Especiales Semana

OPERACION RESCATE

Lo que usted puede hacer en caso de que lo secuestren o lo extorsionen.

4 de julio de 1983

El apartado aéreo 20100 de Bogotá ha empezado a cumplir una función decisiva para los colombianos. Hace doce días los agentes del F-2 retiraron de allí una nota anónima, manuscrita, que hablaba de una casa ubicada en la esquina de la Diagonal 5a. con la Avenida Boyacá, a la cual entraba una mujer tres veces al día llevando comida preparada. Al remitente le llamaba la atención el hecho, pues sabía que la casa tenía instalación de cocina. Días más tarde, llegaba al mismo apartado otro anónimo, según el cual un hombre comprába regularmente, en la droguería del vecindario, la revista Time en inglés, y la llevaba a una casa donde no se tenía noticias de que viviera nadie que hablara inglés.
La dirección suministrada en la nota coincidía con la de la primera.
Las dos informaciones cruzadas indicaban que era presumible una presencia no habitual en ese lugar. Se dispuso un cuerpo especializado del F2 para vigilarlo día y noche. Las primeras observaciones indicaron que efectivamente entraban comida preparada, y que ésta no procedía de ninguno de los restaurantes cercanos.
Confirmaron también la entrada del Time.
Unas semanas atrás había sido secuestrado Jimmy Meyer, vicepresidente de la empresa Pavco, por quien pedían 50 millones de pesos. La familia del industrial había entrado en contacto con el F-2, y le había suministrado información detallada sobre los pasos de la negociación que se adelantaba, así como de los hábitos cotidianos del secuestrado. De acuerdo con su origen, éste había mantenido durante años el hábito de comer platos judíos, y leía regularmente, entre otras publicaciones, el Time en inglés.
La conclusión estaba cantada. Era alta la probabilidad de que la casa de la Diagonal 5a. fuera el lugar de cautiverio de Meyer. Los pasos que enseguida dieron las autoridades fueron preventivos. Capturaron a uno de los ocupantes de la casa cuando se alejaba de ella, y éste, al ser interrogado, les confirmó la sospecha. Ya con el dato seguro, procedió a hacer el "asalto final" el GOES, cuerpo especializado en esa actividad. El factor sorpresa, hábilmente utilizado, inmovilizó a los secuestradores, uno de los cuales murió en la balacera, y permitió el rescate con vida de Meyer.
EN EL FONDO DE UNA CUEVA
Interrogados sobre los riesgos que corre el secuestrado en este tipo de incursiones, las fuentes del F-2 no negaron que los hubiera (caso Escobar Soto, muerto en una "Cárcel del pueblo" en medio de una operación de rescate por parte del ejército) pero señalaron que en su larga trayectoria en este tipo de trabajos, nunca se les había presentado un caso similar.
Opinaron que la razón era su filosofía de colocar la vida del secuestrado por encima de cualquier otra consideración, y que por tanto no procedían al "asalto" hasta tanto no tuvieran datos precisos sobre qué número de personas había, con qué armas contaban, cual era la situación de la víctima, etc .
A fines del año pasado se había registrado otro caso similar. Una persona había llegado a las dependencias del F-2 a decir que a un rancho miserable de la hacienda " La Esperanza", en Anolaima, llegaba regularmente un automóvil último modelo, conducido por personas desconocidas en la región. Inmediatamente se puso en marcha un operativo de investigación.
Al vigilar el rancho día y noche, los agentes notaron cómo sus ocupantes iban y venían hasta una cueva cercana.
Pudieron ver en el fondo de la cueva a una señora y un niño, que coincidían con la descripción de doña Gloria Stella Rodriguez y su hijo Ricardo Garcia Rodriguez, secuestrados 20 días antes.
En la operación de rescate fueron dados de baja cuatro de los secuestradores cayó herido un hombre del F-2.
