Especiales Semana

MORIR EN PALESTINA

La salida de Beirut, una etapa de largo éxodo de un pueblo sin tierra

4 de octubre de 1982

Mohamedd, 22 años, de boína negra y uniforme verde oliva, partió el pasado martes hacia Túnez. Su hermano Hassan, de 18 años, se había ido el día anterior para Irak. El padre Moussa se refugió en el Yemen del Sur. Sus dos primos lograron llegar a Siria. Y la madre y su hermana se quedaron en Beirut, en medio del llanto, los lamentos del muezzid y los ruegos del Corán. Así fue la diáspora palestina.
Bajo el rugido incesante de las "kalachnikovs", un grupo de 600 combatientes se congrega para partir hacia Siria, en el Estadio Municipal. Si bien la despedida es de héroes, el ambiente es de una profunda tristeza.
Los Fedayines reciben collares de flores y ramos de olivo. A medida que van partiendo les lanzan arroz, símbolo de suerte dentro del Islam. Sus mujeres entonan el "muezzid", lamentos de tristeza cuando los guerreros mueren o se van, y otras hacen el famoso "yiuyiuyiu", el grito árabe del desierto. De entre la multitud se destaca una mujer de unos 40 años que llora silenciosamente. Con el "tshador" negro hasta las rodillas. Está acompañada de sus tres hijos. Uno de ellos, 14 años, lleva una camiseta con un letrero que dice: "Soy un sobreviviente de la operación paz para Galilea", nombre con el que el gobierno israelí calificó la invasión al Líbano.
Atraído por sus lágrimas silenciosas, le pregunté si estaba despidiendo a algún combatiente y me respondió con la mirada fija en los fedayines: "Mi esposo murió luchando hace tres díás, pero aún no se donde quedó su cadáver" "¿Entonces qué hace aquí?", insistí.
"Quiero " me dijo, "que mis hijos no olviden esta escena. Fue la misma que yo vi en 1947 cuando mi madre me llevó a despedir a mi padre, cuando fuimos invadidos en Cisjordania. Desde entonces no lo volví a ver nunca jamás. Quiero que mis hijos no olviden esto"
Así,en medio de una fantasía beduina y de gritos "nahnou A'Eduon" (volveremos) comienza el nuevo éxodo de un pueblo, cuya larga errancia comenzó hace 35 años cuando Israel, el 14 de mayo de 1948, proclamó su independencia y dejó sin tierras a los palestinos. Entonces más de 200 mil de ellos debieron dejar sus territorios y sus familias para concentrarse en campos de refugiados como el de Gaza.
CAMINO HACIA LA GUERRA
En junio de 1967 hay una nueva guerra y un nuevo éxodo. Nuevos refugiados. Ocupando 70 mil kilómetros cuadrados de territorios árabes Israel recubre toda la Palestina bajo su mandato. Los palestinos no tienen otra alternativa que aguantar la ocupación o padecer el exilio. Según la ONU, en junio de 1967, durante la guerra de los seis días, más de un millón de palestinos vivían dentro de las regiones ocupadas, como la banda de Gaza, la península del Sinaí, el Golán y la Cisjordania.
En 1969, la situación de los países árabes es de total descrédito. Venían de perder una guerra donde quedaron no sólo como cobardes, sino como pésimos combatientes. Mientras la situación de los palestinos refugiados se deterioraba ante la mirada impasible del mundo, Israel se consolidaba como Estado Moderno, organizado y fuerte. Entonces el mundo descubre por esta época a un guerrillero obeso, de poca estatura, 39 años, con una barba descuidada que no logra afeitar correctamente. "Es que no me queda tiempo" responde cuando le preguntan, quién asume la presidencia de la organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Su tarea es inmensa: las rivalidades las divisiones en el seno de la OLP hacen prácticamente imposible la formación de una dirección única y fuerte entre los nacionalistas islámicos de "Al-Fatah", los más numerosos; los marxistas del árabe cristiano, Georges Habach; los comunistas de otro cristiano, Nayef Hawatmeh; los bassistas sirios de la Saika, y los bassistas irakíes del Frente de Liberación árabe, sólo había un común denominador: liberar la Palestina.
Arafat los reúne pero sin unificarlos verdaderamente. Es un frente que no será jamás una cruzada. Su débil unión se observará después del famoso "Septiembre Negro" en Jordania, cuando la estrategia a seguir dividirá a los dirigentes palestinos. Contra ese Estado dentro del Estado constituido por el millón y medio de refugiados palestinos en el reino Kechemita, que amenazaba directamente la estabilidad del país, el rey Hussein se decide por la fuerza. En los combates fratricidas del "Septiembre Negro", la OLP perderá más hombres de los que hasta entonces había perdido en las guerras árabe-israelíes. Liquidados en Jordania, estrechamente vigilados en Siria olvidados por Egipto después de la muerte de Nasser, entre 400 y 500 mil palestinos se refugian en el Líbano luego de que los fedayines perdieron su principal santuario, el de Jordania.
