Especiales Semana

Octubre 3 de 1821<br>La carta fundadora

En Villa del Rosario nació el sueño unificador de Bolívar y se definieron los principios para superar las instituciones políticas, económicas y sociales heredadas de los 300 años de vida colonial.

William Restrepo Riaza*
30 de mayo de 2004

A las 11 de la mañana del 3 de octubre de 1821 Simón Bolívar entró al salón de sesiones ubicado en la sacristía de la iglesia parroquial de Villa del Rosario de Cúcuta. Iba acompañado por una comisión de diputados y su estado mayor general. Tomó asiento al lado del presidente del Congreso y puestos todos de pie, juró como presidente de la naciente República de la Gran Colombia, conformada por Venezuela y Cundinamarca, nombre asignado a la Nueva Granada. Tras un discurso y la posesión de Francisco de Paula Santander como vicepresidente, fue leído el texto de la Constitución que le dio vida política a la República.

Terminaban así varios meses de trabajo del Congreso de Cúcuta y se consolidaban en el papel las victorias militares obtenidas en la guerra de Independencia. También se creaba un orden constitucional republicano y un aparato gubernamental y administrativo, cuyas bases y principios apuntalaban un sistema liberal y representativo, principios que habían sido símbolos de la misma causa independentista.

La Constitución de Cúcuta reafirmó la libertad y la independencia frente a España y definió una república de carácter representativa, sustentada en un ordenamiento basado en los tres poderes del orden político moderno: legislativo, ejecutivo y judicial, así como sus funciones y relaciones entre sí. Determinó la nación, su territorio, la estructura y función de las denominadas Asambleas Parroquiales. La carta reafirmó el artículo primero de la Ley Fundamental de 1821, previa al Congreso de Cúcuta, que había establecido la unión de la Nueva Granada y Venezuela, en una nación bajo la denominación de República de Colombia, conocida después como la Gran Colombia.

También se definió la organización institucional de la nación con bases republicanas y representativas en el sentido político más moderno, que encarnaba obviamente profundas limitaciones en el mismo orden institucional debido al contexto político y social todavía premoderno que vivía el país. En 1821 continuaba la guerra de Independencia, que se encontraba en su momento de definición, por lo que la guerra y el Ejército constituían el eje de poder. En este contexto, Bolívar simbolizaba y concentraba la razón de la Independencia, de la guerra y de las posibilidades de un nuevo orden. Por eso, frente a la inminente campaña en el sur, se le otorgaron máximas atribuciones para la conducción de la nación y la consolidación de la Independencia.

Esta realidad llevó al Congreso de Cúcuta a resolver un tema fundamental: las diferencias entre un orden federalista y centralista. Al final se impuso este último frente a la necesidad de mantener la unidad en un momento en el que la guerra condicionaba la política.

Al consolidarse la unidad de la Gran Colombia bajo el centralismo no se pudo superar las diferencias estructurales entre Venezuela y la Nueva Granada, simbolizadas en Bolívar y Santander. Más allá de sus personalidades ellos encarnaban órdenes políticos y sociales muy diferentes. Es por ello que de la misma unidad de la nación colombiana en Cúcuta surgieron las bases de la disolución de la Gran Colombia. Los episodios que marcaron este derrotero fueron la Convención de Ocaña de 1826, la peculiar y autoritaria Constitución Boliviana de Bolívar, el Decreto de Dictadura de Bolívar en 1828 y finalmente el Congreso Admirable de 1830 que dio fin a esa Gran Colombia.

La coyuntura de 1821 y la Constitución de Cúcuta dieron forma y originaron un proceso que marcó todo el siglo XIX: centralismo, federalismo, caudillismo militar y civilista, son las formas de expresión política más primarias originadas en Cúcuta pero que tienen su expresión determinante en cada momento constitucional de ese siglo, 1842, 1848, 1850, 1852, 1860, 1863, 1886.

Con esta Constitución también quedó planteado el debate de cómo organizar la República, disyuntiva que se presentó a lo largo del siglo XIX entre propuestas de una República Liberal y Representativa, hasta las formas más radicales del Romanticismo Utópico. Ya desde Cúcuta estas tendencias enfrentaban fracciones, una conservadurista, que buscaba defender el statu quo colonial, en especial el orden social y económico cerrado, frente a otra más progresista que propugnaba por la profundización de la modernidad. En el eje de las diferencias estaban el papel de la Iglesia y su relación con el Estado y en el otro, quién legitimaba el poder, en otras palabras, quién era el pueblo y quién tenía derecho a ser ciudadano.

En Cúcuta se definieron los principios para superar las instituciones políticas, económicas y sociales que habían permanecido en los 300 años de vida colonial. Estos esfuerzos de cambio tuvieron su máxima expresión política y legal con las grandes reformas de 1850 y 1863. Con la Constitución de Cúcuta iniciamos nuestro tránsito por la modernidad política, camino que aún sigue.

*Historiador, profesor investigador Instituto de Estudios Políticos U. de A.