La señora y el niño resultaron ilesos, y pudieron dar testimonio de su inhumano cautiverio en esa cueva húmeda y llena de alimañas.
¡ALO! LE HABLA UN AMIGO
Una de las formas más sencillas de extorsión, y que más ha cundido en las ciudades colombianas, es el chantaje telefónico. Para hacerlo, el delincuente no necesita sino un teléfono público, unos cuantos datos sobre una familia, --como nombres de sus integrantes y ubicación de sus sitios de trabajo o de sus escuelas--y... el miedo de la gente.
SEMANA habló con una familia, residente en un barrio del norte, a quien la habían mantenido con el alma en la boca durante un mes con el truco.
Una voz anónima que llamaba a distintas horas hablaba a nombre de un grupo guerrillero, y le exigía al padre una alta suma de dinero a cambio de respetar la vida de los demás miembros de la familia, sobre cuyas actividades el desconocido manejaba alguna información. La familia entró en contacto con el F-2, que dispuso hombres especializados para escuchar y estudiar grabaciones de cada una de las conversaciones. Se entró en negociaciones con el chantajista, se acordó una suma de dinero y un lugar y condiciones específicas para su entrega. Un miembro de la familia salió a cumplir la cita con el dinero, seguido clandestinamente por los agentes del F-2. El delincuente acudió al lugar, recibió el dinero, y fue inmediatamente capturado, "con las manos en la masa".
Tras el interrogatorio, se descubrió que en realidad éste trabajaba solo --no pertenecía, como decía, a ningún grupo guerrillero, ni tenía cómplices que lo apoyaran--, y que era un desempleado que recurría a sus relaciones con las muchachas del servicio doméstico y a una observación superficial del movimiento de la casa, como únicas armas para montar su negocio de extorsión. A pesar de lo rudimentario del procedimiento, antes de caer ya había logrado obtener dinero de otras cuatro familias que, aterrorizadas por la perspectiva de la venganza, preferían entregar el dinero a notificar a las autoridades. Este tipo de extorsión se ha convertido en pan de cada día, y es una especie de prolongación urbana de la "vacuna" rural.
APOSTANDO A DOS CARTAS
La propia policía calcula que la gran mayoría de las familias que son víctimas de secuestro no recurren a ella sino que prefieren arreglar por su propia cuenta y riesgo, pagando el monto del rescate. Es por esa razón que es imposible manejar cifras exactas sobre el número de secuestros que se llevan a cabo en el país. Dentro de las que sí notifican, bien porque deciden hacerlo o porque la espectacularidad del hecho lo hace público, hay muchas que optan por "jugar doble": Dejan que la policía investigue, pero mantienen contacto por debajo de cuerda con los secuestradores.
Tal fue el caso del secuestro del niño Oliver Mauricio González Riveros, llevado a cabo en abril de este año, frente a la Escuela Militar de Cadetes.
Los delincuentes venían siguiéndole los pasos al niño desde hacía dos meses, y tenían perfectamente controlado su recorrido de la escuela a la casa. En un primer momento, la familia notifica al F-2. Este se pone tras la pista, y recoge datos que le van con formando una composición de lugar.
Primero, alguien denuncia que dos carros circulan todas las noches por el barrio de la familia del niño. Investigado este dato, se comprueba que es cierto y se demuestra que uno de los carros es robado. Más adelante, un padre de familia pasa la información de que en su vecindario, al noroccidente de la ciudad, ha visto entrar a un apartamento a un matrimonio con un niño, y que posteriormente el matrimonio entra y sale sin que el menor vuelva a ser visto. Otro vecino informa que a ese mismo edificio se acerca un carro en las noches, que da varias vueltas a la manzana antes de enfilar hacia la puerta, y que no entra hasta que una mujer le hace señas desde la ventana. Se descubre que este carro es el mismo vehículo robado que ronda el barrio de la familia. Las piezas del rompecabezas empiezan a encajar, y el F-2 se prepara para el asalto.
