Especiales Semana

Muerte anunciada

EL ASESINATO DE RODRIGO LARA.

12 de junio de 1989

Rodrigo Lara Bonilla fue asesinado hace 5 años. Sería el primero de una larga lista de colombianos ilustres que habrian de entregar sus vidas en la lucha contra el narcotrafico. Esta lista, que incluye a Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos, el coronel Jaime Ramirez, numerosos jueces y hasta sus familiares, como se comprobo la semana pasada, le ha signiticado a Colombia el título del país más violento del mundo, al lado del Libano.
Todo esto comenzó un lunes 30 de abril, y esta es la historia de ese día y el prólogo de los que siguieron.

A las 7 y media de la mañana del lunes 30 de abril, el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla recibió una llamada telefónica momentos antes de salir hacia su oficina.
Era uno de los altos mandos militares quien lo buscaba para informarle que los servicios de inteligencia habían obtenido datos según los cuales se podía estar fraguando un atentado contra su vida. A pesar de que las amenazas se habían convertido para él en una rutina, el tono de su interlocutor dejo claro que se trataba de algo concreto. Acordaron que sería conveniente que el Ministro cancelara un viaje que tenía programado esa tarde a Pereira y que intentara, en lo posible, cambiar su rutina de ese día.
Para su secretaria privada, ésta pudo ser la explicación a un estado de alteración que el Ministro mostró durante todo el día y que no era habitual en su conducta. Una y otra vez, Lara Bonilla se asomaba por la ventana de su oficina, mientras le dictaba a su secretaria. "Parecía otra persona" comentó a SEMANA una de sus asistentes para referirse al nerviosismo e irascibilidad que lo caracterizaron durante toda la jornada.

A las 4 y 30 de la tarde, faltándole sólo una cita por cumplir ese día, se comunicó con la recepcionista del Ministerio y le ordenó que fueran requisadas todas las personas que entraran al edificio. A las 6, su esposa Nancy, quien se encontraba en el centro haciendo compras, pasó un momento por el Ministerio. Estando allá, decidió no interrumpir las labores de su marido, pero conversó unos minutos con las secretarias del despacho. Esa noche, debía asistir con su esposo a la fiesta de grado de Maria Bahamón, hija de unos paisanos, amigos de toda la vida. Como estaba vestida con falda negra y medias negras, comentó jocosamente, pero en forma premonitoria, que parecía una viuda. A esto, las secretarias le respondieron que se comprara unas medias rojas, lo cual en efecto hizo.

A las 6 y 50, el Ministro abandonó su despacho, se despidió de sus secretarias y abordo velozmene el Mercedes Benz blanco. Su chofer, Domingo Velásquez, arranco, como siempre, entre dos carros escolta que el Ministro tenía permanentemente a su disposición. Eran dos camionetas Toyota Land Cruiser, una gris y una blanca. La blanca siempre encabezaba la caravana y le correspondía la responsabilidad de escoger la ruta.
Esta se cambiaba permanentemente.
Unas veces, el Ministro llegaba a su casa en la calle 125 número 43-53, tomando la carrera séptima, la calle 100, la paralela o ingresando por el barrio El Batán. Otras, utilizaba la avenida Suba. Tambien estaban las alternativas de la avenida Pepe Sierra y de la 127 . Esa noche , a media cuadra del Ministerio, Lara ordenó a su conductor que cambiara la ruta y que tomara la avenida de Circunvalación, invocando la urgencia que tenía de llegar a su casa. Velásquez, siguiendo las claves usuales para variación de ruta, hizo sonar el pito y simultáneamente efectuo un cambio de luces, con lo cual la escolta delantera comprendio que no debía bajar a la carrera septima, sino subir y tomar la Circunvalar. Cuando ya habian tomado la carrera 5a, a eso de las 7 y 15, el teléfono del Mercedes sonó. El Ministro alzo la bocina: era su secretaria, quien le leyó una carta de Planeación que el estaba esperando.
Sobre la calle 77, tomaron la carrera séptima hacia el norte, hasta llegar a la altura de la Fundación Santa Fe.
En ese momento, la escolta delantera ordenó bajar por la calle 119 hasta la paralela del ferrocarril del norte, que los condujo a la 127. Frente a Unicentro había un trancón por dos carros varados. La escolta guía giró hacia la derecha para esquivar el nudo, entrando al barrio La Carolina del cual salieron una cuadra más abajo, para retomar la calle 127.

