Especiales Semana

Mal negocio

Corta o larga, la guerra con Irak no reactivará la economía de Estados Unidos y del mundo como se pensaba.

24 de marzo de 2003

El viernes pasado las bolsas más importantes del mundo cerraron su mejor semana desde el 28 de septiembre de 2001, cuando rebotaron después de la caída del 11 de septiembre. El índice Standard & Poor's 500, que agrupa a las 500 empresas más representativas de la economía de Estados Unidos, se valorizó en 6 por ciento durante la semana pasada y recuperó el terreno que había perdido en los primeros dos meses del año. El euro, que 10 días antes se cotizaba a un dólar con ocho centavos, bajó a uno con cinco al conocerse la decisión definitiva de Estados Unidos de atacar a Irak. También el petróleo, que está en el centro de este conflicto, cayó de precio. De cerca de 38 dólares por barril la cotización bajó a cerca de 27 dólares, un desplome de casi 30 por ciento.

Con el inicio de la guerra las principales variables de la economía mundial volvieron a los niveles que tenían antes de que empezara la preguerra. Es decir, antes de se hablara del ataque a Irak como una posibilidad real y de que comenzaran las tensiones diplomáticas. ¿Qué significa esto? En primer lugar, que buena parte del efecto que el conflicto iba a tener sobre la economía global ya se dio.

Si en los últimos tres meses el precio del petróleo estuvo por las nubes fue, sobre todo, por la incertidumbre de una posible guerra con Irak y sus impredecibles consecuencias. Los grandes negocios en las economías desarrolladas estuvieron parados por la misma razón y el dólar se debilitó frente al euro, también por la incertidumbre. Todos estos efectos económicos no se dieron por la guerra, sino por la sola expectativa de que la hubiera.

En todo caso las consecuencias para todas las economías del planeta han sido de consideración. Para no ir más lejos, en Colombia el Banco de la República se benefició por la subida del euro, pues buena parte de las reservas internacionales están invertidas en esa moneda. Y el efecto sobre las finanzas públicas del alza del petróleo también es importante. De acuerdo con cálculos del Consejo Superior de Política Fiscal (Confis), por cada dólar que suba el precio del crudo por encima de lo presupuestado se genera un excedente de 64.000 millones de pesos en las cuentas del gobierno.

Cabe recordar que el presupuesto nacional para 2003 supone un precio de 23 dólares por barril de crudo en promedio para el año. Ahora es razonable suponer que, si la guerra no se complica demasiado, el precio promedio para el año podría acercarse a los 27 dólares (cinco más de lo presupuestado). En ese caso el gobierno tendría un excedente fiscal de aproximadamente 320.000 millones debido a la guerra, o más exactamente, a la expectativa de la misma. Aunque bienvenida, esta no es una suma que altere significativamente la tendencia de las finanzas públicas (el déficit fiscal proyectado para este año se acerca a cinco billones de pesos). Tampoco basta para compensar otros efectos adversos que ha tenido la preguerra en el país, como la incertidumbre general que frena los negocios.

La apuesta

La pregunta del millón es si el repunte bursátil de la semana pasada marcará el inicio de una recuperación sostenida en la economía mundial o si fue un simple movimiento especulativo de corto plazo. Lo único claro es que detrás del miniauge financiero que trajo el inicio de la guerra hay una gran apuesta: que la guerra será breve y fácil de ganar para Estados Unidos. Todo el mundo está actuando bajo este supuesto. Si resulta cierto, los efectos económicos de la confrontación habrán quedado definitivamente atrás. Pero si el conflicto se complica y se prolonga, los mayores costos estarán por venir.

La primera fuente de incertidumbre es el petróleo. El antecedente más inmediato que hay en este frente es el de la Guerra del Golfo hace una década. En esa oportunidad los precios del crudo se acercaron a 40 dólares en vísperas de la guerra y cayeron a la mitad tan pronto se inició. En este nuevo conflicto con Irak, sin embargo, hay diferencias importantes. Los inventarios de crudo están mucho más bajos y los países de la Opep no tienen la capacidad de entonces para aumentar su producción y compensar el cierre temporal de los campos en Irak.

La situación parece manejable en el corto plazo. Los estadounidenses temían que Saddam Hussein incendiara sus campos petroleros para dejarlos inhabilitados. Al cierre de esta edición se sabía que en las áreas productoras del sur de Irak el ejército de Estados Unidos no encontró tanta destrucción como temía, pero faltaba por reconocer buena parte del país. A más largo plazo, sin embargo, siguen las dudas. Si el conflicto se llegara a prolongar y extender a otros países podría haber interrupciones en la oferta difíciles de compensar con mayor producción en otros lugares. Aunque no es el más probable, todavía no se puede descartar un escenario de precios altos que precipitaría la economía mundial a una recesión.

La otra gran fuente de incertidumbre son las finanzas públicas de Estados Unidos. El presidente Bush heredó un fisco fortalecido, con un superávit espectacular, y se ha encargado de convertirlo, en tan sólo dos años, en un déficit preocupante. Este año se propone sacar adelante una segunda rebaja de impuestos (la primera fue hace dos años) y al mismo tiempo está aumentando el gasto en defensa. La semana pasada el Senado de Estados Unidos modificó el presupuesto y constituyó una reserva de 100 millones de dólares para cubrir los gastos de la guerra. El problema, no obstante, es que nadie sabe cuánto va a costar.

En un artículo en The New York Times de hace unos días Paul Krugman, quien es uno de los economistas más respetados del mundo, dijo que la guerra en Irak es un "pierde pierde" para la economía. Si logra rápidamente la victoria militar, Bush saldrá fortalecido y seguirá adelante con su plan de recorte de impuestos con consecuencias nefastas para las finanzas públicas en la próxima década. Si la guerra se prolonga, gastará una fortuna en ella, con similares consecuencias. En un caso o en otro, predice Krugman, habrá un aumento considerable de las tasas de interés en Estados Unidos. Esto frenaría la economía y afectaría a países que, como Colombia, tienen una deuda abultada en dólares.

Cuando se habla de conflictos y economía todo el mundo suele citar el caso de la Segunda Guerra Mundial, que sacó a Estados Unidos de la gran depresión. Aunque es cierto que el gasto en defensa reactiva la economía, también lo es que hoy en día las guerras cuestan mucho menos. La del Golfo le costó al gobierno estadounidense 1 por ciento del PIB, mientras que la Segunda Guerra Mundial le costó 130 por ciento. Con la invasión a Irak el presidente George W. Bush está firmando un cheque en blanco que los militares habrán de completar. En todo caso nadie espera que este sea el factor que impulse la economía. Es bien sabido que no hay peor lastre que la incertidumbre, ni fuente más poderosa de crecimiento económico que la confianza.