fundamentales de nuestra sociedad: diálogos y paz, negociación y conflicto, culturas para la paz. Sobresalen en este campo la Iglesia Menonita, la Iglesia Luterana y la Iglesia Presbiteriana.

En estas estrategias educativas hay una intencionalidad de las iglesias de mayor presencia e incidencia en la sociedad colombiana, y el crecimiento cuantitativo unido al crecimiento cualitativo pueden incidir significativamente en un reconocimiento de mayor impacto socioreligioso y socio-político, tanto en la construcción de lo público como en los procesos de desarrollo y paz, a escala local, regional y nacional.

Ecumenismo

En Colombia el ecumenismo (la acción conjunta entre diversas iglesias para orar, para construir propuestas frente a los problemas de nuestra sociedad) no ha sido tarea fácil; en la memoria histórica de algunas iglesias evangélicas hay todavía sentimientos de persecución y exclusión. Las iglesias evangélicas fueron minorías que experimentaron la violencia sobre su membresía, sus templos y fueron obligadas al exilio durante la Violencia de 1947-1957.

Sin embargo, algunas veces con desconfianza propia de esta historia, otras con intenciones reales de acercamientos y apuestas comunes frente a la situación que vivimos, en los últimos años se han definido proyectos ecuménicos para contribuir a la paz, para denunciar las violaciones de los derechos humanos, para acompañar a familias desplazadas, para negociar frente al conflicto armado, etc. Estas dinámicas ecuménicas se han concretado tanto a nivel de Jerarquías, Conferencia Episcopal Colombiana y Confederación de Iglesias Evangélicas de Colombia, como a niveles medios y de bases.

Hacia 2020 estas prácticas ecuménicas podrían fortalecerse si se continúa construyendo un ambiente de respeto a la pluralidad étnico-cultural, política, religiosa e ideológica en el país. De lo contrario y en el actual contexto de efervescencia de fundamentalismos politicoreligiosos, podrían aflorar formas más explícitas de fundamentalismos religiosos de derecha y de izquierda. Muchos sacerdotes y laicos fueron asesinados por la derecha colombiana en las décadas 80 y 90, e igual situación están viviendo líderes y miembros de las iglesias evangélicas asesinados por la izquierda armada. La 'imagen del enemigo' está presente, y mientras este tipo de representaciones sociales no se desestructure, la violencia en Colombia perdurará mucho tiempo.

Mujeres e iglesias

Las mujeres son mayoría dentro de las iglesias evangélicas -y católica-; sin embargo, poco o nada participan de las decisiones fundamentales en sus congregaciones. El proceso de formación al que hacemos alusión debería llevar a una valoración de la mujer en las iglesias, a procesos de mayor democratización y reconocimiento del papel que ellas desempeñan, tanto en el acompañamiento pastoral como en el crecimiento y en la logística de las iglesias.

Concluimos señalando que gran parte de los conflictos de la sociedad colombiana durante los siglos XIX y XX han tenido como transfondo los factores politicoreligiosos y económicos; de ahí que pensar en las religiones hacia el año 2020 implica pensar en esfuerzos comunes de todos los actores, incluidos los religiosos, hombres y mujeres, en función de la paz, la democratización del país, un desarrollo social y medio ambiental con equidad y con perspectiva de género.

* Socióloga, doctora en antropología y sociología de lo político de la Universidad de París