Especiales Semana

Octubre 12 de 1940 <BR> Puro arte

El Salón Anual de Artistas Colombianos ha sido el mejor espacio en la lucha para la comprensión del arte moderno.

Beatriz González *
30 de mayo de 2004

El presidente de la República Eduardo Santos y su ministro de Educación Jorge Eliécer Gaitán inauguraron el Primer Salón Anual de Artistas Colombianos el sábado 12 de octubre de 1940, el cual se encontraba exhibido en dos salas de la nueva Biblioteca Nacional. Ese mismo día se declaró oficialmente la Fiesta de la Juventud Colombiana.

La exposición presentaba una selección de 73 artistas -entre ellos 16 mujeres-, con 155 obras en total, escogidos por el jurado de admisión. Este jurado estaba conformado por Rafael Maya, Luis Vidales, Rafael Duque Uribe, José Prat y Pierre Daguet. El jurado calificador lo integraron Enrique Restrepo, Jorge Obando Lombana, Roberto Suárez, Jorge Zalamea y Gustavo Santos. Se otorgaron dos premios, uno en pintura y otro en escultura por un monto de 1.500 pesos cada uno. Las demás distinciones eran medallas de oro, plata y bronce, además de una mención.

Los artistas premiados fueron: en pintura, primer premio a Ignacio Gómez Jaramillo, y medallas de oro, plata y bronce, a Santiago Martínez Delgado, Sergio Trujillo Magnenat, José Rodríguez Acevedo, respectivamente. En escultura: el primer premio fue para Ramón Barba, y medallas de oro, plata y bronce, a José Domingo Rodríguez, Josefina Albarracín y Hena Rodríguez, respectivamente. Se otorgó una mención al joven pintor Enrique Grau Araújo por su obra La mulata cartagenera.

En el discurso inaugural, Jorge Eliécer Gaitán planteaba que "la intervención del pueblo en ese episodio cultural no debe circunscribirse a la situación pasiva de mero espectador. Por el contrario: su función esencial debe ser la de juez de conciencia que tiene que decidir, en última instancia, si hay o no un arte propio.

"Otro de los fines que se propone el Ministerio con la institución del Salón Anual de Artistas Colombianos es el crear en el artista una conciencia del valor de su obra, que además de estimularlo en la creación estética personal, lo habrá de capacitar para juzgar y estimar, con meridiana imparcialidad y sin prejuicio de escuela o de tendencia, el arte de los demás".

En el acta de los jurados del primer salón se propuso crear "una nueva voluntad cultural" que consistía en que los artistas abrigaran "una razonable confianza en el estímulo del gobierno" y que en el público se despertara "una curiosidad que sólo puede convertirse en entusiasmo". Para esta "nueva situación cultural" representada en un evento competitivo, el país no estaba listo, ni existía una infraestructura para organizarlo. Sin embargo, el salón representó un rompimiento efectivo con el arte finisecular: la muerte del paisaje de la escuela de Barbizon -sólo dos paisajistas tradicionales se presentaron, José María Zamora y Eugenio Peña, cuyas obras no tuvieron ninguna resonancia- y del retrato académico. El salón representó, en esta primera etapa, un rompimiento efectivo con el centenarismo dentro del arte colombiano.

Claro que ese Salón no fue en ningún momento revolucionario y eso lo reconocen los comentaristas de su época como Alberto Durán Laserna: "El conjunto general de las obras presentadas no indica nada nuevo, ni nada extraordinario, fuera de que casi todo lo conocíamos desde exposiciones anteriores. Rara vez sorprenden los consagrados. Apenas si asoman valores nuevos (...) Nada sorprendente. Nada revolucionario. Nada que se salga de las 'buenas maneras' en pintura (excepto los cuadros de Carlos Correa). Esta exposición tiene un estupendo tono menor".

El público acudió en masa a visitar el Salón. Más de 10.000 personas firmaron el libro de asistencia. La polémica no la originaron las tendencias o algunas obras en particular sino los premios. Y esa ha sido una de las constantes en la larga historia del Salón. Marta Traba llamaba "batallas" a sus críticas a los premios y entregas de los salones entre 1957 y 1969. Otra de las constantes ha sido el escándalo que causan ciertas obras, la mayoría de tipo religioso.

Después de 64 años y 38 entregas, el Salón Anual de Artistas Colombianos ha sido considerado "el primer escenario del arte colombiano" desde la fecha de su fundación y el "termómetro infalible", según la crítica de arte Marta Traba, en la década de 1960. Hasta el momento continúa siendo la referencia del estado de las artes colombianas.

El Salón Anual de Artistas Colombianos ha sido el espacio adecuado en la lucha para la comprensión del arte moderno en el país. Ha sobrevivido a los embates de las ideologías reaccionarias. Al margen del sectarismo político, y ya en el terreno de la sociología del arte, el Salón fue una creación de un gobierno liberal. Se debe tener en cuenta que el primer intento oficial de crear un salón de artistas propiamente dicho tuvo lugar el 8 de agosto de 1931, durante el gobierno de Enrique Olaya Herrera.

El Salón Anual de Artistas Colombianos ha sobrevivido en el terreno de las artes plásticas a las innovaciones de los no-objetualistas y a la desinstitucionalidad de los posmodernistas. Sin embargo, el Salón Nacional de Artistas, como se denomina actualmente, es otra cosa, en su estructura moderna. El gobierno propuso desde 1976 un proyecto descentralizador llamado Salones Regionales. Aunque su fluidez no ha sido la esperada, sólo 10 salones regionales en 27 años, ha mostrado su eficacia por medio del florecimiento de artistas y obras en las regiones más apartadas del país. De centralista se convirtió en regionalista.

Los Salones Regionales son la materia prima del Salón Nacional de Artistas -la institución artística más persistente en la historia del arte del país-, y su importancia radica en los aportes al futuro de todo el país. Las regiones, después de la Constitución de 1991, han asimilado los mensajes del centro y han tomado ventaja hasta convertirse en centros de poder, y esto no sólo ha sucedido en el terreno político sino en las artes

*Pintora