Especiales Semana

PALO PORQUE BOGAS...

Revelación de grandes utilidades en el sector financiero desata polémica sobre el nivel de las tasas de interés

11 de septiembre de 1989

las cifras sorprendieron aun a los más optimistas. Cinco años después de que el sistema financiero colombiano atravesara la peor crisis de su historia, las heridas parecen haber cicatrizado. Las utilidades registradas por el conjunto de las entidades financieras nacionales al terminar el primer semestre del año, alcanzaron los $59.106 millones, 3.5 veces más que durante el mismo periodo en 1988, e incluso $11.000 millones más que el total acumulado a lo largo de todo el año anterior.
Pocas veces el anuncio de tan buenas cifras había causado tanta conmoción. A diferencia de lo que sucede con las empresas del sector industrial, en donde las utilidades siempre son saludadas con beneplácito, en el caso de las entidades financieras las quejas no se hicieron esperar. Los gremios de la producción se apresuraron a asegurar que esto era el resultado, no tanto del buen manejo de los bancos y demás entidades de crédito, como del cobro de altas tasas de interés a costa de la salud del llamado sector real de la economía.
Los dardos lanzados por industriales y comerciantes fueron respondidos por los representantes del sector financiero y, a lo largo de toda la semana pasada, fue creciendo un debate en el que terciaron también columnistas de prensa, analistas, el presidente de la Asociación Bancaria, Carlos Caballero, y el equipo económico del gobierno, empezando por el superintendente bancario, Néstor Humberto Martínez. En particular, la pelea se concentró en el punto de las tasas de interés, uno de los factores que -según algunos especialistas- ha sido definitivo para el mediocre desempeño de la economía en lo que va corrido del año. La polémica llego al extremo que, al final de la semana, muchos observadores parecían convencidos de que el gobierno estaba decidido a bajar las tasas y que para ello estaba ya
blandiendo el gran garrote.

A MANOS LLENAS
Y todo ese despelote solamente porque a las entidades financieras les está yendo muy bien, lo que no dejá de ser irónico si se tiene en cuenta que, apenas a mediados de la década, el Estado colombiano -y por su intermedio los contribuyentes - se la pasaba echándose la mano al bolsillo para salvar de la debacle a un buen número de instituciones financieras Casos como el de la intervención y rescate del Banco de Colombia, el del Comercio y más recientemente el del Tequendama -para sólo citar algunos -, han costado una suma cercana a los $200.000 millones, cantidad nada despreciable si se tiene en cuenta que eso es más de lo que en sus primeros dos años invirtió el gobierno en el Plan Nacional de Rehabilitación.
"Ahora resulta que el problema es que nos está yendo demasiado bien", le dijo un banquero a SEMANA, no sin cierta sorna. Y no le faltaba razón: al fin y al cabo, los bancos y demás entidades financieras no se crearon como fundaciones sin ánimo de lucro. Su negocio es la plata y dal utilidades es uno de sus objetivos principales.
Y plata y utilidades es lo que hubo, por lo menos en el semestre que acaba de terminar. Pero, ¿qué tantas? Según la Superintendencia Bancaria, las utilidades de los Bancos pasaron de 1.602 millones en los primeros seis meses del 88, a $28.264 millones en el mismo periodo en este año; las de las corporaciones financieras, de $7.818 millones a $22.147 millones; las de las corporaciones de ahorro y vivienda, de $3.524 millones a $5.877 millones, y las de las compañías de financiamiento comercial, de $3.435 millones a $2.703 millones, una disminución que no alcanzó a empañar los buenos resultados del resto del sector. En todo este reguero de cifras hay que hacer una salvedad en el caso de las corporaciones financieras: tal como lo dijo la propia Superintendencia, "debe precisarse, por razones de fidelidad estadística, que las cifras señaladas incluyen $15.723 millones de ventas de activos del Instituto de Fomento Industrial, representados fundamentalmente por la venta de las acciones de Sofasa".
Quizás más impresionante es el fortalecimiento patrimonial que se presentó en los diversos tipos de intermediarios. Como se recordará, en el pasado una de las quejas de los especialistas era que el sector financiero resultaba demasiado pequeño para las necesidades del país. Aunque ese diagnóstico sigue siendo válido, la verdad es que la distancia por recorrer es menor después de los resultados de los últimos seis meses. Según la Superbancaria, el patrimonio de los intermediarios financieros aumentó en más de un 30% durante el último semestre, un incremento que no se veía desde hacía tiempo. Al igual que en el caso de las utilidades, los bancos llevaron la delantera y aumentaron su patrimonio en cerca de $73.000 millones, más de un 40% en apenas 180 días.
Tan buenos resultados fueron consecuencia de diversos factores. Entre los más importantes se encuentra la disminución de las deudas de dudoso recaudo, que incluyen los préstamos con más de doce meses de vencidos.
En el caso del sistema bancario, por ejemplo, esa cartera disminuyó en más de $28.000 millones. Dicha situación continuó con la tendencia iniciada en 1986, año en el cual comenzaron a aliviarse los problemas del sector financiero. Mientras que en el 85 la relación entre activos improductivos (que incluyen las deudas de dudoso recaudo) y el total de activos del sistema financiero era del 21.35%, para diciembre de 1988 esta relación ya se encontraba en el 13.74% y se estima que para el primer semestre de este año ya se acercaba al nivel del 10%.
Otro de los hechos que han influido -aparte de explicaciones obvias como la buena salud de la economía- tiene que ver con el aumento en la rentabilidad de las inversiones forzosas. Las entidades de credito que deben adquirir títulos de fomento agropecuario -para citar un típico ejemplo de inversión forzosas - han visto cómo la rentabilidad de estos papeles ha aumentado en 2.5 puntos porcentuales en los últimos cuatro años, lo cual les ha representado, tan solo a los bancos, mayores rendimientos por cerca de $5.000 millones al año. También hay que destacar la reducción de los encajes -proporción de los depósitos que deben congelarse en el Banco de la República -para diversos tipos de depósitos que, en el caso de las cuentas corrientes, han pasado del 44% al 39%.
Además se encuentra la espinosa polémica sobre los márgenes de intermediación. Como es sabido, el negocio de las entidades financieras consiste en ganarse la diferencia entre la tasa de interes a la que prestan y aquella que pagan por los depósitos.
Los indicadores más recientes sugieren que esta diferencia ha venido aumentando en los últimos meses.
Mientras que para el total de los bancos el margen promedio era 8.38 en enero de este año, a junio había llegado a 10.41. Más impresionante todavía fue el hecho de que los mayores márgenes estaban siendo obtenidos, en términos generales, por los bancos donde el Estado tiene la voz cantante:
los oficiales y los oficializados. Segun la Superbancaria, para el mes de julio el margen del Banco Popular llegó 14.49, el del Ganadero a 13.18, y el del Banco del Comercio a 12.67. En contraste, en el caso de los llamados bancos mixtos (con participación de capital extranjero), el diferencial fue de 8.24, y entre los privados de 10.68.

