Especiales Semana

Odiseas espirituales

El desencanto y la crisis están llevando a muchos colombianos a explorar experiencias alternativas que van desde rituales indígenas hasta la respiración holotrópica., 51080

6 de junio de 2002

Alejandro Cirilo Perez es un hombre delgado, de baja estatura, casi frágil y de rasgos indios. A una sociedad que convirtió en icono de fuerza y poder a un personaje como Superman, una imagen como la de Cirilo no le dice nada. Sin embargo, quienes han aprendido a ver lo esencial con el corazón y no con los ojos para no equi-

vocarse como aconseja el Popol Vuh, saben que Cirilo es un hombre de poder. De poder espiritual.

Cirilo nació hace 73 años en Quetzaltenango, Guatemala, en una familia indígena. Se desempeñó como campesino y sastre hasta que asumió el camino de sus antepasados y se convirtió en el décimo tercer sacerdote de un antiguo linaje maya. Hoy el mundo lo conoce como el abuelo Cirilo pero su pueblo sigue llamándolo por su verdadero nombre: Wakate Utiu, que en español traduce ‘lobo errante’. Y en realidad Cirilo ha llevado una vida nómada, en especial durante la última década, durante la cual ha viajado de un rincón a otro del mundo para hablar y transmitir el mensaje de la espiritualidad maya, de la que es maestro de más de 200 discípulos.

Esta semana Cirilo, en su calidad de presidente del Consejo Continental de Ancianos y Sacerdotes Indígenas de América, visitará por quinta vez el país. Realizará una ceremonia del fuego por la paz de Colombia en el marco del Primer Encuentro para la Desmitificación del Ovni como Fenómeno: la cultura maya, los contactados y la investigación del siglo XXI.

Este encuentro puede ser calificado como una reunión de delirantes. Es posible. Pero también puede ser visto como un signo de los tiempos que corren. El mundo asiste a un momento de la historia en el que la sociedad viaja casi a la velocidad de la luz hacia su edad de oro tecnológica; en el que la eficacia y el dinero han sido entronizados como los medios capaces de garantizar un progreso material ilimitado y, por ende, la felicidad. Sin embargo son muchos los seres humanos que sienten un vacío, algo que hace falta, que no pueden explicar o precisar.

En Colombia esta carencia no es sólo existencial. El país está inmerso en uno de los tiempos más oscuros de su historia. Millones de colombianos están desesperanzados, temerosos y confundidos. Y si hace cuatro décadas el camino claro para salir de las crisis eran las ideologías y la mística política, hoy éstas han quedado desprestigiada ante los ojos de las mayorías, más cuando se ve la catástrofe a donde ha conducido esa lucha política. Hoy muchos colombianos, también en sintonía con lo que pasa en el resto del mundo, buscan respuestas a esa insatisfacción, a esa confusión, por medio de prácticas alternativas y espirituales de toda índole. Van desde rituales de los ancestros indígenas, como los que lidera Cirilo, hasta bailes que recogen diversas tradiciones culturales en sofisticados gimnasios.

Como escribió en una revista de teología el sacerdote jesuita Julio Mejía, la gente hoy busca “una realización personal, del género humano, afirmando que ni las religiones, ni las ideologías han logrado dárselas, ni menos aún la sociedad materialista y para lograrlo buscan cómo liberar sus propias potencialidades, algunas desconocidas y no utilizadas, y acceder a un nivel de conciencia no alcanzado”. Esta es la búsqueda espiritual en la que cada vez parecen embarcarse más personas, en particular las mujeres. Y que, en opinión de agnósticos como André Malraux, gurúes que no desean serlo como Paulo Coelho o escritores como Ernesto Sabato, le impondrán un sello distintivo a este siglo que despunta.