Pero es en el Libano, precisamente donde va a nacer uno de los más dramáticos y confusos conflictos del Medio Oriente. Desestabilizando un país, cuyo equilibrio reposaba sobre una convivencia entre musulmanes y cristianos, los palestinos cometerán allí los mismos errores y los mismos excesos que en Jordania, de donde venían expulsados. Comenzaron a jugar el rol de detonador de los problemas internos libaneses. El país se dirigía lentamente hacia la guerra, porque muchos conflictos latentes convergían: crisis sociales, crisis política y económica, y profundos desacuerdos sobre los derechos de los palestinos en el Libano.
La guerra explota. Siria entra abruptamente en escena, invadiendo este pequeño país y sus tropas, llamadas por los cristianos, evitan el triunfo de las fuerzas militares palestino-musulmanas.
Los excesos de los palestinos se acentúan y minan la coexistencia no sólo de los refugiados y de la población libanesa, sino de los palestinos de los campos y de la dirección misma de la OLP. Como en Jordania en 1970, ésta se interroga después de la cruenta masacre cometida por los cristianos en el campo de Tell-el-Zaatar, sobre la justeza de la política que ha venido siguiendo Yasser Arafat y se pregunta si el terrorismo ciego es la sola arma de que disponen los fedayines. El desvío de aviones, los "raids" relámpagos y suicidas en Israel contra civiles, incluso niños, los atentados sangrientos contra diplomáticos... sirve verdaderamente a la causa palestina. "un día de éstos, murmuraban en la dirección de la OLP, Israel nos hará pagar caro, muy caro todo esto"
Efectivamente el gran arreglo de cuentas palestino-israelí llega inevitablemente. En 1978 se da la primera intervención israelí. Los palestinos, impotentes, son empujados hasta el río Litani. Frente al conflicto de entonces los países árabes se quedan quietos. Nadie se mueve en favor de la OLP.
Pero la advertencia no pareció suficiente. En 1981 los fedayines hacen llover sobre el valle de Galilea 130 obuses y roquetas. Entonces se produce la segunda intervención militar del "Tsahal" ejército israelí. Es la guerra en todas sus dimensiones. Los países árabes se declaran sordos y no son solidarios con la OLP. Lo que siguió ya lo conoce la opinión pública.
La batalla de Beirut volvió a expulsar a los palestinos que ni siquiera tienen un cementerio donde enterrar sus muertos. "Esto es lo más terrible" murmuraba la mujer que llevó a sus tres hijos a despedir a los combatientes.
Los palestinos siguen sin patria y, por ahora deben repartirse en ocho países, la mayoría muy lejos de la tierra prometida: Siria, Irak, los dos Yemen, Sudán, Túnez, Argelia y Jordania.
Los palestinos si bien partieron como héroes, perdieron la batalla de Beirut. Pero la buena imagen de Israel yace también bajo los escombros no sólo de Beirut Occidental, sino de Tiro y Sidón. El mundo tiene hoy conciencia de que es necesario resolver el rompecabezas del problema palestino.
Los combatientes de Masrra y de la calle Mar-eliass, se van hacia Siria Vuelven a rugir las ametralladoras.
Los camiones parten lentamente, mientras las familias quedan destrozadas por la partida de sus seres queridos, de sus combatientes. Un grupo de niños juega nerviosamente en medio de la gritería, el llanto y los disparos.
La mujer del tashador negro sigue llorando impávida. Cuando los camiones se pierden a lo lejos, ella vuelve a murmurar: "Yo quiero morir en Paleslina"
¿QUIEN GANO?
Después de todo, ¿habrá paz finalmente en el Líbano? Es la pregunta que muchos se hacen. Y al enviado especial de SEMANA le formulan otra: ¿y después de todo, quién ganó?
Según Israel, la sangrienta operación "Paz para Galilea" se montó para liquidar el santuario palestino en el Libano. ¿Se logró? Para devolverle la paz a la martirizada nación. ¿Será posible? De lado y lado hay razones y hay respuestas. Una de ellas es que Israel se lanzó a una guerra de cinco días que lleva ya tres meses. Otra, es que la OLP soportó con dignidad y heroismo el sitio a Beirut Occidental.
Según Arafat, su salida obedeció exclusivamente al deseo de evitar una masacre mayor de la ya realizada por las tropas israelíes.
Según Sharon, el arrogante ministro de Defensa israelí, la OLP viene de sufrir el más grande desastre militar de su historia. "Es el fin del nido de terroristas. Su salida no es una salida, es una expulsión" agrega en tonó irónico.
Los palestinos destacan que resistieron casi tres meses el sitio y el asedio de uno de los más modernos y mejor equipados ejércitos del mundo, lo que jamás había logrado ningún ejército arabe. Entonces, ¿de qué lado está la victoria?

