Especiales Semana

Más vidas que un gato

Acerías Paz del Río, una empresa a la que se le ha firmado su acta de defunción varias veces, logró salir de su última crisis y podría convertirse en uno de los negocios del año en Colombia.

23 de abril de 2006

Ni la compleja operación para producir acero ni los altos hornos le causaron tanta impresión al nuevo presidente de Acerías Paz del Río, Luis Guillermo Parra Dussán, en su primera visita a la planta en Belencito (Boyacá), como un viejo baúl de madera que halló en una de las casonas de este complejo.
Al abrir la tapa lateral, aparecieron numerosos cajones que estaban decorados con preciosos paisajes de ciudades y campiñas holandesas, hechos con la mezcla de láminas de maderas de diferentes tonalidades, y que probablemente son del siglo XVII. De inmediato este ex ministro de Agricultura, ex presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia y ex embajador, pidió que fuera trasladado a sus oficinas en Bogotá.
Hoy, el baúl no sólo refuerza el viejo aire de las oficinas en el centro de la capital, sino que simboliza el estado actual de la siderúrgica más antigua e importante del país: una empresa llena de valores ocultos que a la vista de ojos expertos podrían convertirse en uno de los negocios más grandes del año en Colombia.
En febrero el gobierno nacional y los trabajadores de Paz del Río, que controlan el 43 por ciento de las acciones, acordaron iniciar un proceso para vender su participación en esta siderúrgica que el año pasado tuvo ingresos por 401.000 millones de pesos, un Ebitda de 106.000 millones y unas utilidades de 47.000 millones de pesos.
Un resultado sorprendente si se piensa que en 2000 esta acería tuvo que entrar a la Ley 550 y someterse a un profundo proceso de reestructuración y modernización. Y que el mismo presidente Álvaro Uribe tuvo que ir a Belencito el año pasado a convencer a los empleados de renunciar a varias prebendas sindicales y a cambio convertirse en accionistas de la empresa.
Desde que en 1942 el Instituto de Fomento Industrial (IFI) decidió crear una siderúrgica nacional para enfrentar las enormes crisis de suministro de herramientas, máquinas y equipos mecánicos en Colombia, debido a la Segunda Guerra Mundial, Paz del Río ha vivido al borde de la crisis. A pesar de que el país ya había tenido intentos fallidos a comienzos del siglo XX, con la Ferrería de Pacho en Cundinamarca o la de Amagá en Antioquia, los enormes yacimientos de hierro, carbón y caliza que fueron hallados en Boyacá, animaron al Estado a embarcarse en este proyecto. En 1947 se autorizó la creación de la Empresa Siderúrgica Nacional de Paz de Río y la hacienda Belencito fue escogida para el montaje de la planta, por su cercanía a las minas y a las ciudades de Sogamoso y Duitama. Pero sólo hasta 1951 empezó a construirse la planta, gracias a un empréstito del Banco de París y de los Países Bajos.
Tres años después, de los hirvientes hornos salió la primera colada que la convertirían en el mayor proveedor de acero, varillas delgadas y alambrón con los que se producen mallas, alambre de púas, liso, clavos y puntillas. Prácticamente, desde su nacimiento, ha estado al borde de la quiebra. Desde 1955 el gobierno estableció un
mecanismo que permitía hacer inversiones forzosas en acciones de la empresa a cambio de impuestos. Fue así como en el tiempo se convirtió en una empresa privada que hoy tiene más de 400.000 accionistas.
Su mayor crisis comenzó en la década del 90. La apertura económica, la revaluación del peso, el contrabando y el racionamiento energético afectaron seriamente su funcionamiento. Estos elementos, sumados a problemas operativos, la reparación del alto horno y la huelga de trabajadores de 1994, le generaron crecientes dificultades de liquidez que le impidieron atender adecuadamente sus obligaciones con sus empleados, pensionados, proveedores, contratistas y acreedores financieros.
Todo esto ocurrió, a pesar de tener como uno de sus socios mayoritarios al Grupo Empresarial Antioqueño, que había entrado a la empresa más por su interés en el cemento que en el acero. En 1995 Paz del Río entró en concordato y llevó a los empleados a hacer el primer sacrificio: pasarse a la Ley 50 de pensiones e invertir sus cesantías.
En 1998 el Grupo Empresarial cedió toda su participación en la compañía a la Gobernación de Boyacá, y a cambio recibió Cementos Paz del Río, que había nacido como un derivado de la producción del acero y que sí se acercaba más al portafolio de negocios que tenían los antioqueños. Y cuando nadie daba un peso por la empresa, más aun después de caer en la Ley 550, el panorama cambió de manera sorpresiva. Debido a la voraz demanda de acero de China y del aumento de la construcción mundial, los precios internacionales tuvieron una disparada histórica en 2004. La tonelada pasó de 200 dólares en promedio a 500 dólares. Sólo el precio del mineral subió de 19,50 dólares la tonelada en 2001 a 24,63 en diciembre de 2004.
Como no se veía en mucho tiempo, Paz del Río obtuvo ese año ingresos superiores a los 400.000 millones de pesos y utilidades brutas cercanas a los 148.000 millones de pesos. Aunque el año pasado los ingresos cayeron un poco, por una reducción del 15 por ciento del precio internacional del acero, los hornos en Belencito están trabajando a máxima capacidad para producir más de 335.000 toneladas de acero en lingotes este año.