Espiritualidad a la carta

El objetivo de este tercer milenio será “desnudar las religiones y dejar sólo la experiencia espiritual”, como lo dijo el teólogo estadounidense Matthew Fox, citado en el libro El turista espiritual del periodista inglés Mick Brown. La religión occidental formal ya no ofrece una experiencia espiritual satisfactoria para muchas personas; ya no cumple con su propósito de tender lazos hacia Dios y hacia los otros. ¿Por qué pasó esto? Un sacerdote tiene una explicación para este fenómeno pero la cuenta sólo a condición de no ser identificado. Sabe que su crítica bien intencionada puede ser mal interpretada. Para este personaje la Iglesia puede ser comparada con un bus en el que todos los católicos se montan para dirigirse a Dios. Sin embargo, en algún momento del viaje, toda la energía que debía estar dirigida a llegar a ese destino se malgasta en cuidar la mecánica del bus, en mantenerlo aseado, en organizar la vida dentro del mismo. Hasta que llega un punto en el que nadie recuerda para dónde iba el bus. Lo que debía ser un medio se convierte en un fin.

En Colombia, el octavo país con mayor número de católicos del mundo, sacerdotes como éste están abriendo nuevos caminos de reencuentro con la religión tradicional. Dicta desde hace una década siete talleres anuales, en los que habla de la tradición cristiana y durante los cuales utiliza técnicas orientales, como la meditación silenciosa del budismo zen o el yoga, para que la gente “reencuentre el camino de crecimiento para trabajar decididamente por lo que somos. Tenemos un potencial de ser y de actuar divino. La espiritualidad no es más que reencontrar la formidable dotación con la cual vinimos para vivir”. Lo que el sacerdote busca por medio de esta síntesis es que cada persona se transforme en un constructor de paraíso aquí en la Tierra.

La mayoría de los católicos tienen pocas oportunidades de encontrarse con un religioso de mente tan abierta. Por eso, para resolver su insatisfacción, vuelcan su mirada hacia las múltiples ofertas espirituales que encuentran hoy en la sociedad (ver recuadros). Hay de todo como en botica. Las más apetecidas ahora son las que vienen del Lejano Oriente o las que han resurgido con mucha fuerza entre los indígenas americanos. El centro espiritual Mandala, por citar sólo un caso, ofrece a aquellos que quieren elevar su nivel vibratorio talleres y cursos de reiki, ch’i kung, o tai ch’i, tradiciones de origen japonés y chino. Sasana, corporación para ser y trascender, trabaja la sicología transpersonal y ofrece cambios por medio de la respiración holotrópica desarrollada por el siquiatra Stanislav Grof. Otras fundaciones realizan tomas de yagé, un compuesto muy poderoso preparado por los chamanes en la selvas que es tomado con fines terapéuticos, u organizan encuentros para llevar a cabo las danzas sagradas importadas de la Fundación Fidhorn, una comunidad de desarrollo espiritual, fundada a finales del siglo XX, que está localizada en una agreste zona de Escocia.

La espiritualidad se ha globalizado y Colombia parece ser un polo de atracción para todo tipo de tradiciones. “Colombia es muy fuerte espiritualmente, pero la guerra no la deja despegar. Es el corazón de América y se está desangrando. Eso afecta energéticamente a los otros países. Por eso hay que sanarlo”, dice Hugo Torres, un ‘hombre medicina’, una especie de chamán que nació hace 38 años en el estado mexicano de Michoacán y es conocido en su comunidad como Wakuz Hurapati.

Torres, un hombre alto y fornido, que tiene el pelo recogido con una cola de caballo, es uno de los líderes espirituales del Fuego Sagrado de Itzachilatlán, que con cierta regularidad viene al país para dirigir algunas de las ceremonias en las que participan los seguidores del denominado Camino Rojo. Esta es, en sus propias palabras, “una forma de vida ancestral de los habitantes de este continente. América era llamada la isla de la tortuga o la isla de los gigantes rojos. El camino rojo es el camino de la sangre que lleva al corazón. Es volver a la relación ancestral con la madre Tierra, volver al equilibrio, volver al balance”. Bajo su guía se hacen las ceremonias de medicina (en las que se utilizan plantas enteógenas capaces de producir estados alterados de conciencia) y los temazcal (una especie de baños al vapor que buscan la purificación del ser humano por medio del agua y el calor). Hay otra ceremonia que practican los seguidores colombianos del Camino Rojo, la chanupa. En ésta se fuma la pipa sagrada, un regalo que les entregó a los hombres la Doncella Ternera de Búfalo Blanco.

