Especiales Semana

NAVIDAD

7 de enero de 1991

DULCE JESUS MIO...
Despierta, muchacho, el Niño Dios ha llegado". Todavía se recuerda la desbandada de los hijos hacia el pesebre al escuchar esa frase que habían esperado con ilusión y nerviosismo durante 24 días.
En realidad muchos no estaban dormidos, sino que observaban por la ventana toda la noche, a la espera de captar el momento en que el Niño Dios se hiciera presente.
Pero eran otras épocas. Y por supuesto, otros niños. Hace 40 años los hijos más pequeños lantaseaban sobre los posibles recursos que tenía el Niño para enviar tantos regalos al mismo tiempo, o sobre porqué no había llegado ese regalo que solicitaron con fervor. Ahora esos "pequeños enanitos" son más astutos. Los grandes avances tecnológicos, el milagro de la televisión y el ascenso de la ciencia como motor indiscutible de las proezas humanas, han motivado al niño a racionalizar más cualquier fantasía.
Por consiguiente, el misterio de los regalos se pierde pronto. Las preguntas y sobre todo las deducciones de los niños, son ahora superiores a las respuestas alternativas de los padres ante los ingeniosos interrogantes de sus hijos. Estos se apoyan más en la lógica y descubren finalmente con facilidad la procedencia de los obsequios.
¿Se ha perdido, entonces, el encanto de la Navidad? A pesar de los escépticos, quienes se han convencido de que todo misterio y toda fantasía han sido arrojados al olvido, hay quienes todavía ven en la Navidad un espíritu mágico, revivificador. Sin duda, los niños siguen siendo los protagonistas principales, pero su concepto sobre la Navidad ha cambiado. No es la misma concepción que tenían sus padres, pero mantiene la misma escencia.

¿ILUSION ROTA?
Para muchos, la ilusión infantil de recibir un regalo iluminado por el misterio un misterio que iba más allá de la simple fascinación y que lo obligaba a evaluar todo un año de actividades en busca de la justificación de los obsequios que el Divino Niño le ofrecía representaba el centro de la festividad. Y la ilusión era mutua. Tanto los padres como los hijos se debatían en esa inofensiva lucha por satisfacer y por sentirse satisfechos.
Por el lado de los hijos, la fiesta comenzaba desde el mismo momento de la redacción de la carta. Un manuscrito hecho una y mil veces, corregido a la perfección y modificado en varias oportunidades para agregar un último regalo o la oración por los padres que hacía falta. Luego se colocaba estratégicamente sobre el pesebre, y noche tras noche se le observaba con la esperanza de que fuera recogida. Por el lado de los padres, la carta al Niño Dios también tenía su encanto. Por medio de ella se podían conocer ciertos "pecadillos" confesados por sus hijos. Y al mismo tiempo disfrutaban de la cara de felicidad de los niños al descubrir que su carta era aceptada.
La compra de los regalos, el escondite perfecto, la aparente curiosidad por conocer exactamente el gusto de los hijos; y al contrario, la curiosidad de los hijos por saber porqué los padres preguntan tanto por unos regatos sobre los cuales en última instancia no deberían saber mucho.
Era el rito obligado y divertido de la Navidad antigua. Hoy en muy pocos hogares se conserva la tradición, no porque no se haya querido, sino porque los hijos ya no se prestan para el juego con tanta ingenuidad. De la fantasía se ha pasado a la realidad. Ahora los padres prefieren llevar a los hijos de compras, incluso después de la Navidad para evitar la congestión comercial. La carta al Niño Dios ha sido olvidada, los padres hacen tomar conciencia a los hijos sobre las posibilidades de comprar tal o cual regalo.
En pocas palabras, lo que antes era un acontecimiento trascendental para el niño, se ha convertido en una nutina navideña. Pero al contrario de lo que los más escepticos puedan pensar, no por esta razón la Navidad ha perdido su encanto. Porque si bien es cierto que las nuevas generaciones descartan cada día con mayor facilidad la participación de Dios en la entrega de regalos, también lo es el hecho de que las festividades continúan celebrándose con igual entusiasmo. Incluso, con el verdadero sentido que tiene la Navidad.