LA PIEDRA DEL ESACANDALO
Todo lo anterior, aparte de explicar la sustancial mejora en la situación patrimonial y de utilidades del sistema, sirvió también la semana pasada para sustentar la posición de quienes consideran que las tasas de interés y los márgenes de intermediacion son demasiado altos. "Es evidente -afirma el superintendente bancario Néstor Martínez -que la mejoría se debe en buena parte a medidas tomadas por el gobierno. Por eso mismo es que consideramos que ahora le toca el turno de poner su granito de arena a las entidades financieras". Ese granito de arena no es otro que el de reducir las tasas de colocación de los créditos, sin que por ello los intermediarios financieros acaben pagando las consecuencias. En otras palabras, que el crédito sea más barato sin que las entidades pierdan plata.
Esa discusión tiene tanto de largo como de ancho. Para empezar, porque son las entidades que de una u otra manera están bajo el control del gobierno las que tendrían que dar el ejemplo y la verdad es que no lo están dando. Como se sabe, el Estado controla el 65% de los activos del sector bancario (cerca de dos billones de pesos), lo cual haría pensar que estas instituciones deberían seguir una política más o menos coherente. Sin embargo, en términos prácticos los bancos oficiales se comportan como ruedas sueltas dentro del sistema. A pesar de que en las juntas directivas los diferentes ministros trazan ciertas pautas, a la hora del té la administración acaba manejando el negocio.
Pero el anterior punto flaco de la argumentación del gobierno no es el único problema que presenta la discusión. Los especialistas insisten en que tanto los niveles de las tasas de interés como de los margenes de intermediación se encuentran dentro de los parámetros observados a lo largo de los últimos años. Tal como dijera recientemente el subgerente técnico del Banco de la República, Juan Carlos Jaramillo, "las tasas nominales de interes son elevadas si se las compara con las vigentes en los años 50 ó 60, pero no lo son con respecto a las observadas en esta década".

Ese argumento es válido desde el punto de vista histórico, pero lo cierto es que eso no quiere decir que el nivel de las tasas haya sido, ni antes ni ahora, el adecuado. Teniendo en cuenta las circunstancias actuales, hay razones objetivas para. esperar que las tasas disminuyan. Por una parte, la inflación está sustancialmente por debajo de la observada hace un año. Por otra, hay liquidez en el sistema financiero. Y, además, hay síntomas de que el sector productivo está acusando el golpe de los altos intereses.