Sin embargo, simultáneamente, la familia ha mantenido por su cuenta contacto con los secuestradores, y acuerda con ellos la entrega de 1'500.000 pesos. Una tía del menor parte en la noche con los billetes en la mano. Una patrulla del F-2, que por motivos de seguridad vigilaba la casa de la familia, se extraña al ver partir a la mujer, después de que habían acordado que se suspendieran las salidas nocturnas. La sigue, ve el momento en que ella le entrega la plata a un sujeto, y procede a la captura de éste. En minutos, el F-2 obtiene del detenido la confirmación de la presencia del niño en el edificio vigilado, y da la orden de allanar. Rescatan al niño sin necesidad de disparar un tiro, y lo devuelven a la familia, junto con el millón y medio de pesos.
Todos estos son casos que dan una luz de esperanza a los colombianos. Si bien es cierto que en el último año la cifra de secuestros ha duplicado otros récords anteriores, también lo es que la policía ha avanzado notoriamente en el adiestramiento y dotación de personal especializado en acciones contra secuestro y extorsión. Por esta vía, y contando fundamentalmente con la colaboración de los ciudadanos y con la información deparada por éstos, se han logrado rescatar con vida 17 secuestrados durante el último año. El apartado aéreo 20100 ha demostrado que cualquier dato, por insignificante que parezca, puede ser la clave de un rescate. -
EL AUTORESCATE
El 12 de febrero de este año fue secuestrado el ganadero y cafetero Efraín Martínez Urrea, de 72 años de edad. Se encontraba en su finca Varelas, en Cundinamarca, con su familia, cuando irrumpieron tres mujeres y dos hombres armados que lo condujeron hacia el monte. Don Efraín --según pudo establecer SEMANA escuchando las cintas grabadas con su testimonio--tomó la firme decisión de no permanecer pasivo ante el secuestro, y de enfrentar a sus captores. "Mátenme si quieren. Yo ya viví la vida que necesitaba vivir y ya hice todo lo que tenía que hacer", les dijo desde el principio, y lo hizo--según él--no porque le llamara en absoluto la atención la idea de que lo mataran, sino porque "aunque uno no lo crea, ellos también se cargan su miedo, y eso hay que aprovecharlo no dejándose intimidar..."
La segunda clave para poder actuar, relata don Efraín, es mantenerse al acecho en espera de cualquier descuido mientras que se trabajan todas las variantes para ganarse la confianza de uno o alguno de los secuestradores. Lo primero que hizo Efraín Martínez fue pedirles un juego de ajedrez para "matar el tiempo". Como se dió cuenta de que algunos de ellos no sabían jugar, les propuso enseñarles y, entre partida y partida, se fue ganando la confianza de sus "alumnos", quienes empezaron a dejarlo largos ratos con las manos libres para que pudiera mover las fichas.
Simultáneamente cada vez que lo sacaban de la "caleta" donde lo tenían escondido para que se banara, él aprovechaba para tratar de ubicar por la posición de los cerros, el lugar donde se encontraba, hasta que logró hacerse una composición del lugar más o menos precisa y calcular la ruta por la que podría emprender el regreso.
Mientras esperaba el momento propiciopara la fuga, trataba de mantenerse en el mejor estado físico posible, alimentándose bien y haciendo ejercicio cuando lo dejaban. Vio venir la oportunidad una noche en que los secuestradores empezaron a tomar licor. El encargado de vigilarlo empezó a cortejar a una de las muchachas del grupo, y en un momento dado se perdió con ella tras unos matorrales. Los demás se habían ido quedando dormidos. Don Efraín supo que le había llegado su "cuarto de hora", y que su destino dependía de que supiera aprovecharlo. Comenzó a arrastrarse lentamente entre las matas y, cuando calculó que ya no lo oían, emprendió la huida. Al otro día estaba junto a sus familiares, y nunca llegó a saber cuál fué la reacción de su guardián una vez pasados los efectos de Cupido.