LA NUEVA VISION
Descartada la esperanza de los obsequios mágicos, la fiesta recobra su auténtico significado: la encarnación de Dios en el Hombre a través de Jesús.
Así, una vez desaparecido el misterio del Niño Dios, la atención de los infantes que pertenecen a la comunidad católica, se concentra en los valores reales de la Navidad: la unión familiar, la hermandad entre los hombres y la esperanza de un mundo nuevo. Todos ellos desprendidos del acontecimiento milagroso de la Natividad de Jesús.
Por esta razón, sacerdotes y padres de familia coinciden en que la tradición del pesebre está muy lejos de morir. Al fin y al cabo es el símbolo religioso por excelencia de las festividades decembrinas. Y como tal debe permanecer inmune a cualquier cambio temporal, así como la ya legendaria novena de aguinaldos.
Si los años han logrado transformar la concepción del Niño Dios en los pequeños, de ninguna manera lo han hecho en detrimento del significado de la Navidad. Este permanece intacto dentro del espíritu familiar. Porque gracias a su astucia, los niños han comprendido que lo importante no son los obsequios recibidos, sino la celebración de la Navidad en sí misma, con todas los aspectos positivos que ella encarna.


PESEBRE EN EDICION GIGANTE
Milímetros, centímetros y metros de imaginación fueron las medidas que empezaron. a dar la talla de un enorme pesebre de regalo para Bogotá en el Parque Nacional y que surgió de la propuesta de Jacquin Strouss de Samper, esposa del Ministro de Desarrollo, como parte del proyecto de la celebración navideña que encabeza la primera dama de la nación Ana Milena de Gaviria.
Porque en esta Navidad la idea de la primera dama, de las esposas de ministros y gobernadores es hacer una celebración ciento por ciento colombiana que rescate las tradiciones más arraigadas del pueblo.
Un gran reto que aterrizó en la oficina de diseño de Artesanías de Colombia y que se ha gastado más de dos mil metros de tela de colores, 50 láminas de tríplex y el trabajo continuo de 45 personas entre diseñadores y artesanos.
Oueríamos recuperar las tradiciones dijo el diseñador Carlos Baquero y materializarlas en un pesebre como regalo para la ciudad, pero además sería un regalo hecho por los artesanos nuestros con figuras nuestras".
Fue así como se empezó a conformar un equipo con las personas que pertenecían a los talleres urbanos de Santa Rosa de Lima. Y como si se tratara de una familia empezaron a pintar, cortar, coser, recoger, pegar y martillar cerca de 40 figuras que conforman el pesebre.
Y es que la odisea navideña arrancó el 16 de noviembre con la creación de las figuras del pesebre, muñecos que miden aproximadamente tres metros de altura y que contienen un enorme telón de fondo de 15 metros de ancho por ocho de largo.
Una labor que ha convertido la casa de Artesanias de Colombia en un festival de colores, risas, entradas y salidas.
Pero también ha significado el conocimiento de las diferentes regiones del país, pues cada una de las figuras está vestida con un traje típico colombiano. Es así como San José es un carpintero de zonas cálidas mientras la Virgen María representa a la mujer guajira con su manta característica.
Al lado derecho del pesebre inmensas palmas de cera hacen de embajadoras de la vegetación colombiana y alegres tucanes y loros revoloteando por todo el escenario, reflejan la riqueza de la fauna nacional. Sin embargo, la obra no se detiene allí, porque durante ocho días a partir del 16 de diciembre, cada uno de los ministerios se encargará de la novena y los villancicos tradicionales. Una actividad que en su primer día estará a cargo de la Presidencia de la República con doña Ana Milena Muñoz de Gaviria y que Inravisión transmitirá en directo a las 6 de la tarde.
Figuras navideñas que permanecerán hasta el 6 de enero recordando tradiciones y costumbres, imágenes impregnadas de vivencias artesanales que rodean cada una de las puntadas del pesebre del Parque Nacional.