Pero si todas esas circunstancias objetivas son tan claras, ¿por qué las tasas no disminuyen? En realidad, ninguno de los especialistas tiene una respuesta clara. En último término, a lo que se ha llegado es a echarle la culpa a la actual estructura del sistema financiero colombiano, dentro de la cual las entidades de crédito imponen las reglas del juego y los usuarios tienen poco derecho al pataleo. Esto es precisamente lo que lleva a algunos banqueros a pensar que, si el público sigue demandando crédito alas tasas existentes, no hay razón objetiva para bajarlas .
Sin embargo, el problema no es tan sencillo. Puede que esas leyes de oferta y demanda de crédito se cumplan en países donde el sistema es más grande, más diversificado y, por ello mismo, mas competitivo. Pero en Colombia, cuando hay que ir a pedir plata prestada, no son muchas las puertas a las que se puede golpear.
Tal como le dijo a SEMANA un industrial, "si yo le digo a mi banco que no quiero plata a esas tasas, me demoro por lo menos seis meses para convencer a otro de que mepreste, sin que necesariamente consiga que sea más barato".
Conscientes de esta limitación, las empresas más grandes se han decidido por la emisión de bonos ordinarios,que les sale mucho mas barata como mecanismo para obtener capital de trabajo y financiar ensanches.
Al cierre del primer semestre del año, las emisiones autorizadas eran de unos $23.000 millones, cifra equivalente a un 8% del aumento en la cartera del sistema bancario durante el mismo período.

¿PULSO FIRME?
En consecuencia, los gremios de la producción sostienen que el unico remedio es que la Junta Monetaria le meta la mano al mercado. Es decir, que controle por resolución el nivel de las tasas de interés. No obstante, algunos observadores aseguran que eso no es, ni mucho menos, lo más sano.
Cuando hace un año se controlaron las tasas de interés, una de las consecuencias más serias fue que se produjo lo que se conoce como desintermediación financiera, fenómeno que consiste en que los particulares, en vez de depositar su plata en las entidades de crédito, se prestan la plata entre ellos. Y ese no es el único problema. Se ha visto que las entidades financieras se ingenian toda clase de mecanismos para saltarse los controles, disminuyendo así el efecto de los mismos, como sucedió el año pasado. La respuesta de los partidarios del control es que 1988 fue un caso atípico, tanto por el aumento de la inflación como por la falta de liquidez. En cambio, aseguran que, si ahora se controlan las tasas, tan sólo se le estaría dando un empujoncito a una situación que en términos objetivos ya debería haberse presentado.
Ese planteamiento, -como es de suponer, le choca a quienes por principio filosófico consideran perjudicial que el Estado intervenga la economía.
En una época como la actual, en la caida de la demanda y, segun algunos, incide más que las tasas de interes sobre el desempeño del sector productivo .
Aunque estos puntos son válidos el peligro es que las entidades financieras, a punta de altas tasas de interes, terminen matando a la gallina de los huevos de oro. De seguir las cosas como van, podria repetirse la pesadilla de comienzos de esta decada cuando las tasas de interés estuvieron en niveles muy elevados y eso, mezclado con una aguda recesión económica, determinó que la cartera de dudoso recaudo y la proporción de activos improductivos del sistema financiero llegaran a niveles nunca vistos, hechos que explicaron en buena parte la profunda crisis de mediados de la década. Teniendo en cuenta que la economía colombiana está comenzando a mostrar signos claros de recesión y que para el próximo año las perspectivas son todavia más oscuras, sería lógico que los intereses disminuyeran no sólo para ayudarle a la industría y el comercio, sino para salvaguardar la salud futura del propio sector financiero.
Eso es precisamente lo que se decidirá en los próximos dias. Por lo pronto, el gobierno esta aplicando una máxima impuesta por el presidente norteamericano Teodoro Roosevelt: "Habla suave y carga un gran garrote". En otras palabras, el gobierno está tratando de decirle a los bancos que, por su bien, deben tomar la iniciativa de bajar las tasas y reducir su margen. "Se nos está agotando la paciencia", le dijo a SEMANA el ministro de Desarrollo, Carlos Arturo Marulanda. En teoría, la manera más fácil de que se produzca la baja sería que los bancos oficiales , presionados por los representantes del gobierno en sus juntas directivas, dieran el primer paso. No obstante, si esa alternativa fracasa, lo mas seguro es que la pelota quede en el campo de la Junta Monetaria, con lo cual, como muchos temen, el gobierno pasará de la persuasión a la represión. O mejor, para decirlo en el estilo del presidente Virgilio Barco, de la mano tendida al pulso firme.