La OLP, por su lucha, le dio al mundo una mayor conciencia del problema palestino. Esto es cierto. ¿Pero no deja la OLP perdida en el Líbano toda su infraestructura libanesa, sus arsenales, sus campos, sus hospitales, sus escuelas, sus mujeres y sus hijos, encontrándose hoy dispersa en ocho países árabes? Si la OLP sobrevive su convalescencia será larga.
El éxodo del Líbano en el fondo no arregla nada, pero abre una nueva etapa dentro de la Hégira palestina.
La verdad es que ni Israel es el ganador absoluto de la guerra, ni la OLP ha quedado totalmente destruida y desmantelada.
Pero muchas cosas más se desprenden de esta batalla de Beirut. Según Yasser Arafat, la OLP y el pueblo palestino no pagarán solos la factura dejada por la guerra del Libano. "Otros países árabes la pagarán caro" dijo amenazante el número dos de Al Fatah, Abu Iyat. ¿Cómo? ¿De qué manera? El futuro inmediato lo dirá.
TESTIMONIO DE UN COMPAÑERO DE VIAJE
En una playa de Beirut un niño palestino de once años le dispara al mar. Pero lloraba mientras accionaba el arma. Esa escena, terrible, simboliza todo el drama de Beirut y del Líbano. Cuando fuimos allá, la guerra ya no esta allí; como dijera Hemingway sobre los campos finales de la batalla. Apenas se tropezó con combates aislados, con francotiradores y con rezagos de la guerrilla de palestina que se negaban a entregar sus armas. Pero la visión del niño sollozando y disparando sobre el azul Mediterráneo, permitió vislumbrar el efecto más profundo de esta guerra, que pudo dejar un saldo superior a los 30 mil muertos y pérdidas por más de 12 mil millones de dólares. Se trata del desarraigo y de la furia represada. Ese pequeño palestino de once años, que perdió a sus padres y hermanos durante los bombardeos israelíes sobre Beirut, ahora dispara sobre el mar impulsado por la impotencia, pero dentro de dos o tres años apuntará a un blanco fijo. Y si perdió todo, incluida la ciudad destruida que estaba allí detrás de sus menudas espaldas, entonces ¿quién se atreve a señalar que ese niño no tiene el derecho para disparar mañana? Eso vimos: la destrucción del Líbano, el arrasamiento de Beirut, operación conjunta ejecutada bajo el título de "Paz para Galilea", no apaciguó lo rencores sino que atizó el odio. Más de 9 mil palestinos partieron hacia 8 países y los vimos salir de Beirut agitando sus banderas y disparando con rabia. Las caravanas pasaron junto a los hospitales y los cementerios bombardeados. Doblaron la esquina dejando atrás los estadios descuajados y remontaron las montañas del Líbano o penetraron en el Mediterráneo para no respirar más por ahora el aire fétido de Beirut, que penetra por las narices como un vaho de carne descompuesta. Ellos se fueron con su odio y dejaron atrás el rencor de su pueblo y lo que es más importante, se quedaron 450 mil palestinos con sus mujeres y niños. Entones, nosotros vimos que una mujer palestina paría un hijo en un hospital abandonado de Beirut, rodeado de edificios destruidos. Más que una derrota de la vida sobre la muerte el nacimiento de este palestino allí en lás ruinas de Beirut, garantiza que la guerra continuará. Y eso es lo grave.