Mientras esto sucedía, el Ministro se comunicó por teléfono con su residencia y le pregunto a Oliva, la empleada de la casa, que si su esposa habia llegado ya. "No, no ha llegado", respondió ella. "Dígale tan pronto llegue que ya voy para allá, aunque hay algunos trancones", le pidió Lara. La caravana prosiguió pero un nuevo trancón parecia haberse formado antes de la avenida 19. Según Velásquez, el carro escolta delantero, el Toyota blanco, quedó atrapado entre dos carros. Al instante el ministro gritó a Velásquez: "Sálgase, sálgase rápido" y el Mercedes esquivó el nudo y siguió bajando por la 127, solamente con el carro escolta gris custodiándolo desde atrás. A los pocos segundos, pasaron bajo el puente de la autopista del norte. La marcha continuo sobre la 127, paralela al caño de Contador. "De pronto, sentí una explosión --contó Velásquez a SEMANA como una vez que se me rompió el parabrisas". Aceleró al máximo sin mirar hacia atras. El guardespaldas del ministro, que iva sentado al lado del conductor, disparósu arma hacia el lado derecho primero y luego hacia adelante. Velásquez, quien no entendía muy bien lo que pasaba, gritó "Virgen Santísima salvanos". Su obseción era llegar a la casa del Ministro cuanto antes. Por unos segundos creyó que nada malo estaba pasando, pero a dos cuadras de la casa miró por el retrovisor y pudo ver al Ministro tendido hacia la izquierda. Lara no había emitido ningún sonido y Velásquez no vio sangre por ninguna parte. De ahí que aunque la situación era confusa, el conductor no tenía conciencia de lo que había sucedido. Sólo al llegar a la casa, poco después, todo el impacto de los hechos cayó sobre él, al estar el asiento trasero inundado en sangre.

Aunque Velásquez no sabía cómo había pasado todo, la escolta de atrás, sí. Segundos después de salir del paso subterraneo de la 127 con autopista, dos hombres en una moto roja 175, habían aparecido sorpresivamente, hasta acercarse a menos de un metro del Mercedes blanco. El parrillero había accionado una ametralladora Ingram, vaciando el proveedor de 25 balas calibre 45. La Ingram es conocida como una de las armas de mayor cadencia: en solo un segundo, dispara 22 balas. De ahi que el atentado contra Lara no llegó a durar ni siquiera un segundo y medio.
De las 25 balas, 7 dieron en el blanco: 3 en el cráneo, una en el cuello, 2 en el pecho y una en el brazo derecho. Ni siquiera el chaleco antibalas que Lara tenía pero no usaba, lo hubiera salvado.

Tan pronto el sicario disparó contra Lara, desenfundaron los revolveres y comenzaron a disparar contra la moto asesina. Se inició, en medio del tráfico de la 127, una persecucion digna de Hollywood. Los asesinos y sus perseguidores se volaron el semaforo de la avenida a Suba.
Cuatro cuadras más abajo, donde comienza la avenida Boyacá, el Toyota con motor de persecución estaba a menos de cien metros de su presa. El parrillero, viendo demasiado cerca a los perseguidores, arrancó el seguro de una granada que llevaba consigo y dándole media vuelta a su cuerpo, la lanzó contra el Toyota. La puntería le falló pues la granada estallo lejos del vehículo, pero la contorsión al lanzarla y el hecho de que el pavimento se encontraba mojado, hicieron que los asesinos perdieran el equilibrio y el control del aparato, cayendose a toda velocidad, cuando intentaban virar hacia las colinas de Suba. Iván Darío Guizado Alvarez, el asesino del Ministro, había muerto como consecuencia de fracturas en el cráneo en el momento de la caída. A éste, que portaba un chaleco antibalas se le encontró después un balazo en la ingle.
Su compañero, el conductor de la moto, Byron de Jesús Velásquez Arenas, resultó herido en el brazo cuando la moto le cayó encima, momentos antes de ser capturado por la escolta.
Por primera vez en la larga historia de los asesinatos en moto en Colombia, los autores habian sido alcanzados despues de la emboscada.

