Especiales Semana

MODA EN LA CONSTRUCCION

21 de diciembre de 1992

La posguerra del arquitecto
PARA FRASEANDO EL REFRAN, EN arquitectura no todo lo que se construye es oro. Y mucho menos cuando el valor de las construcciones no se mide en diseño sino en dinero.
Las cosas han cambiado en materia política, social, económica y hasta en materia arquitectónica. La palabra crisis resuena en estas areas como un fuerte campanazo que ya lleva más de 30 años lanzando gritos de alerta.
En construcción, estos sonidos vienen avisando la agonía de que hacer del arquitecto.
Por eso hay una urgente necesidad de reaccionar. Con contadas excepciones como el edificio de FES en Cali o el futuro Archivo Nacional en el centro de Bogotá, surge la opción de retroceder en el tiempo y observar en qué lugar se nos perdió la modernidad. En qué momento el reloj se detuvo para la arquitectura colombiana y paró de realizar propuestas novedosas.
Recientemente el arquitecto Rafael Obregón escribió un artículo titulado "Sinopsis de la arquitectura colombiana en las últimas cinco décadas" en el que se pregunta por el sentido de ayer y de hoy del arquitecto en Colombia. El texto se reproduce a continuación.
De 1945 a 1970
Aunque incipiente la arquitectura en Colombia logró consolidarse rápidamente durante las primeras décadas de este período como una de las más importantes del continente, gracias a la seriedad profesional y competencia de sus protagonistas, al respeto que las autoridades y los clientes tenían por los diseñadores, a la dedicación que estos últimos mostraron hacía los ejercicios y enseñanza de su profesión y a la calidad manifiesta en sus obras.
Para comprobarlo, es suficiente estudiar los proyectos más sobresalientes de esta época para entender el mérito de la escuela arquitectónica creada durante estos primeros 20 años, cuyos principales edificios sobrevivientes resaltan como ejemplo de una actividad insobornable del ejercicio profesional.
Dada la importancia que esta actitud ejerce sobre el concepto de la "calidad de la vida urbana" va le la pena tratar de analizar las razones para que esto ocurriera entonces, perdiéndose en gran parte con el pasar del tiempo el énfasis en el diseño arquitectónico propiamente dicho y el manejo responsable del espacio público dentro de las ciudades.
Para la muestra basta comparar el Hotel del Prado en Barranquilla o las Torres del Parque en Bogotá, con sus congéneres actuales, pudiéndose apreciar así la pobreza conceptual en que se ha caído durante los últimos años.
De 1970 a 1990
Durante este período surgió el sistema Upac de financiación para la construcción, probable origen del proceso de mercantilismo que ha venido a reemplazar las determinantes de diseño mencionadas anteriormente.
Este fenómeno aunado al temible subproducto del narcotráfico en que se ha convertido el desmedido afán de enriquecimiento, ha convertido al arquitecto en un testaferro de intereses diferentes al de velar por la calidad conceptual del diseño o a la defensa del espacio público, el cual de otra parte se ha vuelto "tierra de nadie" como consecuencia de la violencia que azota al país.
Cómo puede explicarse de otra manera el deterioro urbano sufrido en los últimos años en la mayoría de nuestras ciudades. Y quién puede cuestionar este hecho si estudia la calidad de vida encontrada en Barranquilla durante la década de los 50, o la de Bogotá en los 60 o Medellín en los 70 y Cali en los 80, y la compara con 1a actual. En cada uno de estos casos la mayoría de los indicadores, distintos al cubrimiento de los servicios públicos, ha disminuido, incluyendo en este capítulo la desaparición de la conciencia cívica y el cuidado y vivencia de las calles, plazas y parques.
Por lo tanto, nos corresponde cuestionar las razones de este preocupante panorama: una posibilidad radica en la pérdida de la autonomía del diseñador la cual, como se mencionó anteriormente, quedó supeditada al rendimiento económico del negocio de la finca raíz. Otro factor puede haber sido la intromisión en el campo de la arquitectura de las entidades tanto públicas (secretarías de planeación) como privadas (corporaciones de ahorro y vivienda), que de una u otra forma dictan medidas que limitan la libertad del ejercicio profesional. El resultado, la desapacible uniformidad en las soluciones que se proponen y la ausencia de la búsqueda de mejores productos.
Otra fuente de deterioro radica en la influencia de soluciones extranjeras, la cual permea la vida contemporánea.
Esto quiere decir que mientras hace 30 años los profesionales a pesar de tener sus raíces académicas en las escuelas arquitectónicas del Bauhaus o de Le Corbusier- hacían un esfuerzo por adaptar las premisas de diseño a nuestro medio, hoy en día este ha sido reemplazado por recortes de revistas internacionales que acaban sustituyendo muchas veces a los planos constructivos.
Finalmente debemos reconocer que el ejercicio de la arquitectura no se ha salvado del estado de indiferencia en que ha caído el país para no tener que enfrentar el desafío de enderezar las causas que originan la descomposición descrita.
Este nefasto síndrome se ha infiltrado dentro de las fuentes de reacción ciudadana como son los medios de comunicación y las entidades gremiales, que no denuncian los desaciertos que suceden todos los días. Con esta actitud se neutraliza el derecho a la indignación, resorte de toda civilización para corregir los desmanes que periódicamente se presentan en la evolución de los pueblos.
La próxima década
La historia de la humanidad se mueve cíclicamente razón por la cual cada tanto afloran manifestaciones de rebeldía como génesis de contrarreformas. Con ello se pretende modificar el sistema imperante en cada época.
Esta es la semilla que se detecta en las nuevas voces que claman por recuperar el control de las determinaciones, devolviéndole al arquitecto la innegable importancia que representa dentro del conjunto de decisiones que afectan la vida nacional y transformando a las entidades planificadoras en generadoras de pautas en vez de inoperantes policías y, por ende, gestores de corrupción.
De la misma manera esta nueva generación ha vuelto a interesarse por la enseñanza del diseño y ha expresado su respeto por las obras del pasado. Así se ha fortalecido la recuperación del patrimonio edificio, proceso que se manifiesta en el reciente reconocimiento y reciclaje de edificios con mérito arquitectónico y la defensa del espacio público.