Estas ceremonias y rituales tienen un sentido concreto para quienes los hacen. Torres explica que “en la vida cotidiana vivimos en una falsedad. Nos estamos engañando y engañando a otra gente. Las ceremonias son para encontrarse a uno mismo, nos ayudan a comportarnos y a caminar de una manera sagrada en esta Tierra”. Para participar en estas prácticas sólo hay que estar dispuesto a tomar conciencia de la realidad y, en el caso de las dos primeras, hacer un aporte de 100.000 pesos para pagar los gastos de transporte del líder espiritual. La gente del Camino Rojo hace especial énfasis en la idea de ‘aporte’ porque quieren diferenciarse de los grupos que cobran cantidades considerables de dinero para participar en dudosas experiencias de crecimiento espiritual.

Es que la búsqueda espiritual nunca es gratuita. Además, en ella no todo lo que brilla es oro y está sembrada de riesgos. Así, un mamo de la Sierra Nevada de Santa Marta que estudia en Manizales cobra 100.000 pesos por hacer una limpieza completa a una persona. Para participar en una charla con dos supuestos sacerdotes mayas sobre el yoga de los sueños hay que pagar 85.000 pesos. La consulta de una hora con una vidente del aura y canalizadora, que hace girar en sentido correcto los siete chacras y desbloquea la energía antes de entrar en trance para poner al paciente en contacto con su espíritu, cuesta 70.000 pesos. Y dos horas de danza samkya valen 30.000 pesos.



Onda de moda

El primer riesgo en la búsqueda espiritual es llegar a creer que el camino por el que se transita es el que tiene la verdad y que la comunidad a la que se pertenece es la de los auténticos elegidos. “Los caminos están bien marcados y todos son válidos porque todos te llevan al mismo lugar. Todo es lo mismo, sólo cambia la forma de mover la olla”, dice Torres, el ‘hombre medicina’, con un toque de humor. El escritor brasileño Paulo Coelho, quien afirma pertenecer a una antigua tradición cristiana llamada RAM (siglas de las palabras Rigor, Amor, Misericordia), opina que el gran problema del mundo actual es pensar lo contrario, no aceptar esta idea. “Creemos que hay una verdad única cuando no es verdad. Los islámicos de corazón, los judíos de corazón, los hindúes de corazón, las personas que están sinceramente en su búsqueda espiritual, están caminando hacia la misma luz”.

Otro riesgo que se corre al ingresar en estos senderos es caer en la tentación de practicar la espiritualidad como una moda pasajera que puede ser desechada cuando aparezca una oferta más novedosa. Este es el error en el que caen los que pican de aquí y de allá, los que parecen pájaros que van de rama en rama por el árbol. A la larga estos personajes se estancan, caen en el falso misticismo y no obtienen nada para su crecimiento personal porque, como dijo el lama Aganika Govinda en una entrevista, “es importante que cada quien identifique su camino y lo siga hasta el final. Si cambia con frecuencia nunca podrá llegar a la cumbre. Nadie puede recorrer dos caminos a la vez”.

El último y más importante escollo en el camino espiritual es la búsqueda de poder. De nada sirve ver el aura, elevarse del suelo mientras se medita, caminar sobre piedras ardientes como en una ordalía o realizar viajes astrales si no hay antes una transformación radical e íntegra de la persona que los realiza. El maestro sufí Nasrudin dijo al respecto estas sabias palabras: “No pueden despertar nuestro interés fenómenos como la telepatía o la levitación, en tanto que el mensaje recibido o emitido sea una estupidez; o que después de haberse elevado a cierta altura, quien vuelve a caer al suelo es el mismo idiota”.

Si esta nueva onda espiritual logra que la humanidad cambie, que los seres humanos tengan relaciones más armónicas consigo mismos, con su entorno y con quienes los rodean, se habrá logrado un triunfo. De lo contrario será necesario esperar hasta el 21 de diciembre de 2012, día en el que los sacerdotes mayas dicen que se llevará a cabo un cambio de era que, después de un caos inicial, dará inicio a un proceso de paz incomparable.