Especiales Semana

Otro año edificante

Las cementeras crecieron con la construcción, pero fueron menos rentables. En cambio la voracidad china por acero puso a las siderúrgicas en el cielo.

24 de abril de 2005

Estaba cantado que a las empresas de cemento y acero les iba a ir bien en 2004. La construcción prometía mantener la buena marcha que emprendió en 2002 y, por tanto, sus proveedores iban a aumentar los despachos. Este hubiese sido el balance de compañías como Argos, la holding que agrupa a las cementeras del Grupo Empresarial Antioqueño o Diaco, la siderúrgica más grande del país. Pero el año trajo varias sorpresas. La industria del cemento se alborotó al final con una abrupta caída en los precios, mientras las siderúrgicas gozaron de un mercado mundial hambriento que puso las cotizaciones del acero por las nubes.

En materia de despachos, sin embargo, los pronósticos se cumplieron. La construcción terminó 2004 con un crecimiento de 10 por ciento, según estadísticas del Dane. El auge en la edificación de vivienda de estratos altos, que había comenzado en Bogotá hace dos años, se trasladó a otras ciudades. La multiplicación de centros comerciales también ayudó y la vivienda de interés social, rezagada, comenzó a despegar. Si bien es cierto que la construcción se movió a menor ritmo que en 2003, siguió siendo el principal motor de la economía colombiana el año pasado.

El dinamismo en las obras se tradujo en un aumento de 5 por ciento en el consumo de cemento, que llegó a 5,7 millones de toneladas en 2004. La industria cementera completó así tres años de continuo crecimiento que, sin embargo, no ha sido suficiente para volver a las épocas doradas de mediados de los 90, cuando las ventas superaron las ocho millones de toneladas.

El Grupo Argos, con la mitad del mercado colombiano, facturó el año pasado 1,9 billones de pesos, 54 por ciento más que en 2003. Aunque retuvo el título de primer productor de cemento en el país, las buenas noticias llegaron del exterior. Sus exportaciones, la mayoría hacia Estados Unidos, ascendieron a 100 millones de dólares, con un crecimiento de 10 por ciento frente al año anterior. Además sus filiales en Venezuela, Panamá, República Dominicana y Haití le dejaron ingresos por 182 millones de dólares. Así, de las ventas consolidadas de Argos, casi la mitad corresponde a negocios por fuera de Colombia.

Por el lado de los márgenes de rentabilidad las cosas no marcharon tan bien. Las ventas aumentaron, pero los costos lo hicieron en mayor proporción. Esto obedeció, según José Alberto Vélez, presidente de Argos, al alza en los precios del carbón y del combustible, que golpeó a la industria cementera en todo el mundo. También contribuyó la caída en la tasa de cambio, que, a pesar de los buenos precios del cemento en el mercado internacional, redujo el valor en pesos de las exportaciones.

El segundo jugador en el sector es la multinacional mexicana Cemex. Sus ventas aumentaron 4 por ciento el año pasado, mientras sus utilidades operativas lo hicieron en 16 por ciento. La operación de Cemex en Colombia, al compararla con la de sus otras filiales en el mundo, es una de las más rentables, aunque sólo represente una pequeña parte de sus ventas globales.

Los resultados financieros de Argos y de Cemex, las dos empresas que clasifican en la lista de las 100 más grandes del país, no alcanzaron a reflejar en toda su magnitud un fenómeno que tiene en vilo al sector: la caída en los precios. Desde comienzos del año pasado, la puja de las cementeras por no dejarse arrebatar participación de mercado amenazaba con convertirse en guerra. La situación fue empeorando hasta que en el cuarto trimestre de 2004 los precios se desplomaron. Cayeron entre 30 y 50 por ciento, según distintas fuentes del la industria.

La pelea llegó a tal punto que Cementos Andino, una empresa que hoy tiene cerca del 6 por ciento del mercado y que aspira a crecer con una planta de producción recién inaugurada en Barranquilla, demandó ante la Superintendencia de Industria y Comercio a Argos, Cemex y Holcim -la multinacional suiza dueña de Cementos Boyacá- por supuesta competencia desleal. Según el presidente de la compañía, Federico Molina, los tres poderosos líderes de la industria han bajado sus precios con el propósito de sacar a Cementos Andino del cuadrilátero.

