Especiales Semana

NAVIDAD

9 de enero de 1989

TRADICION Y RUMBA
La navidad es la fiesta más esperada del año. La más alegre Sobre todo porque no se trata de una fecha perdida en el calendario, sino del eje de un periodo de celebraciones de amplio espectro.
En si misma, la conmemoración de la Natividad tiene una serie de acontecimientos precedentes y consecuentes que ratifican su condición de "fiesta mayor". Pero, en todo caso, el hecho de que su ubicación coincida con el final del año es una razón más para entender el entusiasmo con que se espera la famosa Nochebuena.
En otras palabras esto significa que el 24 y el 31 de diciembre forman una llave que se mira con gran interés en términos de descanso, de turismo, de rumba y de reposición de tanto esfuerzo dado a lo largo del año.
No obstante, lo cierto es que detrás del atractivo fiestero que se deja adivinar facilmente en las celebraciones de cierre del calendario, existe un gran peso psicológico, una fuerza espiritual que predispone a la gente para dotarla de un ánimo mágico de contemplación, de análisis y hasta de ternura.
No es un secreto que la fiesta de la Navidad se ha convertido en el mayor fenómeno comercial de los últimos tiempos. Solamente habria que considerar cuántas personas devengan su sustento de actividades económicas que fructifican en los últimos días de diciembre. Qué tal, por ejemplo, los fabricantes de juguetes, los de pólvora, los de adornos... Y, de cualquier manera, para todo comerciante, Navidad es sinónimo de ganancia. Aumentan las ventas en un porcentaje escalofriante, y como consecuencia aumenta la publicidad, aumenta el empleo, aumenta la producción... Se ha llegado a decir, incluso, que el buen ánimo y la hermandad aumentan como resultado de un fenómeno económico: al fin y al cabo lo que más se vende son objetos que luego se convertirán en muestras de aprecio, cuando reciban el tratamiento adecuado de un papel de colores, una cinta y una tarjeta de envío.
Pero la Navidad ha sido, por excelencia, la fiesta de la familia. Una oportunidad para compartir momentos alegres con los allegados. Por esta razón, si bien es cierto que en los hoteles se habla de alta temporada, también es evidente que la mayoría de los caminos conducen a la casa de la abuela, al hogar de los padres. Tal vez ya no hay tiempo para preparar un montaje teatral de familia. Para representar algunos de los motivos navideños que otrora ocupaban la atención de los hermanos en tiempo de aguinaldos. Las condiciones actuales de vida, las distancias y el trabajo han dejado un poco en el olvido este tipo de manifestaciones. Ahora esa sensibilidad se pone de manifiesto a través de los regalos, y hay que reconocer que el comercio ha servido como vehículo para una curiosa forma de comunicación decembrina en las últimas décadas.
No se puede ocultar esa mística que en la mayoría de los casos va impresa en la búsqueda de un detalle que signifique cariño. Pero hay que mirar un poco atrás si se quiere recordar el verdadero origen del espíritu decembrino.
Más allá de las luces de bengala, del pavo relleno, de la cumbia y el ron existe una tradición milenaria. Son casi dos mil años en los cuales la humanidad ha girado alrededor del nacimiento de Jesús en Belén. Tan importante sería el acontecimiento, que marcó el origen de una nueva era. El "antes de Cristo", "después de Cristo" que ubica los eventos de la historia es una muestra fehaciente de su influencia.
Eso es lo que no se puede desconocer. Y aunque se quiera olvidar, el verdadero sentido de las fiestas de fin de año, aunque se quiera relegar al nivel de simple evento del pasado la Navidad vive y llega hasta lo más profundo del hombre con un mensaje de espiritualidad.
Y si se pretende dar atención al pasado, tampoco se puede ignorar el paso del tiempo. Por eso es indiscutible comprender que hoy en día la Navidad tenga un sello festivo de gran peso. Lo importante es no dejar escapar esa oportunidad para mirar un poco hacia dentro. Si es cierto que el ánimo de los hombres llega a la Nochebuena con un toque de sensibilidad, sería una lástima desaprovechar el momento.