SEGUNDA EMBOSCADA
No era esta la primera emboscada de que Rodrigo Lara había sido objeto por parte de la mafia: un año y diez días antes de su muerte había sido víctima de una emboscada de otra naturaleza: el 20 de abril de 1983, en el Hotel Hilton de Bogotá, el senador huilense había sido abordado por un sujeto de nombre Evaristo Porras, quien en su bolsillo llevaba una grabadora escondida. Durante una campaña política por el Amazonas, Lara se habia tropezado con Porras a quien, esa noche en el Hilton, apenas recordaba. Mientras el casete rodaba, Lara entró desprevenidamente en una conversación con Porras sobre actualidad nacional. Después de una introducción sobre política huilense, la charla desembocó en Pablo Escobar, quien por esos días había aparecido por primera vez ante la opinión publica. Mientras Lara preguntaba con curiosidad inofensiva por las actividades y la fortuna del parlamentario antioqueño, Porras se presentaba como un enemigo de este y le ofrecia una ayuda económica para el Nuevo Liberalismo. Porras no mencionaba ninguna contraprestación y Lara inicialmente esquivaba con cortesía la oferta. Cuatro meses después, esta grabación se hizo pública con ocasión del debate sobre los dineros calientes.
El resto es historia.
Es indudable que este episodio altero radicalmente la carrera política de Lara. En el momento de tomar posesión del ministerio de Justicia, era una de las figuras políticas con más porvenir de su generacion. Con escasos 37 años, estaba de segundo en la Jerarquía de un movimiento con posibilidades de llegar al poder. Su situacion cambió de la noche a la mañana. No tanto por haber sido acusado de recibir un cheque, como por la falta de claridad en la explicación que dio. En una semana en el Ministerio Lara había pasado de ser la nueva estrella del gabinete, a convertirse en el centro de una controversia nacional sobre la conveniencia de que permanecieran en su cargo. Voceros del liberalismo, como los diarios El Tiempo y El Mundo y columnistas como Enrique Caballero y Hernando Giraldo pidieron su renuncia. Conciente de que se trataba de una medición de fuerzas entre el Estado y la mafia, el presidente Betancur, apoyado por amplios sectores, se negó a entregar la cabeza de uno de sus ministros al crimen organizado. Tenía el convencimiento, como lo tenían todos quienes lo conocian, de que Lara era un hombre honesto, con un pasado inmaculado, quien había caído en una celada. El golpe bajo de que había sido objeto, afecto profundamente a Lara. El periodista Daniel Samper recuerda cómo el propio Ministro había manifestado que "la única manera que tengo de demostrarle al país que soy una persona honrada es jugándome la vida contra la mafia. Estoy dispuesto a hacerlo. Una campaña contra el narcotráfico que el había iniciado antes de ser Ministro, adquirió una intensidad nunca vista antes en el país. Lara dijo todas las verdades que hasta entonces se consideraban indecibles e hizo lo que nadie se atrevia a hacer. Hechos que eran de conocimiento general a nivel privado los elevo a la categoria de denuncia publica. Emprendió asi una cruzada frontal y sin cuartel que se confundia por momentos con una revancha personal. Esto sumado a su temperamento exhuberante, extrovertido y locuaz lo convirtio en el centro de la atención nacional. El arrojo y coraje con que libro su batalla rayaban en la imprudencia. Pero, no obstante frecuentes criticas, su cruzada comenzaba a dar dividendos. Gradualmente, la opinión publica dejo de verlo como el hombre acusado de haber recibido un cheque de Evaristo Porras y paso a considerarlo como el primer colombiano que tenia el valor de sacarle los trapos al sol a la mafia, aun a costa de su propia vida. Lara estaba ganando la batalla por su reivindicación y obtuvo sus galardones en franca lid. Su lucha habia sido una lucha solitaria, como lo señaló Fernando Hinestroza.
Su propio movimiento, el Nuevo Liberalismo, no lo acompañó en las horas difíciles y el grado de su respaldo parecia estar sujeto al vaiven de la popularidad del Ministro. Esto llevo a fricciones que llegaron incluso a hacer posible el retiro de Lara del Nuevo Liberalismo. En privado, Lara no escondia su decepción y a un grupo de periodistas, cuatro dias antes de su muerte, les informó su decisión de formar toldas aparte tan pronto regresara de la embajada en Checoslovaquia, a donde debia haber partido a mediados de mayo.