Para José Alberto Vélez el desplome es simplemente efecto de la oferta y la demanda. Afirma que "una manera de hacer crecer el consumo de cemento es por la vía del precio". El problema está en que por ese camino se afectarán los márgenes de rentabilidad. Que el golpe no sea tan duro, será uno de los retos de esta industria en 2005.



Gracias a la China

Mientras se agitaba la competencia en el sector cementero, las siderúrgicas vivieron uno de sus mejores años. El precio internacional del acero pasó de 286 dólares por tonelada en diciembre de 2003 a 453 dólares al cierre de 2004. El salto lo provocó la demanda de China, que con su apetito multiplicó las ganancias de los productores de acero en todo el mundo.

En Colombia, las dos empresas más grandes de este sector -Diaco y Acerías Paz del Río- también disfrutaron de la bonanza. Además de los mayores precios, el volumen de ventas en toneladas creció 14 por ciento, gracias al buen comportamiento de la construcción y de otros sectores como el de electrodomésticos y, en general, artículos para el hogar.

Diaco vendió 433.000 millones de pesos en 2004, 37 por ciento más que en 2003 y casi el doble de lo que facturaba hace dos años. Pero lo mejor estuvo por el lado de las utilidades, que se multiplicaron por cuatro. Aunque, a primera vista, este desempeño es atribuible solamente a los buenos precios, en los últimos años la compañía también ha logrado mejoras importantes en productividad. La chatarra, su principal materia prima, se ha convertido en un artículo de lujo. Encontrarla es cada vez más difícil. Por eso Diaco ha ampliado su red de recolección, lo que le ha permitido sortear la escasez y, sobre todo, controlar - hasta donde ha sido posible- los costos.

Pero las noticias no terminaron con la presentación de los balances. A comienzos de 2005 Diaco anunció que el Grupo Gerdau de Brasil, el productor de varillas de acero más grande del continente, iba a adquirir el control de la compañía, tras llegar a un acuerdo con sus principales dueños, el fondo peruano Latin America Enterprise Steel Holding y el Grupo Mayagüez. La propuesta consistió primero en retirar la acción de Diaco de la Bolsa de Valores, algo que no fue aprobado por la totalidad de los accionistas. Ahora, Gerdau deberá lanzar una Oferta Pública de Adquisición (OPA) para comprarles los títulos a los socios disidentes.

Para Acerías Paz del Río, de otra parte, el buen comportamiento del precio de sus productos le cayó como anillo al dedo. En pleno proceso de reestructuración, acordado con sus acreedores bajo el marco de la ley 550, logró resultados sorprendentes. Después de acumular pérdidas por casi 250.000 millones de pesos, el año pasado ganó 108.000 millones, más del doble que en 2003. Al igual que Diaco, ha tenido que lidiar con el aumento en el costo de los insumos, como mineral de hierro y coque.

Paz del Río, que varias veces ha estado al borde de la quiebra, busca darle un vuelco total a su operación. Ahora bajo el mando de los trabajadores, como accionistas mayoritarios de la empresa, planea hacer inversiones por 92 millones de dólares en los próximos dos años para modernizar sus equipos. Incluso algunas compañías extranjeras han rondado las instalaciones de Paz del Río, al parecer, con intenciones de compra. Aunque no hay ninguna negociación en curso, "no se descarta algún tipo de alianza", dice Alberto Hadad, presidente de la empresa.

Si bien la siderúrgica boyacense se ha fortalecido financieramente, los riesgos a futuro no son pocos. Con el acero a más de 400 dólares la tonelada, las ganancias están aseguradas. Pero algunos pronostican que China moderará su consumo y que nuevos productores del metal entrarán al mercado. Esto podría reducir los precios. La misión de Paz del Río es, entonces, demostrar que no sólo es rentable en las buenas épocas sino también en las malas.