Especiales Semana

Marleny Orjuela

La guerra tocó a su puerta cuando las Farc retuvieron a su primo. Lo liberaron en 2001, pero ella ha hecho suya la causa de los policías y soldados secuestrados por la guerrilla.

Bibiana Mercado*
3 de diciembre de 2005

Hoy en día Marleny lee con mayor propiedad las normas humanitarias que el libro contable de una empresa porque, aunque es contadora pública de la Universidad de Santo Tomás, su vida se fue por otra parte: la de los soldados y policías en poder de las Farc desde el 3 de agosto de 1998. A Marleny Orjuela Manjarrés se le conoce en el país como la vocera de la Asociación Colombiana de Familiares de Miembros de la Fuerza Pública Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros, Asfamipaz. Llegó al movimiento cuando una tía la llamó para pedirle que, aprovechando su paso por Bogotá, verificara una noticia radial que le estaba destrozando el alma: que la guerrilla de las Farc se había tomado la base antinarcóticos de Miraflores (Guaviare) y que no se tenía ningún dato sobre la suerte de su primo hermano Hernán Alexander Zambrano Manjarrés, un subintendente de la Policía asignado a esa guarnición. Ese día los planes de Marleny cambiaron. Dejó de tomarse las fotografías que requería para presentarse a unas entrevistas laborales y se fue para el aeropuerto militar de Catam, donde las autoridades estaban entregando información sobre la suerte de los 73 militares y 56 policías que habían desaparecido como consecuencia del ataque de las Farc. Como era una desempleada más de Colombia, pudo viajar a San José del Guaviare, pues el Ejército se ofreció a trasportar a una persona de la familia en vista de que no se tenían noticias del subintendente. "Yo quería resolver una sola pregunta: ¿dónde está?", recuerda Marleny. La respuesta la encontró tres años después con la libertad de su primo hermano como resultado de un acuerdo humanitario entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Farc (2 de junio de 2001), acuerdo que desde su débil posición en Asfamipaz peleó y luchó y que luego desencadenó la libertad no sólo de los 55 que estaban enfermos, sino de 304 soldados y policías rasos. Marleny ha logrado llegar a sitios impenetrables incluso para el Comité Internacional de la Cruz Roja. Su organización agrupa a 355 familias y ahora cuenta con aportes económicos de quienes creen en la lucha libertaria de estas familias, lo que le ha servido a Asfamipaz para mantener una pequeña oficina en el centro de Bogotá, dos computadores, un teléfono, un fax, cuatro pendones y varias decenas de camisetas estampadas con las fotografías de los hijos que se hallan perdidos en la manigua de la selva. La sencillez de esta mujer tolimense, nacida en Anzoátegui en marzo de 1959, de padres campesinos, blinda la causa de protagonismos y de vanidades. Quizás ella es quien mejor se mueve entre el dolor, los celos, la frustración y la rabia de las familias de los hombres y las mujeres clasificados por las Farc como secuestrados políticos y que, al igual que sus soldados y sus policías, están a la espera de un acuerdo entre las partes que los devuelva al seno de sus familias. Quienes la conocen la describen como una mujer sensible, espiritual, franca, aguda y persistente. Tanto que si bien su primo logró recuperar la libertad desde 2001, ella se quedó al frente de la causa de las familias que aún tienen su corazón atado a las selvas colombianas. "Les dije que saldría con el último soldado y policía liberado", dice enfatizando cada palabra. Y quizá sea esa una de las cosas que cause admiración en esta cálida mujer de tez trigueña, cabello ensortijado y 1,50 de estatura. Como muchos colombianos llegó a estos temas cuando la guerra tocó a la puerta, pero a diferencia de los demás no se fue cuando pasó el duelo. Marleny sigue firme. *Periodista