QUIEN LO MATO
La posibilidad de que Lara fuera asesinado por la mafia se había vuelto Lema rutinario de conversacion desde hacia varios meses. De ahí que e el instante mismo en que fue anunciada su muerte, se dió por descontado quiénes podían haber ordenado su asesinato. La automática confesion del unico capturado no hacía sino corroborar lo esperado. Según éste, el y su compañero habian sido contratados en Itaguí y todo se habia planeado en Medellin. Esto, combinado con la modalidad de la moto, le daban todo el sello de la mafia antioqueña. Sin embargo, esta identificación resultaba tan obvia que no dejaba de despertar algunas sospechas . Teniendo en cuenta los enormes efectos contra producentes que el crimen tenía contra la mafia, no faltaron los comentarios escépticos acompañados de las más fantásticas versiones: que había sido la CIA, que había sido la DEA, que habían sido los militares, que había sido la guerrilla. La versión de un complot de la mafia parecía no tener baches, resultaba mil veces más viable que cualquiera de las otras alternativas. Para comenzar, la mafia no es un cuerpo organizado y unitario, sino una serie de grupos independientes, cualquiera de los cuales podía haber cometido el homicidio sin consultarle o informarle a los demás. .

Concretamente, SEMANA ha podido establecer que las autoridades investigan una pista según la cual un grupo de 10 antioqueños habría llegado a la capital hacia el 15 de marzo.
Se ha confirmado su presencia en el sector de la avenida 19 de Bogotá donde se les vio con frecuencia en almacenes y restaurantes, lo que hace pensar que se hospedaban en el vecindario. Los dos autores materiales del crimen han sido plenamente identificados por personas de la zona como miembros del grupo. Iván Darío Guizado, el que falleció en la huida, habría llegado en la segunda semana de marzo a Bogotá. Su compañero Byron Velásquez, fue visto unicamente la semana antes del atentado. SEMANA estableció que el grupo habia hecho su aparición en Bogotá encabezado incialmente por un hombre moreno, de mediana estatura, pelo rizado, barriga prominente, piel cicatrizada por el acné y a quien se le calculan unos 40 años de edad. Este los instaló e inmediatamente desapareció. A fines de marzo hizo su aparición un sujeto alto, delgado, de pelo negro rizado, con bigote, piel trigueña, de unos 25 años y quien contrastaba con los demás por ser el más decente de un grupo que llamaba la atención por su prepotencia, vulgaridad y malos modales. Lo llamaban unánimemente el jefe. Era quien pagaba las cuentas en restaurantes y almacenes, donde solían adquirir adquirir ropa, discos y botas. En una ocasion, según han relatado testigos a las autoridades, fue visto repartiendo dinero en efectivo a los otros miembros de la banda. En las últimas semanas, se les vio andar en dos motos rojas nuevas, una de las cuales se asegura es la que se utilizó para el asesinato de Lara. Fueron adquiridas en el almacén Motomotor y pagadas en efectivo. El viernes 27 tres días antes del crimen, toda la banda desapareció del sector de la 19.
No se descarta que hayan viajado a Medellín durante el fin de semana. Al menos es lo que se cree que hicieron los dos asesinos. A ellos, las autoridades les encontraron después del atentado 25 mil 500 pesos en efectivo. Todo indica que estaba pendiente el ultimo pago por el trabajo, que debía ser por una alta suma. Las autoridades confian que con estas pistas se pueda llegar a establecer la identidad de todos los participantes en el complot, aunque no se descarta que ninguno de los diez antioqueños que merodeaban por la avenida 19 supiera quién habia dado la orden desde arriba.

IMPLICACIONES
Pero independientemente de la identidad del verdadero autor intelectual del crimen, éste tenia enormes implicaciones de todo orden. Las primeras saltaron a la vista horas después del asesinato: se había presentado un cambio de actitud del gobierno frente al crimen organizado. En los últimos años, éste había sido tolerado como una especie de mal inevitable.
Pero la reacción que se produjo en el país en la misma noche del lunes, interpretada por el Presidente durante su discurso en Neiva, el miercoles 2 en el sepelio de Lara Bonilla, al decir:
"No más tertulias de salón para comentarios divertidos sobre quién ucaba de hacerse rico con el tráfico de monedas manchadas de sangre."
Era esta la concreción de las aspiraciones que Lara tuvo en vida y que no cristalizaron sino después de su muerte. Estas palabras se han traducido en un viraje de 180 grados en la actitud del gobierno frente al narcotráfico, viraje encabezado por el Presidente Betancur, acompañado al parecer por todos los colombianos que antes habían dudado sobre el Tratado de Extradición y que ahora aplaudian al primer mandatario, como quienes lo hicieron en Neiva, cuando Betancur anunció que "Colombia entregará a los delincuentes solicitados por la comisión de delitos en otros países".
Aunque jurídicamente este viraje resultaba por lo menos discutible, políticamente era un acto pragmático que se ajustaba a una nueva realidad. Que habia nueva realidad política se podía medir por el hecho de que la declaratoria del Estado de Sitio había sido recibida con beneplácito por la mayoría de la opinión pública. Aun los sectores que ideológicamente rechazaban esta medida, lo estaban haciendo esta vez en forma más bien timida y protocolaria, concientes de que el Presidente no tenía otra alternativa.
De por sí, antes del asesinato de Lara Bonilla, el Presidente habia sido objeto de fuertes presiones para la implantación del Estado de Sitio, debido a actos guerrilleros como el incendio de buses y el asalto a trenes.
Sin el asesinato de Lara, su implantacion era debatible. al producirse aquél, resultaba indiscutible.

