Especiales Semana

Matilde Díaz

Durante la segunda parte del siglo XX toda Colombia bailó con sus canciones. Era la legendaria voz de la orquesta de Lucho Bermúdez.

Marta Ruiz*
3 de diciembre de 2005

Inmortal. Así es la voz de Matilde Díaz. Sus canciones, más que tonadas, son arrullos que provoca bailar. Ella nació para el canto. Aunque vio la luz en San Bernardo, Cundinamarca, toda la vida dijo que era oriunda de Icononzo, Tolima, el pueblo que la vio crecer. Desde niñas, Matilde y su hermana Elvira crearon un dúo para cantar pasillos y bambucos. Su talento embrujaba a los vecinos, que veían un futuro promisorio para las jóvenes artistas. Pero eran los años 40 y lo usual era que las niñas de bien fueran internadas en un colegio de monjas. Una idea que rondó por la familia y que por fortuna su padre descartó de plano. En lugar de un convento, les ofreció un traslado para Bogotá, para promover su carrera artística en la radio. Al tiempo que continuaran sus estudios de secundaria. En poco tiempo ya eran las estrellas en Radio Mundial, La Voz de Bogotá, La Voz de la Víctor y el Teatro Municipal. Entonces, se cantaba en vivo, con el acompañamiento de un piano. Al hacerse señoritas, Elvira se casó y abandonó el canto. Matilde siguió sola y cantó con varios grupos, uno de ellos la orquesta Ritmo, en el Hotel Granada. En 1944 conoció a Lucho Bermúdez, cuando se ganó un concurso de talento. Bermúdez era el director de la Orquesta del Caribe, y tenía reconocimiento como uno de los grandes creadores de la música colombiana. Había tomado ritmos autóctonos como el porro y la cumbia, para darles un toque universal. Muy tropical. La voz de Matilde Díaz encajó de inmediato con los acordes de su orquesta. Musicalmente, eran una pareja perfecta. Después vino el amor. Se casaron y su matrimonio duró 13 años. De la unión nació Gloria María, que también es artista, a quien inmortalizaron ambos con el porro Gloria María. En los años 50, la pareja viajó a Cuba. Allí Matilde conoció a Celia Cruz, y entabló una amistad que cultivaron por el resto de sus vidas. En los años 50 y 60 Matilde descolló como una gran artista. Los porros y boleros que la inmortalizaron se grabaron en este período. Carmen de Bolívar, Salsipuedes y San Fernando, entre otros. En 1964, Matilde conoció a Alberto Lleras Puga, hijo del ex presidente Alberto Lleras Camargo. Lleras Puga era mucho menor que ella, pero el joven quedó rendido a sus pies desde el primer momento. Poco después, se casaron. La sociedad bogotana, moralista y cristiana, señalaba escandalizada a los protagonistas de esta historia de amor. Matilde no se amilanó. Tenía suficiente carácter para soportar las habladurías. No había sido fácil ser cantante de una orquesta, en clubes, en una época en la que las mujeres estaban destinadas a ser corotos en sus casas. Su voz y su talento les abrieron el camino a muchas jóvenes artistas que arriesgaron todo por sus carreras. Sin embargo, después de casada, Matilde no volvió a cantar en público. Apenas en su plácida vida de hogar. En marzo de 2002 murió de un cáncer que la atormentó los últimos seis años de su vida. Pero cuando suena su voz inmortal, todo el mundo quiere bailar. *Editora de seguridad de SEMANA