Un presente con futuro
Unido a los buenos precios, el sector del acero mundial entró en un período de fusiones y adquisiciones en pocas empresas. Una noticia que sacudió el sector la semana pasada fue la oferta que Mittal Steel, la siderúrgica más grande del mundo, hizo para adquirir a su competidor Archelor por más de 22.000 millones de dólares. Aunque estas empresas podrían entrar en la puja por Paz del Río, expertos creen que la pelea podría estar centrada entre los grupos Techint de Argentina y el Grupo Gerdau de Brasil. El problema es que esta última adquirió el control de Diaco, la siderúrgica más grande de Colombia, y podría tener problemas con la Superintendencia de Sociedades en caso de adquirir el control de Paz del Río.
Este buen panorama mundial, unido a la modernización de los hornos y de las plantas que se están haciendo en Belencito, le han permitido modernizarse y volverse cada vez más competitiva, han hecho que más de seis empresas han dejado saber en privado su interés por participar en la venta que el gobierno y los empleados harán en los próximos meses del 43 por ciento de Acerías Paz del Río.
Para su presidente, Luis Guillermo Parra, es innegable que esta empresa tiene muchos valores ocultos, como los del baúl holandés que encontró en Belencito. Además de ser la única siderúrgica integrada del país, es decir, que tiene la minería, la fundición, la producción de aceros y su venta, su ubicación le permite abastecer el centro y oriente del país, donde está más del 60 por ciento de la economía del país. Aún tiene un poco más del 25 por ciento del mercado nacional.
Otro de los valores ocultos es la minería. Junto a unas reservas de mineral de hierro para 50 años, tiene la reserva más grande de carbón coquizable de la cordillera Oriental, con más de 400 millones de toneladas, que con la transformación que sufrirá Fenoco en manos de sus nuevos dueños, acercará el mar a Boyacá por tren. A esto se suma la posibilidad de explotar gas natural y metano que hay en las zonas que la siderúrgica tiene por concesión.
Pese a todos estos atractivos, es claro que quien compre debe hacerlo por el acero y la siderúrgica. Juan Manuel Lesmes, director ejecutivo de la Cámara Fedemetal de la Andi, dice que el comprador debe garantizar que no va a cerrarla ni viene sólo a comprar mercado. “Esta es una empresa fundamental para el país, que complementa muy bien el sector metalúrgico, por lo que es necesario garantizar la permanencia del empleo y de su producción, especialmente de alambrón”.
Tras muchas crisis y altibajos, Paz del Río tiene el viento a su favor para salir definitivamente de los años difíciles por los que pasó, pagar al pasivo pensional y garantizar su permanencia en una zona que depende de su suerte
Por ahora, los tres próximos años parecen ser claros para Paz del Río, más aún si se piensa que en la región empezarán a construirse grandes obras de infraestructura, como la ampliación del aeropuerto El Dorado, la Fase III de TransMilenio y la ampliación de varias autopistas, sin contar el buen ritmo que lleva la construcción de vivienda.
Todo está dado, dice Parra Dussán, para que “Paz del Río pueda llegar a ventas de 500 millones de dólares en pocos años y una utilidad alta, unas cifras atractivas para alguien que tenga una mirada refinada, como la de un cazador de arte”.