Inicialmente había la impresión de que el Estado de Sitio iba a ser utilizado en forma arbitraria, echando en un mismo saco a narcotraficantes y guerrilleros, en virtud de lo expresado por varios sectores de opinión que, como El Tiempo, habian hablado de ambos como "olivos y aceitunos, todos son unos". Sin embargo, el propio Presidente fue el primero en hacer y pedir un esfuerzo pa!a diferenciar a los unos de los otros, conciente de que la mala interpretación o el abuso en cuanto al Estado de Sitio, podían enterrar las esperanzas de paz, en momentos en que, por primera vez en muchos años, se estaba estableciendo un diálogo con la guerrilla que estaba a 15 días de dar sus primeros frutos concretos. Para dejar claras las intenciones presidenciales la aplicación del Estado de Sitio durante la semana pasada estuvo categóricamente destinada a la lucha contra el narcotráfico. Además del anuncio de la extradición, el juzgamiento de los delitos del narcotráfico y conexos quedó bajo jurisdicción de la justicia penal militar. La expedicion de las medidas se vió también respaldada por acciones concretas en contra de la mafia. Centenares de allanamientos y de detenciones de empleados del narcotráfico en todos los departamentos y de capos importantes, como Evaristo Porras y Fabio Ochoa, se sumaron a la detención de decenas de avionetas y a la misma prohibición del vuelo de avionetas privadas en el país. En Barranquilla nada más, en menos de 24 horas, fueron allanadas las residencias de los presuntos grandes personajes de la mafia de esa ciudad: Lucas y Jorge Gómez, Van Grieken (El Pocholo), Francisco y Serafín Valeblánquez, Enrique Coronado, Calixto Carrillo (Caito), Luis Cabarcas.
Ivan Lafaurie, César Molina y Francisco Rosado Velasco, quien fue detenido. En Medellín, Cali, Armenia y Pereira sucedia otro tanto, al tiempo que las fincas de Carlos Lehder Pablo Escobar y la familia Ochoa en los Llanos, el Magdalena Medio y el Atlántico eran también allanadas.

Sin embargo y a pesar de la euforia inicial y de los esfuerzos del Presidente por mantener el Estado de Sitio bajo control, comenzaban a aflorar algunas dudas sobre hasta qué punto sus intenciones podían traducirse en realidades. Si bien el Estado de Sitio no es un instrumento represivo en sí mismo, sino un instrumento jurídico de aplicación selectiva, su sola declaratoria crea un ambiente sicológico que muchas veces adquiere su propia dinámica y que de ser asi significaria un viraje fundamental de la posición del gobierno en términos políticos. Al fin y al cabo, existe una contradicción entre Estado de Sitio y apertura democrática. Desde la semana pasada, esos dos procesos intentan convivir en la realidad colombiana.
El Presidente es consciente del peligro latente de que el primero asfixie a la segunda, siendo la apertura democrática y la paz el campo en donde él se está jugando su papel ante la historia. De ahí que sea previsible que haga un esfuerzo permanente por circunscribir el Estado de Sitio al ámbito estrictamente necesario, sin permitir que los miles de intermediarios que tienen su aplicación en el país, se desvien de este propósito. Inclusive, SEMANA se ha enterado de que una vez implantada la medida el lunes de la semana pasada, se ha venido estudiando la posibilidad de que sea temporal, llegando a mencionarse la fecha del 30 de mayo para su levantamiento.
En esta forma, se le daría un golpe historico a la mafia y al mismo tiempo se utilizaría la suspensión del Estado de Sitio a fin de mes, para restaurarle la credibilidad al proceso de paz en unos días cruciales.

Rodrigo Lara Bonilla murió creyendo firmemente en esas dos causas: la de eliminar a las mafias y la de conquistar la paz. Un esfuerzo colectivo para que esto se cristalice sería el mejor homenaje a su memoria.-