Especiales Semana

Modelo a seguir

Bogotá y Medellín se han convertido en modelos, no solo de desarrollo, sino de crear confianza en los habitantes con su ciudad.

21 de junio de 2009

En menos de 15 años Bogotá logró una transformación que muchos creían imposible. Pasó de ser una ciudad sucia, oscura, caótica, con pésimos servicios públicos y un abandono de la administración a ser un modelo a seguir.

Mucho se ha escrito sobre las claves de ese cambio, pero sin dudas un elemento que poco ha sido discutido es el de la confianza, construida en tan poco tiempo como una especie de nuevo contrato social que rige a los bogotanos con la ciudad.

Se podría decir que primero hubo confianza de los capitalinos en apostarles a candidatos alternativos a los partidos tradicionales para entregarles el mando de la ciudad. Hubo confianza de los gobernantes en trabajar, no solo para trazar y sacar adelante sus planes de gobierno, sino en seguir programas que venían de sus antecesores, algo que Antanas Mockus definió como construir sobre lo construido. Se pudo construir confianza en la imperiosa necesidad de manejar de manera eficiente y casi sagrada los recursos de todos, pensando con la generosidad de que las obras públicas también pueden ser bellas, y dignas, sin importar dónde estén.

En este tiempo, con aciertos y desaciertos, no solo se logró un importante cambio sino que se logró crear capital social, algo fundamental para avanzar más fácil y rápidamente. Los bogotanos hoy pagan más impuestos que hace 15 años y lo que más sorprende a muchos visitantes de otras ciudades y países, es que además añaden una contribución voluntaria. A nadie le gusta pagar impuestos, pero los capitalinos lo hacen cumplidamente porque saben que su plata se verá retribuida en beneficios para todos.

Lógicamente la capital no es un oasis de felicidad ni la meca de la gestión pública, pues en las ciudades, incluso en las más boyantes, siempre hay problemas por resolver. Hace 15 años los servicios públicos eran un dolor de cabeza. Obtener una línea telefónica, una conexión de agua o luz, o un servicio de basuras eficiente, era un lujo que generalmente se lograba por medio de una ‘palanca’ o un buen padrino político o una mordida. Lo mismo pasaba con la educación, la salud o el transporte público.

Hoy, estos temas ni merecen páginas en los medios, salvo que se presente un caso anormal. No sorprenden ni el hecho que los bogotanos más pobres tengan salud y educación gratuita, ni que el millón de niños que asisten a los colegios distritales reciban una comida nutritiva gratis en su jornada escolar. Ya no importa de dónde se partió ni los impresionantes logros que se han obtenido, con el aporte de todos. Sólo importan el trancón, la inseguridad o los huecos. Tampoco hay que caer en el conformismo, pero en la administración pública los recursos siempre son como las cobijas de los pobres: o tapan los pies o la cabeza.

Gracias a la confianza y a la preocupación por lo público, los bogotanos son exigentes con sus alcaldes y con los funcionarios públicos, y eso se ve reflejado en las encuestas. Por eso, Samuel Moreno aún tiene el gran reto de demostrar que Bogotá sigue por el camino de la confianza.
Todo lo ocurrido en Bogotá ha servido de ejemplo para otras ciudades. La más destacada: Medellín.
Pocas ciudades del país han estado en una constante lucha por superar crisis de todo tipo como la Capital de la Montaña. A comienzos de la década pasada, los índices de violencia ubicaban la ciudad como una de las más violentas del planeta. Empresarios, políticos, organizaciones no gubernamentales y líderes barriales se propusieron resistir los embates del narcoterror y formaron una especie de coraza que, casi 20 años después, sigue aguantando no sólo la crisis de la violencia y de los valores, sino la económica.

Hace pocos días el Dane sacó las cifras del desempleo en Colombia y ubicó a Medellín en los primeros lugares. Hoy es el tema de mayor preocupación para los paisas. De acuerdo con la encuesta de percepción ciudadana, ocho de cada 10 ciudadanos lo ubican en el primer lugar entre los temas más importantes para la administración municipal. Para los tres primeros meses del año, el desempleo fue del 18 por ciento, lo que indica que cerca de 300.000 personas en la ciudad carecen de empleo. Las alarmas no se hicieron esperar y la administración del alcalde Alonso Salazar, después de varias reuniones extraordinarias, decidió instrumentar un plan de choque que busca generar 36.382 fuentes de trabajo por medio de obras públicas, inversión social y programas de vivienda de interés prioritario.

Según Salazar, el plan de empleo de Medellín 2009, soportado en obras prioritarias como los escenarios deportivos para los próximos juegos Odesur de 2010, el plan de las 15.000 viviendas VIP, infraestructura vial y las obras para la educación e inversión social, garantizan un pase de tranquilidad en materia de empleo para los próximos tres años. Aunque muchas de estas obras ya estaban en el plan de gobierno, las cifras del desempleo de este año pisaron el acelerador al cronograma de las obras públicas.

La administración municipal también se ha referido a la transformación vial que se debe continuar en Medellín con obras como la del desarrollo vial del río, que significaría un “salto histórico en movilidad para la ciudad”. Este proyecto, por ejemplo, contempla unas 300 hectáreas de espacios públicos para el Valle de Aburrá. Se trata de achicar el territorio y sus distancias con este tipo de obras que van en procura de la competitividad.

En este mismo sentido se contempla impulsar la terminación del Metroplus y otras opciones de transporte que en el futuro deberán ser estudiadas, como la de un tranvía para el occidente de la ciudad y la extensión de las líneas del Metro de Medellín, a comunas como la centrooriental y la noroccidental, donde se garantizarían dinámicas de desarrollo importantes, similares a la que se dio en la comuna nororiental.

Pero esta fiebre de inversión en infraestructura no es sólo en la capital del departamento. En otras zonas de Antioquia como el Urabá, la Gobernación está invirtiendo 40.000 millones de pesos en obras como la conformación del Puerto de Urabá y de la construcción de la doble calzada Santa Fe de Antioquia-Turbo. Además, se aportaron 7.000 millones de pesos para la terminación de la Transversal del Caribe, entre San Juan de Urabá y Mulatos, que ya se encuentra en servicio de la comunidad.

?Así las cosas, parece que los paisas están logrando capotear otra crisis más. Esta vez la del desempleo mediante la fórmula de vincular a los pobres y a las personas con empleo de baja calidad a trabajos productivos. Por eso no se hace extraño que una visita por Medellín parezca una visita a una ciudad en obra.